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El azar y el hilo casi invisible del amor

Periodista:
Laura Garaglia
Publicada en:
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A frases como “lo primero es la familia” o “no hay nada más lindo que la familia unida” suelen acompañarlas imágenes de largas mesas, llenas de comida y vasos, botellas y gente, mucha gente reunida, y en general gritando, vociferando, comiendo. Es la típica estampa de la familia italiana que para el imaginario argentino tiene una larga tradición mediática, desde Los Campanelli a Los Benvenuto, desde los abuelos propios o ajenos a la maraña de películas del neorrealismo italiano. Hay una impronta, un algo esencial que parece unir los conceptos familia e Italia. La familia que nos presenta Milena Agus (Génova, 1959) en esta, su primera novela, no es la excepción, porque, como allí mismo se dice “en todos lados se cuecen habas”. Es verdad que hay pocos gritos en esta novela. Es verdad que en Mientras duerme el tiburón no hay mesa puesta, no hay fiesta, y casi no hay comida. Sino un grupo pequeño de personas reunidas por el azar genético, sutilmente emparentadas por ese hilo invisible que a veces tiene que ver con el amor.

Los Sevilla Mendoza son una familia sarda “desde el paleolítico superior”, aunque el apellido no lo demuestre. Con esa primera desviación sobre la identidad y el nombre, se va construyendo una historia, de a pequeños capítulos que parecen autónomos al principio, pero que se van entrelazando, también sutilmente, como una familia de capítulos que, sin querer, son una novela. A los integrantes de la familia, madre, padre, hija, hijo, con tía y abuela y pretendientes de la tía incluidos, a todos, les cuesta saber qué quieren, o mejor, les cuesta querer algo. La vida les pasa sin querer y no pueden concentrarse, hacer foco, lograr un objetivo. El amor va a ser también una desviación, una pregunta retórica (al amor, ¿hay que disfrutarlo?), las profesiones, todas en lugar de alguna cosa que podría gustar más. Y además, hay un Dios para cada uno, porque, ¿cómo Dios va a ser uno e inmutable? En esta novela todo es opinable, todo puede ser coral, todo lo definible puede ser esperanza y escepticismo en partes iguales: “Porque, quizás, alguna vez todo es diferente.”Y entonces está cuestionada la idea de destino, porque los destinos se tuercen. Y si la familia funcional, el romance o los deseos se deshacen, queda algo que se llama “el refugio”, que es como permanecer en el vientre del tiburón, mientras duerme. Mediante acuerdos tácitos, ante las ausencias y los planes fallidos, la familia resiste, se acomoda, se agazapa, permanece en los tiempos, permanece. Porque lo contrario sería desistir y dejar de existir. Milena Agus ha escrito también numerosos libros de cuentos, entre ellos, La mujer en la luna, El mejor mundo posible y La imperfección del amor.