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Una familia violenta

Periodista:
Hugo Caligaris
Publicada en:
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La cena es engañosamente cómica al principio. Está estructurada en pasos, como una comida. Las dos primeras partes, "Aperitivo" y "Entrantes", podrían parecer escenas de una comedia de Woody Allen: dos hermanos y sus respectivas esposas se citan en un restaurante esnob y carísimo. El que invita es Serge, el mayor, un político que desea aparentar y ser visto junto a su bella y un poco tonta Babette. El que no puede soportar ni el aburrimiento ni los comentarios gastronómicos del chef es Paul, el menor, irónico e inteligente, casado con la listísima Claire. Ya en la siguiente estación de la comida, "Segundo", se comienza a entender que, a diferencia de otras veladas semejantes, esta vez hay algo que los cuatro comensales tienen forzosamente que discutir.

Deben decidir cómo manejarán un incómodo secreto, imposible de mantener como tal por mucho tiempo. Los hijos de las dos parejas, los primos Michel y Rick, han asesinado a una linyera que dormía en el recinto de un cajero automático. La han matado porque sí, porque les molestaba su olor, porque les quitaba lugar frente al teclado cuando iban a retirar un poco de dinero. Los padres se han enterado por azar, por mensajes grabados en los teléfonos celulares, y ahora deben resolver si denunciarán el crimen o si harán lo que puedan para esconderlo.

Es una encrucijada cargada de significados: se plantea, por un lado, el conflicto, muy actual, entre los que tienen y mandan y los inmigrantes indefensos. Por otra parte, está el tema de los límites de la protección filial, la desorientación de los niños ricos que padecen anomia o tristeza y los cuestionados prejuicios de la vieja moral. Con tanto "mensaje", La cena podría quedar empantanada en su propio discurso, pero una vuelta de tuerca inesperada le da a la historia un matiz más rico. Comienza a pesar de modo decisivo en el conflicto el factor hereditario, la transmisión genética de la violencia. Quienes hayan visto El video de Benny encontrarán más de una analogía entre esta película de Michael Haneke y el demoledor relato de Koch.

Lo que acentúa el efecto que causa el libro es que Koch no opina ni juzga: la voz que narra los sucesos es la de Paul, y es una voz enferma. Provoca a veces compasión, a veces risa y la mayor parte del tiempo horror. El éxito se construyó con recomendaciones boca a boca: La cena a la vez espanta y atrae.