La nueva novela de Maristella Svampa, una crítica a los poderes político, económico y mediático
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- Alejandro Frías
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En los últimos años, la Argentina ha vivido un proceso de recuperación de los espacios públicos de parte de los intelectuales para discutir políticas e ideas. Más allá de los sectores a los que cada habitante argentino adhiera, no se puede negar que esta multiplicación de espacios de discusión no hace más que generar la posibilidad concreta de aspirar a un futuro en el que el debate serio sea parte de la construcción del mañana.
Una de las personas que participan activamente en estos debates es Maristella Svampa, quien acaba de lanzar una nueva novela, Donde están enterrados nuestros muertos (Edhasa), la crónica del reclamo de justicia de parte de una madre que pierde a su hijo en un accidente en el que está involucrada una empresa minera que ha alterado la tranquilidad de un pequeño pueblo de la Patagonia.
Cinco Cruces se llama el espacio en el que se desarrolla la nueva novela de Svampa y el tiempo en el que trascurre es el nuestro, un momento en la historia del país en el que (como muchos otros) se ponen en duda las connivencias entre los poderes políticos, económicos y de los medios de comunicación.
Svampa retrata en Donde están enterrados nuestros muertos una situación que sigue siendo parte de la realidad del país: la capacidad de que los poderes se corrompan con facilidad en los pequeños poblados. Pero el reclamo de una madre puede ser más sólido y persistente cuando lo que está en juego es la justicia ante la muerte de un hijo.
El cuestionamiento a los poderes está presente a lo largo de toda la novela, lo mismo que la fortaleza femenina por encima del conformismo de toda una sociedad cegada por los preparativos para la conmemoración del centenario del pueblo y por la ilusión de que una empresa extranjera lleva trabajo y progreso a un pueblo, sin que el costo del daño ambiental pueda ser percibido por sus habitantes.
La nueva novela de Svampa va directo al meollo de los problemas que el silencio que generan el miedo y la ignorancia suelen generar, poniendo en relieve el papel que la mujer con su fortaleza puede ejercer ante la injusticia.
A propósito de la publicación de Donde están enterrados nuestros muertos, MDZ Online se comunicó con Maristella Svampa para consultarla sobre algunas percepciones que surgen de inmediato al leer la novela.
- Hay un pintor entrevistado en la novela, Garibaldi, quien dice que "Cinco Cruces es una cruel metáfora del país". ¿Ves a la Argentina sumida en una situación como la de Cinco Cruces?
- Donde están enterrados nuestros muertos es una novela que entrelaza diferentes historias que tienen lugar en un pequeño pueblo, al cual se le promete el progreso en nombre de la enajenación del destino colectivo. Hay pobreza, hay asimetrías, hay corrupción. Se percibe también un alineamiento entre poder económico, poder político y poder mediático. Pero también hay brechas. Es, en ese sentido, una novela que pone al desnudo esas otras historias, ese otro país que busca minimizar el discurso oficial. Salvando las distancias, podría ser la historia de pequeños pueblos como Loncopué o Famatina, aunque en Cinco Cruces las resistencias más bien sean incipientes.
- ¿Sentís, como sentí yo como lector, que la novela está muy atravesada por tu trabajo como socióloga?
- Siempre cuento que la ficción se apoderó de ciertas zonas experienciales de mi vida. La Patagonia, la vida en los pequeños pueblos, mi conocimiento sobre el mundo popular, las luchas sociales, la megaminería, entre otras cuestiones, están ahí y fueron materia de inspiración de mi novela. Eso no quiere decir que la novela esté determinada por mi trabajo como socióloga. Son caminos que se entrecruzan. Escribo literatura desde siempre, y tengo un vínculo autónomo y genuino con ella. Quizá esto choque con el doble prejuicio que tenemos instalado en nuestro país. El primero tiene que ver con que hay una tendencia al etiquetamiento fácil, que coarta la posibilidad de afianzar un registro verdaderamente anfibio de trabajo. Es como si se hubiera instalado un mandato de hiperprofesionalidad que obtura y cuestiona cualquier apuesta intelectual que busque incursionar en más de un campo a la vez. El segundo alude a que en Argentina la novela social y política no está a la orden del día, más aún, existe una gran desconfianza, como si una apuesta de este tipo atentara contra la autonomía de la literatura o bien no buscara otra cosa que instalar un relato pedagógico o moralizante. Yo encuentro que en nuestro país hay una literatura interesante alrededor de la ironía, de la búsqueda de originalidad e incluso de la exposición del yo, pero no es la tradición en la cual me identifico. Por eso insisto en que me reconozco más en otras tradiciones literarias, como en la narrativa peruana, por dar un ejemplo, donde hay autores, muy diferentes entre sí, que incorporan con naturalidad la realidad política y social, más aun, la actualidad, sin renunciar por ello a la autonomía de la literatura ni derivar en discursos moralizantes. Y terminan construyendo una novelística muy potente.
- Hay un cuestionamiento a los poderes político, económico y de los medios en la novela. ¿Es el mismo cuestionamiento que les hacés a esos poderes en la Argentina actual?
- Creo que el lector tiene que hacer su propia lectura. En todo caso, escribí una novela que cuenta historias, sufrimientos y sentires de gente común. Este es el caso de Rosana [protagonista de la novela], cuyo destino se ve alterado por una tragedia, como es el caso del accidente que sufre su hijo, a partir del cual comienza a hacer un reclamo de justicia. Esa es la punta del ovillo a partir de la cual comienzan a visualizarse otras historias que ponen en vilo otras vidas: la cuestión de la trata, la presencia fugitiva de las camionetas doble cabina pertenecientes a una gran empresa minera van desnudando las claves del poder que manejan la vida y la época de Cinco Cruces.
Alejandro Frias