Relaciones borrascosas
- Periodista:
- Laura Galarza
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Ralph Truitt, el hombre que espera en el andén de un pueblo perdido en Wisconsin a la mujer que respondió a su aviso, es, ante todo, un hombre atormentado. Dueño del lugar y de la gente que trabaja en sus fundiciones, poderoso y temido, busca “esposa para fines prácticos, no románticos”. Bien comparada con la escritura de Brontë o Du Maurier, la historia de Una esposa de fiar se desliza en sentido contrario al amor. Con aires góticos pero precisos, Goolrick ahonda en lo peor que nos une al otro. “De algunas cosas se puede escapar, pero no de la mayoría”, piensa Truitt, cuya madre nunca lo sostuvo en brazos. “Cuando naciste ya eras malo y serás un hombre malo”, le repetía ella hundiendo una aguja caliente en la palma de su mano para mostrarle lo que era el infierno.
Y la vida que Ralph Truitt y su esposa por encargo, Catherine Land, intentan llevar juntos, se parece bastante al infierno. Sepultados por una nieve persistente y enceguecedora, en una mansión tan lujosa como vacía, ambos esconden sus verdaderas intenciones para con el otro. Pero de eso oculto, el lector sabe. Y esa manera de contar como a espaldas de los protagonistas es la que funciona como afrodisíaco para la lectura. De buen pulso, Goolrick va orquestando giros en la trama volviéndola compleja y sofocante, a la que suma en una segunda parte, la entrada de Tony Moretti, el supuesto hijo de Truitt. Entre los tres va a tejerse una telaraña de traición y erotismo que no huele a triángulo sino a algo más hondo, indecible. Con una estética del detalle cargada de sensaciones, carruajes que vuelcan en la nieve, grietas que se abren en el hielo, lo que se cuenta es de lo seco y mortal que cada uno lleva dentro. Eso que hace que la vida nunca gire en el sentido que queremos: “Divisar una orilla lejana y saber que no la alcanzarías”.
Una esposa de fiar es la ópera prima de Robert Goolrick, un ex publicista oriundo de Virginia, maduro, de edad incierta y a punto de ser traducido a trece idiomas gracias al boca a boca del público. Goolrick cuenta que el día en que se decidió a escribir, caminaba por Manhattan. Ve a un joven tirado en la vereda. Un “chico bien”, que no debería estar ahí, piensa Goolrick mientras tira una moneda en la lata, y sigue. Pero después da unos pasos y se vuelve. “¿Qué te pasó?”, le pregunta. El chico se incorpora un poco, responde: “No sé, de pronto todo se vino abajo”. Ese día al llegar a su casa y de un tirón que duró dos meses, Goolrick escribió su autobiografía y más tarde la publicó en una pequeña editorial (El fin del mundo tal como lo conocemos, 2007). En ella narra sin lamento ni concesiones a un padre abusador y una madre infame en un entorno acomodado. La historia que alguna vez su abuela le pidió que no contara: “Si lo haces, algo malo va a pasar”.
La crítica interpreta que a la vida de Goolrick y a su obra, sólo los distancia la época y el escenario elegido. Que Una esposa de fiar es una réplica de su propia condena. Goolrick, responde desde la literatura: “Todos deberían leer Wisconsin Death Trip, a mí me cambió”. Este libro, del fotógrafo Michael Lesy, es una crónica que retrata la historia de un pueblo rural en Wisconsin a principios del siglo XX. Las fotos funcionan como una denuncia acerca de la creciente industrialización que derivó en crímenes, enfermedad y violencia.
En la novela de Goolrick y en el pueblo que hace de escenario, la gente también hace cosas incomprensibles. Como matar a sus hijos, por ejemplo. “Son cosas que pasan”, dice el narrador en off. “Son personas.”
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