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Liberación o dependencia

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En 1968 las Naciones Unidas determinan que la planificación familiar es un derecho humano: la autodeterminación sexual y reproductiva. El mismo año la encíclica papal Humanae Vitae sale a discutir la determinación normativa anterior, aceptando solamente, como método de regulación de la natalidad (y como concepción moral y política de la vida sexual y reproductiva), la abstinencia sexual. Son dos mojones que materializan, históricamente, las tensiones entre lo personal y lo político, lo personal y lo moral, y que organizan buena parte del análisis sobre sexualidad y política en los ’60 en La revolución de la píldora de Karina Felitti, doctora en Historia e investigadora en el Conicet, “feminista y madre”, según sus palabras. Como ella lo explicita, el libro quiere ser, además de la actualización de un tema poco explorado en la historiografía, “un aporte desde la academia al activismo político” por un “orden de género más justo”, a partir del “paradigma de la igualdad de derechos” (y conociendo los límites de la homogeneidad presupuesta en la “igualdad” y la “autodeterminación”). Más acá, la apuesta concreta del texto es, por un lado, recordar que el derecho a la reproducción y a la sexualidad es un hecho que exige, con el estudio y un proyecto de desarrollo coherente con sus resultados, su más eficiente realización. Por otro, por medio de un análisis metodológico riguroso y exhaustivo que refresca y acerca un ignoto estado de la cuestión, busca poner en escena el debate por la despenalización del aborto, inscribiendo su intervención en el amplio contexto de la “actual legitimación de los derechos humanos” y de las recientes sanciones legales sobre derechos sexuales y de género.
La revolución de la píldora: sexualidad y política en los sesenta. Karina Felitti Edhasa 222 páginas

Como el título lo anticipa, la creación de la píldora (o pastilla) anticonceptiva en los años ’60 en Estados Unidos constituye una “revolución” en la historia de la anticoncepción y de la sexualidad. De acuerdo con la autora, habría una relación “no unívoca pero sí relevante” entre “revolución sexual” y “revolución anticonceptiva” (y, de manera más mediatizada, con la “revolución social y política” de la época). Esto es: por primera vez, en virtud de que la sexualidad puede separarse con eficacia de la reproducción, el vivir sexual es experimentado con menos constricciones. Si bien el nuevo método anticonceptivo se difunde rápidamente, no tardan en aparecer tensiones políticas y dilemas éticos, que congelan, sólo en este punto, diferencias partidarias: ¿liberación, pérdida de soberanía nacional, innegable negocio de las industrias farmacéuticas y/o dominio sobre el cuerpo femenino? A partir del dramático diagnóstico de la “explosión demográfica” en la segunda posguerra se despierta, sostiene Felitti, el temor “en Estados Unidos y otros países desarrollados” por el gradual agotamiento de “recursos naturales, el deterioro ambiental, el colapso del sistema de seguridad social y la radicalización de sectores marginales”, temor que parece agrandarse cuando el “mismo” problema se traslada a países pobres e inestables políticamente. La planificación familiar se propone como la respuesta rápida y efectiva, como solución dirigida. Pero, simultáneamente, desde otra lógica, se patentiza la necesidad de una regulación de la natalidad como respuesta cultural de buena parte de la sociedad (principalmente, como demanda femenina), síntoma de valores, creencias y deseos diferentes para la vida privada y la intimidad que parten de cambios en las relaciones de género, modelos familiares, matrimoniales y de pareja, en la moral sexual en general, y en la mayor participación laboral, política y educativa de la mujer. La singularidad del caso Argentina, cuya sostenida caída de la natalidad ha actualizado en varios momentos la ficción del “país vacío”, revela una tendencia dominante a un fuerte discurso natalista. Ha habido, en “estos años de ambigüedad, restricciones y compromisos”, una labilidad apática o indiferente de las políticas de planificación familiar que llevó a que el campo médico (junto a militantes, religiosos y otros) decidiera hacerse cargo de programas sociales que, no sin obvios conflictos, hablaban y actuaban desde la ciencia, la moral y la política.

Al mostrar que los debates alrededor del uso de la píldora se tiñeron de consideraciones geopolíticas, biopolíticas y morales, la autora focaliza, desde su específica perspectiva, el histórico problema capitalista entre el individuo y la sociedad, los derechos y las prerrogativas, lo íntimo y lo público. Karina Felitti responde con el “principio de libertad de conciencia” y su libro, felizmente, invita a pensar en las posibilidades reales de que ese principio comience a ser un hecho.