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El regreso de una distinción con más de cien años de historia

Periodista:
Silvina Friera
Publicada en:
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Un Estado inclusivo podría compararse con un techo construido a partir de un puñado de vigas extremadamente sólidas. Algunos de esos pilares, casi siempre por desidia, se agrietan. El abandono, además de injusto, posterga derechos. Volver a poner en funcionamiento los Premios Nacionales era una tarea pendiente. Medulares en la configuración del canon en la literatura, la dramaturgia y la investigación, legitimadores de escritores y escrituras, de identidades melódicas y de modos de explorar las tensiones de clase, de género y las históricas, los PN regresaron: Después de once años, la Secretaría de Cultura de la Nación anunció ayer los ganadores en las categorías Poesía, Texto Dramático, Ensayo Político, Ensayo Psicológico y Música (Tango y Folklore), con obras publicadas, estrenadas, representadas o exhibidas en el período 2007-2010. La poeta Diana Bellessi obtuvo el primer Premio en Poesía con Tener lo que se tiene (Adriana Hidalgo); el dramaturgo, director y actor Rafael Spregelburd fue elegido por la pieza La terquedad; el sociólogo Eduardo Grüner ganó con su ensayo sobre Haití, La oscuridad y las luces (Edhasa); Alejandro Antonio Dagfal fue distinguido por su investigación Entre París y Buenos Aires; y Teresa Parodi por “Aún caminan conmigo”, canción dedicada a los desaparecidos incluida en el CD Autobiografía.

La bulliciosa muchachada de la comunidad artística desbordó la tribuna del Palais de Glace. Tom Lupo, con esa chispa de irreverencia y locuacidad que es su bandera vital, ofició de conductor de una ceremonia que alimentó las expectativas. “Los Premios Nacionales vuelven a jugar el papel medular de las intervenciones culturales promovidas por el Estado: estimular y reconocer la creación artística y el trabajo intelectual, desmarcándose de las reglas de juego que impone el mercado”, preludió el locutor, antes de proponer un recreo musical a cargo del Cuarteto Gran Tangó. Del primer llamado que puso en la palestra de la agenda cultural otra vez los PN participaron 282 autores de 15 provincias argentinas. Se presentaron 35 obras musicales, 42 textos dramáticos, 161 libros de poesía, 30 ensayos políticos y 14 psicológicos. En cada categoría, el ganador del primer PN se alzó con 50 mil pesos y una pensión vitalicia al momento de jubilarse, equivalente a cinco jubilaciones mínimas; monto que hoy se traduce en 7170 pesos. El segundo premio se llevó 30.000 mil pesos y el tercero, 17.000.

Rodolfo Hamawi, director Nacional de Industrias Culturales, recordó que la última producción premiada fue en 2000 y que estos reconocimientos son anteriores a toda forma institucional de intervención del Estado nacional en el campo de la cultura. Los PN arrancaron en el siglo pasado, en 1913. “Durante demasiado tiempo la acción del Estado hacia los productores de cultura se redujo al té en la Recoleta y los premios una vez al año. El estímulo a la producción y el reconocimiento a nuestros máximos creadores deben articularse con políticas que impulsen la proliferación de espacios de creación y faciliten el acceso a la cultura. Buscamos que los buenos libros tengan cada vez más lectores, que las películas, las obras teatrales y musicales sean disfrutadas por más compatriotas”, afirmó Hamawi. El director de Industrias Culturales ponderó el hecho de que los primeros premios incluyan una pensión a la hora de la jubilación. “Aunque sea para pocos, marca un camino que el país deberá recorrer en el reconocimiento de nuestros creadores como trabajadores de la cultura”, agregó Hamawi, y luego anunció que el próximo año se premiarán las categorías Literatura Infantil, Comedia Musical y Teatro Infantil, Jazz y Melódico, Ensayo filosófico y Ensayo pedagógico correspondientes al período 2008-2011.

Después de las palabras del secretario de Cultura, Jorge Coscia (ver recuadro), y de José Luis Castiñeira de Dios, director Nacional de Artes y jurado de Música, llegó el momento de revelar las incógnitas. La categoría que estampó el punto final a tanto suspenso fue la poesía. El jurado integrado por María del Carmen Colombo, Américo Cristófalo, Daniel Freidemberg, Jorge Monteleone y Jorge Panesi eligió tres menciones especiales: Delfina Muschietti, primera mención por Amnesia; el sanjuanino Jorge Leónidas Escudero por Aún ir a unir –segunda mención que recibió uno de sus editores, Javier Cófreces, de Ediciones en Danza–; y el cordobés Silvio Mattoni por su antología El descuido, tercera mención, ausente con aviso que por esas paradojas del destino estaba presentando, a pocas cuadras, un libro suyo sobre Bataille. El desfile de poetas hacia el escenario fue de lo más nutrido. Claudia, la hija de Hugo Gola, recibió el tercer premio que ganó su padre por Retomas. El segundo premio y “la primera dama” de la poesía argentina suscitaron prolongados aplausos y ovaciones. Arturo Carrera fue distinguido por Las cuatro estaciones; Diana Bellessi, emocionada ante tantos mimos, por Tener lo que se tiene.

El rubro Texto Dramático fue el más austero: no hubo menciones especiales. Ricardo Bartís, Raúl Brambilla, Mauricio Kartun, Ricardo Monti y Alejandro Tantanian, los miembros del jurado, le concedieron el tercer premio a Rafael Bruza por Tango turco, estrenada en 2009, bajo la dirección de Lorenzo Quinteros; el segundo a Jorge Accame por Segovia (o de la poesía), dirigida por Villanueva Cosse en 2007; y el primero a Rafael Spregelburd por La terquedad. Otra categoría prolífica resultó el Ensayo Político. El jurado integrado por Oscar del Barco, Horacio González y Diego Tatián distinguió con la primera mención a Ricardo Forster por La anomalía argentina; la segunda fue para Claudia Hilb por Silencio, Cuba; y la tercera a José Fernández Vega, por Lo contrario de la infelicidad. La escalera hacia el podio de los PN en este rubro se completó con el tercer premio al politólogo y sociólogo Vicente Palermo por Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea; el segundo a Horacio Verbitsky, columnista de Página/12, por Historia política de la iglesia argentina; y el primero a Eduardo Grüner, por La oscuridad y las luces.

Cuesta creer aún que hace dos días murió el Chango Farías Gómez, miembro del jurado en la categoría Música, junto a Juan “Tata” Cedrón, Manolo Juárez y Castiñeira de Dios. Diego Schissi recibió la primera mención por el disco Tongos, tangos improbables; Leopoldo “Polo” Martí, la segunda, por “Cueca de lejos”; y el violinista Ramiro Gallo, la tercera, por “Arte popular”. El tercer premio fue para el pianista y compositor Carlos Enrique Aguirre por “Casa nueva”; el segundo para Mario Herrerías, también pianista y compositor, por “Boomerang”; y el primero para Teresa Parodi, por “Aún caminan conmigo”. A esta altura de la noche, el dream team de los premiados estaba prácticamente en marcha. Sólo restaba la categoría Ensayo Psicológico. Las menciones especiales asignadas por Jorge Alemán, Alicia Azubel, Ana María Fernández, Germán García y Alicia Stolkiner, los integrantes del jurado, reconocieron a Ana María Sarrat por Una escuela para todos (la primera), Diana Cohen Agrest por su texto Por mano propia (la segunda) y Julio Alberto Granel, por Teoría psicoanalítica del accidentarse. Los tres punteros de la categoría cerraron esta edición. El tercer premio lo obtuvo Emilio Alfredo Vaschetto por Los descarriados. Clínica del extravío mental: entre la errancia y el yerro; el segundo quedó en manos de Juan Eduardo Tessone, por En las huellas del nombre propio; y el primero fue para Alejandro Antonio Dagfal, por Entre París y Buenos Aires.

“Esta noche, como Riquelme, me siento feliz”, proclamaba Bellessi, resfriadísima pero dichosa, a quien se cruzara en su camino, con el diploma en papel calco apergaminado, con el escudo nacional impreso a cuatro colores, que recibió. “Muchos me habrán escuchado ejercer un fuerte sentido crítico, porque a los artistas se les suele otorgar más honores que apoyo material, que es casi inexistente”, recapituló la poeta. “Hoy debo decir que este Premio apunta a modificar ese estado de cosas y que, en lo personal, me da tranquilidad y reaseguro económico, algo tan importante para un artista como para cualquier otra persona.” La primera dama de la poesía argentina admitió que fue “un honor” estar en la terna de los premiados junto a Gola y Carrera, dos poetas que admira. “Espero que a partir de ahora, con un Estado al que le importan los ciudadanos, al que le importa la gente, el Premio recupere su continuidad para beneficio de muchos y excelentes poetas argentinos que lo merecen tanto como yo. Si bien, como dice el poeta catamarqueño Luis Franco, ‘toda pompa es fúnebre’, no soslayo el honor que este Premio significa para mí y para la poesía como género. Por eso lo agradezco profundamente, en mi nombre y en el de todos los poetas que lo recibirán a partir de ahora.”

“Pasó una cosa graciosa”, comentó Grüner, primer PN en Ensayo Político, a Página/12. A cada paso que daba después de la ceremonia, recibía un abrazo, una felicitación. Podía ostentar el record del hombro izquierdo más palmoteado de la jornada. “Un amigo, enterado de mi posición más bien crítica hacia el Gobierno y de mi afecto intelectual por Sartre, me acaba de provocar diciéndome: ‘¡Qué buena ocasión para rechazarlo!’. Como hizo Sartre con el Nobel, se supone. Nunca fue esa mi intención, por supuesto”, subrayó el sociólogo, que en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias apoyó la candidatura presidencial de Jorge Altamira por el Frente de Izquierda de los Trabajadores (FIT).

–¿Seguro que no se le cruzó la idea de emular a Sartre?

–Seguro (risas). Para empezar, jamás se me pasaría por la cabeza compararme con Sartre; mucho menos comparar al Estado argentino con la Academia Sueca. La Academia es patética, tuvo la soberbia y la hipocresía inauditas de negarle el premio a Borges. Quiero subrayar lo del Estado porque este no es un premio otorgado por un gobierno. Es cierto que este gobierno revivió algo que estaba discontinuado desde hace más de una década, y hay que reconocérselo. Pero justamente eso significa que antes fue entregado por otros gobiernos, ejerciendo mal o bien una política de Estado. Claro, uno siempre puede cuestionar que el Estado se meta con la cultura, aunque sea para premiarla. Y uno puede cuestionar que se premie a los intelectuales como si tuvieran algún privilegio especial. A riesgo de parecer populistas, digamos que a nadie se le ocurre premiar a los obreros, los campesinos, los vendedores ambulantes o las amas de casa. Y uno puede cuestionar que la premiación de libros u obras de arte es un evidente síntoma de la mercantilización de la cultura, en conflicto irresoluble con un bienvenido reconocimiento simbólico. Uno puede incluso cuestionar que exista el Estado, o que tenga la forma que tiene. Pero, hay que ser honestos: los premiados nos presentamos para ser premiados, no nos cayó el premio como rayo en día sereno (risas).

Lo que caía como un rayo, en esta noche festiva, era la imposibilidad de hablar en continuado con los ganadores. El desvío de la conversación parecía una fija en el Palais de Glace. “Si los premiados nos presentamos, aceptamos un estado de cosas. Nos complicamos con él, al menos hasta que seamos capaces de cambiarlo”, advirtió Grüner. “A veces estas debilidades nos fortalecen, a veces no. Depende de cada uno; la historia sigue con o sin nosotros. No hay que darle excesiva importancia. Corresponde, sí, agradecerle al jurado de lujo, riguroso y escrupulosamente pluralista que tuvimos. Y aclaro, por si hace falta, que pensaría lo mismo aunque no me hubieran premiado.” El autor de La oscuridad y las luces mencionó especialmente a León Rozitchner, internado desde febrero. “Si bien no pudo estar en el jurado, es el principal responsable de que el libro premiado haya sido escrito”, reconoció uno de sus discípulos. “Y corresponde que le agradezca al Estado argentino, sin mella de las críticas que le continuaré haciendo. Lo cortés no quita lo valiente, nobleza obliga. Confieso no sentir la más mínima culpa –ni psicológica, ni política, ni metafísica– por haber recibido este premio, aunque tal vez otros lo merecieran más que yo. Ya sé que nadie me preguntó esto explícitamente, pero a veces contestar lo que no se pregunta puede ser una forma de hacer política con las palabras. De eso se trata la escritura, ¿no?”