"Desconfío de los libros que me dan demasiado trabajo"
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- Maximo Soto
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Gracias a la distribución de «Ha dejado de llover» de Andrés Barba, editado por Anagrama, se supo que el destacado escritor español hace más de un año que vive en Buenos Aires, y ya planea volver a su Madrid natal. Barba es uno de los más destacados escritores jóvenes de lengua española, así lo afirma la consagratoria revista «Granta». Licenciado en Filología Hispánica, es narrador, ensayista, traductor y fotógrafo. Lleva publicados 10 libros de ficción literaria (entre ellos los premiados «El hueso que más duele», «Versiones de Tersa», «Muerte de un caballo»), 3 novelas para chicos y el ensayo «La ceremonia del porno».
Dialogamos con él en el bar de una librería de Palermo Soho, barrio donde vive.
Periodista: ¿Cómo uno de los más destacados de la reciente narrativa de España, transita desde hace un año por Buenos Aires como un desconocido?
Andrés Barba: Un escritor nunca es Mick Jagger. Cuando vivía en la Residencia de Estudiantes de Madrid, vino a vivir durante unas semanas el poeta irlandés Seamus Heaney. No hablaba nada de español ni conocía la ciudad, y el único que hablaba inglés allí era yo, así que estuve durante 20 días paseando por Madrid con un Premio Nobel y no nos pararon ni una sola vez. Fue una especie de parábola moral. Una gloria literaria, a no ser que además de escritor sea otra cosa, un personaje público o esté en el dominio público por una razón, puede pasar absolutamente desapercibido. Esa es una gran ventaja del escritor célebre, respecto a celebridades de otros ámbitos que no pueden escapar.
P.: ¿Cree que hay cierta desconexión entre la literatura de España y la de América Latina?
A.B.: No creo que la desconexión sea total. En España hay gran interés por la literatura contemporánea argentina. Piglia, Pauls, Kohan, Caparrós, son figuras literarias también en España, y muy reconocibles. Y en algunos casos me da la impresión que venden más libros en España que aquí. Aira es un caso distinto porque ha tenido una fortuna editorial un poco diferente, mucha de su obra no se puede comprar en la península. Los escritores españoles tienen aquí un problema de circulación. El mundo literario argentino es más autónomo, está interesado en la literatura internacional y en las literaturas latinoamericanas circundantes, pero con España la relación es compleja. Es una especie de amor-odio. Necesita de la aprobación peninsular pero al mismo tiempo desprecia un poco su literatura sin decirlo abiertamente. Literariamente el argentino es un mundo complejo, y se lo entiende mejor cuando se está aquí. Pareciera que el haber tenido que rendir pleitesía durante tantos años ha generado natural aversión a lo que se produce en España. Autores consagrados allá, figuras literarias de primer orden en el panorama narrativo español que aquí son perfectos desconocidos.
P.: Usted se hizo conocer hace unos diez años con la película «La hermana de Katia», que aquí se vio en un festival de cine ¿Empezó su carrera con un guión cinematográfico?
A.B.: «La hermana de Katia» fue mi segunda novela y tuvo varias traducciones a distintos idiomas. A través de la traducción holandesa lo leyó el marido de la directora Mijke de Jong, que es guionista, y le propuso convertirla en una película. Fue una producción ruso-holandesa. Una de esas películas independientes y de bajo presupuesto del cine europeo que recorren los festivales de cine independiente del mundo.
P.: Además de vivir en la Argentina, estuvo en otros países, por ejemplo, como profesor en las universidad de Maine, Estados Unidos.
A.B.: Viví en Italia, también, en Alemania, en Hungría, en fin, anduve rebotando.
P.: ¿Si bien pareciera haber buscado alejarse de Madrid, vuelve allí cuando escribe, por ejemplo, «Ha dejado de llover»?
A.B.: Es un retrato de Madrid, en cierta medida. Tenía ganas de hacer una especie de «Dublineses» revisitado de mi propia ciudad. Carmen, mi mujer, me dijo que las historias que cuento se podrían trasladar perfectamente a barrios de Buenos Aires. Pienso que eso se podría hacer con Berlín o París, con barrios reconocibles, con gente de clase media baja, clase media alta, burguesía acomodada. Luis Magrinyà, maravilloso escritor español, que admiro y que aquí no se conoce mucho, en su último libro, «Habitación doble», tiene un conjunto de textos cercanos a los míos de «Ha dejado de llover», que yo digo que es una «novela de nouvelles», él llama a los suyos «instalaciones narrativas» y ésa es una terminología muy acertada, porque son novelas de dos o tres personajes en un espacio, que es literalmente una instalación. La idea de «Ha dejado de llover» es de novelas de cámara. Da la sensación de haber leído una novela, de haber tenido esa experiencia, cuando en realidad sólo se han leído 50 páginas. Es un género muy poco tratado en lengua española, y en literatura latinoamericana, es un diseño más bien anglosajón. Y es un género que admite muchísimas posibilidades.
P.: ¿Reescribe mucho para condensar en pocas frases una fuerte densidad narrativa y hacer imaginar situaciones y caracteres?
A.B.: Desconfío de los textos que me cuestan mucho. Si me empiezan a costar mucho están envenenados de raíz. Soy muy poco dado al voluntarismo literario de quienes revisan y revisan y lo pasan mal. Cuando lo paso mal escribiendo se me encienden todas las alarmas porque algo está mal en el texto. Lo que hago es tirar mucha producción. «Ha dejado de llover» tiene 4 nouvelles de 50 páginas. En realidad escribí 8, el doble. He descartado 4 historias y unas 400 páginas, y allá quedarán. Cuando intenté recuperarlas no levantaron vuelo para nada.
P.: ¿Qué buscó explorar con historias que tratan sobre la dificultad de los vínculos, la fragilidad de lo humano, la búsqueda de intentar conocer al otro, entre muchas otras cosas?
A.B.: Hay veces que estamos girando como un satélite alrededor de algo sin darnos cuenta que en realidad estamos haciendo variaciones sobre una misma cosa. Al terminar «Ha dejado de llover», que quería que fueran un conjunto de historias urbanas, me di
cuenta que todas las nouvelles iban de lo mismo, de un problema que terminaba. Alguien tenía un conflicto del que entendía algo, tenía una pequeña epifanía, una comprensión de una situación o de una persona, y esa comprensión suponía el final de un problema. Todas son variaciones sobre eso. En realidad es un tema literario muy bonito, no un problema que termina. A diferencia de otras cosas que he escrito, son muy optimistas. Y si son un poco melancólicas, es por aquello que decía Nelson «sólo hay una
cosa más melancólica que perder una batalla, ganarla».
P.: En la nouvelle «Paternidad» un joven triunfador de la música pop, conquista a una chica, se van a vivir juntos, de pronto ella le dice que es millonaria, que está embarazada, luego lo planta y la historia se vuelve de novela.
A.B.: Me interesa el mundo de las celebridades medias. Diane Arbus, fotógrafa que me apasiona, cuando se suicidó tenía en la
mesa el proyecto «Ganadores», fotos que iban de un premio de ajedrez de barrio al Premio Nobel o el Oscar. Todas estaban cubiertas de la melancolía del ganador, la melancolía esencial de las celebrities. Mi celebritie de tercera fila, en realidad es un pasmado. No registra su celebridad ni casi nada de lo que le sucede, y el hijo es lo que lo despierta al mundo. Logra vivir su
paternidad de manera intermitente. De pronto está asistiendo a un niño, y no hay nada que cambie más rápidamente que un niño.
Cada vez va al encuentro de un niño que ya no existe, porque cada semana el niño ya es otro. Va como preparado para tratar con el niño de la semana pasada, y ese ya no existe más. Corre detrás de un niño fantasma. Eso me parecía un tema narrativo muy poderoso. Y muy parecido al amor, en cierto sentido, en eso de ir tras un fantasma.
P.: Otro de los temas es la relación conflictiva madre-hija.
A.B.: No hay mujer a lo que eso no le signifique uno de los puntos clave de la formación de su carácter. El legado, la herencia, entre las mujeres es muy interesante y no voy a improvisar sobre eso en esta ciudad de gente tan psicoanalizada (ríe). Lo femenino está
rodeado por una nube de corrección política impresionante, cuando se lo deriva hacia otro lugar las mujeres lo agradecen porque se parece a su experiencia real.
P.: ¿Qué autores siente que lo han influenciado?
A.B.: Mi padre más evidente es Henry James. En él, y en autores que están a su alrededor, descubrí el tipo de literatura que quería hacer. Una literatura más relacionada con los afectos que con las ideas, y con las cosas básicas de la experiencia vital. Una literatura que no brinda fórmulas para vivir pero ayuda a entender la vida. Soy un lector compulsivo y por temporadas me fijaba en un autor y leía toda su obra. Entre los de esa obsesión están Sartre, Maupassant, Clarice Lispector, Thomas Mann, que probablemente sea el escritor del siglo XX, era un escritor de ideas que consideraba que la literatura era un vehículo a través del cual se podía interpretar el mundo.
© Máximo Soto, Ámbito Financiero