“La maternidad como destino ha dejado de ser una idea hegemónica”
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- Claudio Martyniuk
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En el primer capítulo de la serie Mad Men, que transcurre en una agencia de publicidad neoyorquina de la década de 1960, una jovencita recién contratada como secretaria recibe la sugerencia de una jefa que sabe de la libertad y opresión sexual: “toma píldoras anticonceptivas”. Ese desarrollo clave de la industria farmacéutica generaba entonces polémicas, en medio de una revolución de la sensibilidad que tuvo como eje al ejercicio de la sexualidad. En algunos estados de EE.UU. se prohibió su uso en los matrimonios y se trazó, luego, una jurisprudencia en favor de la libertad sexual y la privacidad. En otros países, partidos de izquierda tradicionales denunciaron el control de las poblaciones insurgentes del Tercer Mundo, por momentos a coro con la Iglesia. Signo de autonomía sexual, también de intervención estatal en la planificación familiar, el medio siglo de la píldora releva, a través del análisis de Karina Felitti, las mutaciones presentadas en un dominio básico de la existencia.
¿Cuándo se difunde la planificación familiar?
A partir de la segunda posguerra el crecimiento de la población tomó un ritmo vertiginoso y generó preocupación en los Estados Unidos y Europa. Se visualizaba el agotamiento de recursos, menores índices de desarrollo y mayores niveles de conflictividad social. La planificación familiar se perfiló, entonces, como solución para frenar un aumento de la natalidad considerado desmedido. Esto coincidió con nuevas ideas acerca del rol de las mujeres en la sociedad, el modelo de familia deseable y las demandas feministas por la autonomía corporal. La planificación familiar se ubicó en esta encrucijada: una obligación para salvar al planeta -y al sistema capitalista- o un derecho humano de las parejas. Entonces sólo las feministas la pensaron como un derecho de las mujeres y habrá que esperar hasta la década de 1980 para que comience a hablarse de los derechos reproductivos de las mujeres, más allá de una situación familiar.
¿De qué manera la píldora cultivó la libertad sexual?
La píldora combinaba altos niveles de efectividad con simpleza, separaba el coito de la reproducción y no requería mayor preparación que el tomar una pastilla todos los días. Era un método femenino: las mujeres podían usarla sin que nadie lo supiera. Pasar de los primeros frascos a estuches que parecían guardar un peine fue una respuesta a esta demanda de confidencialidad. Esto que podía interpretarse como un signo de liberación y un elemento más de la revolución sexual en curso, también se leyó como una nueva forma de intervenir sobre el cuerpo femenino.
¿Tuvo oposición feminista?
En muchos países los programas de planificación familiar se centraban en las mujeres, pensando que controlar la natalidad era su obligación más que su derecho. Por otra parte, no es casual que las primeras píldoras se hayan probado con enfermas psiquiátricas y luego en Puerto Rico, generando una oposición por parte de muchas feministas de la isla, que ya señalaban las divergencias con sus congéneres de clase media blanca educada que entonces quemaban los corpiños.
Pero la píldora se impuso.
Lo interesante es que a pesar de los efectos secundarios adversos de las primeras combinaciones, no pocas mujeres se ofrecían como voluntarias para estas pruebas porque preferían afrontar esos malestares y la incertidumbre de lo que podría suceder con su salud que atravesar un embarazo no buscado.
¿Cómo se la recibió en el país?
En Argentina las píldoras se difundieron rápidamente a través de estrategias de mercado de los laboratorios, recomendaciones médicas y debates en los medios de comunicación. Revistas como Primera Plana y Confirmado presentaban el panorama geopolítico del control de la natalidad, mientras que Para Ti y Claudia ponían en primer plano cuestiones de salud y dilemas morales. En medio de la modernización de las industrias culturales ningún medio quería quedarse sin tratar un tema tan “moderno”.
¿Se distribuía en hospitales?
Las mujeres que concurrían a los hospitales encontraban programas de planificación familiar y accedían a las píldoras. Pero aunque se trataba de algo muy difundido, había oposición. Para la derecha nacionalista y católica la Argentina no necesitaba bajar la tasa de natalidad sino aumentarla. Para la izquierda, la píldora “anti-baby” era una herramienta del imperialismo para controlar al Tercer Mundo y evitar que una población numerosa y descontenta llegara a ser revolucionaria.
¿Cómo apareció la cuestión del aborto en los debates de los ‘60?
Sobre esta cuestión tampoco hubo acuerdos. Para algunos médicos la planificación familiar podía servir para evitar embarazos no deseados y de ese modo erradicar el aborto. Muy pocos pensaban la planificación como un derecho humano, aunque esta idea comenzara a circular, especialmente a partir de 1968, cuando la ONU lo enunció en la Conferencia de Derechos Humanos de Teherán. Médicos católicos como Roberto Nicholson apoyaron la anticoncepción hormonal cuando la mayoría de sus colegas la rechazaba, considerando que la píldora era un “mal menor” frente a lo que implicaba en términos morales interrumpir un embarazo ya en curso. Quienes estaban en contra denunciaban la falta de estudios en el largo plazo y el peligro que estas combinaciones hormonales podían generar en la salud de las mujeres, pero en los debates médicos se discutían los dopajes hormonales y también se apelaba a mensajes del Vaticano.
A partir de la píldora, ¿se traza una política demográfica estatal?
Si bien el Estado argentino sostuvo desde sus inicios un discurso pronatalista (el “gobernar es poblar” de Alberdi), no se tomaron medidas concretas que apoyaran esa línea, como el prohibir los métodos anticonceptivos, perseguir realmente al aborto o premiar a las familias numerosas. De hecho, funcionaban programas de planificación familiar en hospitales públicos y en cátedras universitarias. Fue recién en febrero de 1974, con el decreto 659 que firmaron Perón y López Rega, cuando cambió el rumbo. Por primera vez se pusieron obstáculos al acceso a la anticoncepción, con el requisito de una receta por triplicado para comprar píldoras, y la prohibición de las actividades de planificación familiar en hospitales y dependencias públicas, incluyendo obras sociales. A partir de 1974, la planificación familiar pasó a las sombras y dependió del compromiso de los médicos con el derecho de las parejas y su voluntad de arriesgarse a las posibles consecuencias de ir en contra de una norma.
¿Qué hizo después la dictadura?
La dictadura confirmó el decreto peronista y se mantuvo la misma prohibición. Sin embargo, en algunas zonas rurales y provincias del interior hubo capacitaciones realizadas por la Asociación Argentina de Protección Familiar, con aval de los gobiernos locales. La dictadura tenía temas más importantes que controlar. Además, el que las familias pobres tuvieran menos hijos los favorecía: en sintonía con lo que pensaban otros políticos y organismos extranjeros, la dictadura creía que era mejor que no nacieran más futuros guerrilleros.
¿Cómo se difunden los dispositivos intrauterinos?
El desarrollo de los nuevos modelos de DIU es impulsado por las políticas y programas que plantean la baja de la natalidad como salida al subdesarrollo y por los movimientos feministas. Estos dispositivos tenían ventajas en relación a las píldoras: eran más económicos, podían fabricarse en cualquier país que tuviera desarrollada su industria del plástico y se colocaban de una vez. En esto subyacía la idea de que no se podía confiar en que las mujeres recordaran tomar la píldora cada día. De hecho, el fracaso de muchos programas en distintos países de América latina se adjudicó a la “irracionalidad femenina”, asumiendo que las mujeres eran las principales responsables de la superpoblación y del fracaso de las soluciones propuestas.
¿Qué cuestiones son centrales en la actual agenda de los derechos sexuales y reproductivos?
En los últimos años se ha avanzado muchísimo en este tema pero la gran deuda sigue siendo la ilegalidad del aborto. Por otra parte siguen existiendo importantes distancias entre lo que la legislación establece y lo que sucede en la realidad. Esto se ve claramente a nivel provincial, como cuando algunos gobiernos locales se negaron a distribuir los materiales de educación sexual realizados por el Programa Nacional, o no distribuyen los anticonceptivos que provee el Ministerio de Salud o no quieren aceptar el reciente fallo de la Corte Suprema sobre abortos no punibles. Sin duda que el peso de la jerarquía católica es un factor importante, pero no deberíamos quitarles responsabilidad a los políticos, que se dejan influir en virtud de acuerdos de poder bien terrenales.
¿Para quiénes aún la maternidad sigue siendo un destino?
La maternidad como destino ha dejado de ser una idea hegemónica. Cada vez hay más mujeres que deciden no ser madres y otras que deciden serlo en formas que escapan a lo que hasta hace poco era la norma. Madres solteras, familias comaternales, mujeres que deciden parir a sus hijos en casa y sin médicos, son experiencias de maternidad cada vez más aceptadas. No se trata de que el derecho a la anticoncepción y al aborto vayan en contra de la maternidad -y mucho menos en contra de la vida-, sino de pensar el derecho a decidir cuándo y cómo una mujer puede ser madre, o no.
¿Es legítimo negar derechos reproductivos por cuestiones económicas?
Es una cuestión compleja. En los sesenta se denunciaron esterilizaciones forzosas practicadas a mujeres indígenas, pobres o afrodescendientes, tanto en países del Tercer Mundo como en Estados Unidos. La película del director Jorge Sanjinés, Sangre de cóndores , estrenada con gran repercusión en 1968, habla justamente de ello. El gobierno de Fujimori en Perú tuvo una política similar no hace tanto y en China es también ley controlar la cantidad de hijos. Esto atenta contra las libertades reproductivas y repone la falacia de que no hay recursos para todos. Por eso cuando la Iglesia dijo que no es un problema de recursos sino de distribución tuvo el apoyo de sectores de izquierda.
Copyright Clarín, 2012.
Señas particulares:
Nacionalidad: Argentina
Actividad: Investigadora del CONICET y del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA, Filosofía y Letras)
Doctora en Historia (UBA). Autora de los libros “La revolución de la píldora” (2012); “Madre no hay una sola ” (2011) y, con I. Cosse, “Los 60 de otra manera” (2010).