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Bitácora minuciosa de un viaje a una ciudad con mala prensa

Periodista:
Laura Garaglia
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Sobre la ciudad de Bahía Blanca pesa el mito de lo que en lunfardo se define como "yeta", y en esta novela, esa es la razón por la que su protagonista se dirige hacia allí. Con ansias de llegar, en plan de evasión, al lugar con más mala prensa del país. Evadirse y pensar en otra cosa, "cambiar de tema" es la búsqueda que abreva en la excusa ideal para justificar el destino: estudiar la obra de Ezequiel Martínez Estrada (autor oriundo de esa ciudad), especialista en tocar temas distintos de libro a libro. Su investigación no se llevará a cabo, de todos modos: en Bahía Blanca apenas hay dos librerías y sólo consigue uno de los libros del autor. Y además, ¿realmente tiene otras intenciones más que guardarse? "Yo le temo a la compenetración más que a nada; le temo más que a la fiebre, más que al sopor, más que al mareo, le temo incluso más que al insomnio y sus torturas." Esos devaneos nos entrega el narrador. La atrapante, parsimoniosa y cruel prosa de Martín Kohan.

 

Y Bahía Blanca (la novela) es un laberinto. En el centro, está la revelación y la razón de todas sus intrincadas vueltas. Es un centro al que se llega atravesando los angostos pasillos de las obsesiones que narra su protagonista en forma de (¿falso?) diario íntimo o bitácora de los días de su evasión y, luego, de su regreso a Buenos Aires.

 


En Bahía Blanca (la ciudad) todo es nuevo, todo merece una queda atención, una explicación módica: la casa que habita, la Avenida Alem, el locutorio que frecuenta, la chica que lo atiende (que tal vez, como él, suele ser otra), los catequistas que lo visitan. El circuito se extiende a Ingeniero White, y hay una reflexión sobre la traducción del color blanco. Esas explicaciones y reflexiones completan "blancos": huecos de lo que no se dice, de lo que se oculta, de lo que se pretende olvidar. Hasta que en ese centro oscuro del laberinto, se devela. No había misterio en la novela, no había modo de prever lo que se encuentra allí, en una aparente entrada más al diario de sus días neutrales.

 

El regreso a Buenos Aires lo reubica en su vida: nuevamente en su casa, en su posición de profesor, en su rutina fantasmagórica. Y las preguntas triviales de un alumno por e-mail, que contesta con total laconismo. Son preguntas sobre  Crimen y castigo: no hay cambio de tema posible. Cuando se llega al centro del laberinto, ya sólo resta salir.

 

 

Martín Kohan es uno de los grandes narradores argentinos de la actualidad. Profesor de Literatura en la Universidad de Buenos Aires, sorprende a los lectores con historias de doble faz: la fábula simple y concisa, el camino de señuelos (literarios, culturales, populares) que se asoman desafiantes. Esta, su extraordinaria última novela, como La invención de Morel de Bioy, tal vez no sea más que una triste historia de amor.