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La mentira, el hilo conductor de siete relatos imperdibles

Periodista:
Eugenia Zicavo
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¿Qué posibilidades hay de que en un libro de cuentos todos sean buenos? Mentiras de verano de Bernhard Schlink es una de esas rarezas: un libro sin desperdicio.


Conocido mundialmente por su multipremiada novela El lector, que también fue un gran éxito en su adaptación cinematográfica, este autor alemán –que además ejerce como juez en su país– logra siete relatos imperdibles que tienen a la mentira como hilo conductor. A pesar del título (que, sin darle nombre a ninguno de los cuentos, no podría estar mejor elegido) no se trata sólo de las quimeras que se dicen en verano, esa estación fugaz tan llena de ansiedad como exenta de veracidad, ni tampoco de las que tratan de engañar a los otros sino, sobre todo, de aquellas que cada uno se dice a sí mismo.

 

Sin demasiadas concesiones, los personajes desafían los lugares comunes sobre los que suelen descansar las relaciones afectivas, ya sean de pareja, de amistad o familiares. Hombres convencidos de que podrían hacer suyo el mantra del just do it pero quedan petrificados frente a las posibilidades que se les brindan, en especial cuando se trata de amores ("Temporada baja", "La noche en Baden-Baden"); un padre de familia que planea un último veraneo junto a los suyos, pensando en acabar con su vida antes de que la enfermedad inconfesa haga lo propio ("El último verano"). Y hasta una anciana que siente que ha dejado de querer a sus hijos y se desespera por ocultarlo –y también por no hacerlo– para terminar descubriendo junto a su nieta que el recuerdo íntimo de ese amor juvenil trunco que la ha mantenido alerta toda su vida, no ha sido más que su propia farsa. ("El viaje al Sur").  

 

Una mención aparte merece el cuento "La casa en el bosque", en el que un escritor poco conocido y cada vez más celoso de su mujer, que a lo largo de los años se ha convertido en una autora de éxito y prestigio, empieza literalmente a aislarla del mundo (incluida la noticia de un gran premio que él se entera que ganó y que ella desconoce). Una suerte de versión edulcorada de Misery de King, con mucho menos terror, sí, pero con el mismo miedo: ese que se ampara en el subterfugio de un amor enfermo.
La proxémica, esa distancia que mantienen o no los cuerpos, es explorada al detalle por Schlink al describir las demostraciones de afecto tanto entre amantes como entre padres e hijos; la mirada puesta en los detalles de las relaciones de pareja y los vínculos familiares, en esa información muda que anida en los gestos más triviales.

 

Un libro lleno de vidas que se prometen ser nuevas para acabar siendo las mismas, como fantasmas que creen estar frente a un espejo cada vez que se miran. 

 

© Eugenia Zicavo, Tiempo Argentino