Riverside Agency

Realizar una búsqueda avanzada +

Ingresar

¿Olvidó su contraseña? Haga click aquí

Las palabras justas

Periodista:
José María Brindisi
Publicada en:
Fecha de la publicación:
País de la publicación:
  • Descripción de la imagen 1

La literatura contradice todo tipo de vulgaridades. Aquello de que lo bueno, si breve, dos veces bueno, por ejemplo, hace agua por todas partes; y si no, que lo digan los cientos de miles de lectores que conviven durante tanto tiempo con un universo ajeno y que, luego, son incapaces de concebir una vida fuera de él. Como sabemos, a un texto de cien páginas pueden sobrarle cincuenta, y a uno de quinientas faltarle otro tanto para desarrollarse como la propia historia lo exige. Entonces habrá que pensar en ese género intermedio, la nouvelle o novela corta, que tan en plenitud parece hallarse hoy en día (en especial en Francia, con autores como Patrick Modiano o Pierre Michon), no desde la virtud mezquina y perezosa de su economía sino, muy por el contrario, desde la perspectiva de una idea llevada al límite de sus posibilidades narrativas. No se trata de "estirar", de hacerlo porque sí; es más bien extremar los recursos, tensar al máximo esa suerte de cuerda o nervio que es la columna vertebral de un relato.

 

 

El italiano Niccolò Ammaniti es uno de esos autores que encuentran en la unidad de efecto de la nouvelle un antídoto contra sus debilidades: la languidez y la solemnidad de Te llevaré conmigo o la sobreactuación algo lavada de Que empiece la fiesta . Y lo primero que hay que decir de Tú y yo es que es un relato absolutamente conmovedor; decirlo y preguntarse por qué. ¿Con qué armas lo logra? Y al reflexionar sobre esto se hace evidente que esta historia se materializó en una nouvelle no porque la anécdota fuese corta, sino porque narra una doble urgencia. Más en extenso, dejaría de ser urgente; más breve, no habría tiempo de que tomara cuerpo.

 

Esa doble vía por la que transita el texto de Ammaniti es, por un lado, el punto de inflexión en la vida de Lorenzo, el adolescente que aborrece a los otros sin sospechar que en verdad se les parece bastante; y el de su media hermana Olivia, una chica adicta y despechada -adjetivos inseparables en la novela- que termina convirtiéndose, para aquél, en una suerte de bálsamo iniciático. Tú y yo: todo se reduce, en el texto de Ammaniti, a esa intimidad extraña, porque en realidad los hermanos apenas han compartido tiempo juntos y a partir de ese vacío se redescubren.

 

 

Tú y yo es también una novela engañosa. Más luminosa de lo que su trasfondo sombrío permite vislumbrar, posee sin embargo la opacidad del contraste, o su sabor agridulce. Sin cometer el pecado de revelarle demasiado al lector, diremos que hay una suerte de balance o armonía respecto de la experiencia de sus protagonistas que nos sitúa tarde o temprano en un lugar incómodo. Ammaniti es, por cierto (o lo es en esta novela), un escritor muy poco demagógico. Aunque podamos comprender las angustias y padecimientos de Lorenzo, el autor hace muy poco durante la primera mitad de la novela para que nos enamoremos de él, si es que eso alguna vez sucede. Lo mismo puede afirmarse de la austeridad o nobleza con que manipula nuestros sentimientos: como mínimo, hay que admitir que sus cartas siempre están puestas sobre la mesa.

 

Si partimos de la vieja premisa de que en realidad siempre estamos contando las mismas historias y es en esencia la escritura la que ejerce su efecto transformador, resulta admirable el modo en que el autor romano disimula o naturaliza las virtudes de su pluma. Pero ahí están: no a favor de la síntesis, esa coartada de los lectores que detestan los libros, sino de la belleza, de esa revelación constante que se esconde en las palabras justas.

 

© José María Brindisi, ADN La Nación