Historiador indaga en el ocaso de la República oligárquica
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- Pablo Chacón
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El libro, publicado por Edhasa, lleva un subtítulo que se desplegará a lo largo de sus páginas: "Poder, política y reforma electoral, 1898-1912"; en 1912 se sanciona la ley Sáenz Peña, que habilita el voto universal, secreto y obligatorio (sólo para los hombres).
"Si se quiere", dice el especialista en diálogo con Télam, "es el momento en que la elite dominante pierde el rumbo, porque no es capaz de pensar que su poder, a partir de entonces, empieza a menguar y su consistencia, a fragmentarse".
Y agrega: "Y creo que se trata más de diferencias facciosas que de divergencias ideológicas. Al interior del Partido Autonomista Nacional (PAN), las divisiones eran entre los que estaban a favor de (Julio Argentino) Roca y quienes estaban en contra. Y eso debilitó mucho al partido".
Castro nació en Mar del Plata en 1969; egresado de la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), es doctor en Historia por la Universidad de Oxford; en la actualidad, es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Instituto de Historia Argentina y Americana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Además, es profesor de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, y ha sido profesor visitante en el programa de Doctorado de la Universidad Torcuato Di Tella y de la Universidad de Mar del Plata.
En "El ocaso…", el historiador se concentra en el país que no termina de nacer y en el que no termina de morir, "porque la elite dominante se ve forzada a sancionar la Ley Sáenz Peña menos por convicción que por la presión de los nuevos actores sociales que ingresan a la escena durante esos años de fines del siglo XIX y principios del XX", dice.
La paradoja es que la Unión Cívica Radical (UCR) y su líder, Hipólito Yrigoyen, el socialismo, el anarquismo, etcétera, "no son vistos, sobre todo el radicalismo, como una amenaza, hasta que entre 1903 y 1905, crece su poder territorial y su representación".
Castro asegura en su libro que "en los últimos 20 años una serie de estudios han discutido y revisado esta interpretación que describía una elite atemorizada por la amenaza presentada tanto por el Partido Radical como por la presencia creciente de una activa y militante clase obrera".
De acuerdo con esa interpretación, "burócratas y políticos que expresaban la voluntad reformista de una elite política progresista habrían adoptado políticas inclusivas -entre ellas la reforma electoral- como parte de programas más amplios de modernización de la sociedad argentina".
Como sea, la reforma electoral "recompuso el escenario político y contribuyó, con el paso del tiempo y la ausencia de un proyecto más sólido, al declive de ese sector oligárquico que se fue multiplicando y jamás pudo recomponer un proyecto de poder", argumenta el historiador.
En rigor, "los problemas de la elite política se agudizan cuando Roca es nombrado presidente de la Nación en 1898, con la lucha facciosa y la falta de reflejos para oponerse a los nuevos caudillos. Eso se complica con la sanción de la ley electoral y con el triunfo de los radicales en las presidenciales de 1916".
Y con respecto a los socialistas, doctrinariamente más fuertes pero políticamente más débiles, y jaqueados por las fuerzas reaccionarias, la Iglesia y sus propias contradicciones, "se hacen fuertes en la Capital Federal y en algunas ciudades como Mar del Plata".
"Pero si no crecen más es porque hay una decisión de ocuparse de lo que tienen, cuidarlo y fortalecerlo, y lo que tienen son municipios y una visión adecuada a la vida municipal". Después, fueron desbordados por el peronismo.
Antes que eso existirán intentos de "modernizar las fuerzas conservadoras a los nuevos aires con el objetivo de mantener el control de las riendas del poder".
Fracasarán, tomarán en el futuro otras formas, pero perderán unidad y espíritu de cuerpo. Una nueva República empezará a nacer.