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Speranza: formas errantes en un atlas del arte latinoamericano

Periodista:
Mora Cordeu
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Alejada del multiculturalismo, Graciela Speranza arma su propio "Atlas portátil de América Latina", un montaje azaroso de la obra de artistas y escritores que reúne lo que parece imposible en un mismo plano e intenta detectar los puntos ciegos, operar entre los intersticios, sin necesidad de mostrar su marca de origen.


Speranza (Buenos Aires, 1957) es crítica, narradora y guionista de cine. Enseña Literatura Argentina en la Universidad de Buenos Aires y Arte Contemporáneo en la Universidad Torcuato Di Tella. Ha publicado los ensayos "Guillermo Kuitca. Obras 1982-1998)", "Manuel Puig.


Después del fin de la literatura" y "Fuera de campo. Literatura y arte argentinos después de Duchamp".


En una entrevista con Télam, sobre la obra finalista del último premio Anagrama de Ensayo, Speranza dijo lo siguiente:

 

- T: ¿Cuál es la relación entre Aby Warburg y Georges Didi-Huberman, y de acuerdo a esa relación, cómo orientaron tu investigación?

 

- S: Inspirado en el Atlas Mnemosyne de Aby Warbug, Didi-Huberman montó una extraordinaria muestra en el Museo Reina Sofía de Madrid en 2011, Atlas. ¿Cómo llevar el mundo a cuestas?, que más que una muestra era un verdadero ensayo caleidoscópico sobre el arte del siglo XX y del siglo XXI, desplegado en las salas del museo.

 

Visité la muestra en Madrid y me alegró la sintonía con el atlas que yo misma estaba componiendo. La idea de un atlas que trabajara en el "entre dos" de imágenes y textos me guió desde el comienzo y Warburg era una referencia ineludible.
Pero el diálogo renovado de Didi-Huberman con Warburg confirmó la vitalidad del principio Atlas como dispositivo de lectura y disparó nuevas preguntas sobre el lugar del arte en América Latina.

 

- T: Este atlas, ¿fue difícil de configurar? ¿Cómo hiciste la selección de los artistas o escritores que figuran en el libro?


- S: No quería leer las obras o los textos con lo que ya había pensado, sino pensar con el arte y la literatura. Leer allí metáforas del presente y anticipaciones del futuro, e incluso encontrar respuestas sobre América Latina que yo misma no tenía.
De modo que la selección se fue haciendo sola, a partir de las obras y las ficciones que me daban a pensar a partir de una vibración sensible, una forma nueva, una metáfora visual o un recorrido inesperado.


De ahí que el Atlas no cubra cuotas nacionales, identitarias o genéricas y sea, en ese sentido, bastante arbitrario. Mira y lee algunas obras y ficciones que dan a pensar, disparan conexiones con otras obras y extrañan el mundo que nos rodea.
En un momento de mucho desconcierto respecto de los criterios con los que valorar el arte contemporáneo, ese sigue siendo un tester eficaz de la potencia estética. No hice más que guiarme por mis entusiasmos, trazar algunas líneas -mapas, ciudades, supervivencias, esferas y redes-, y después confiar en el montaje, que invita al lector a tramar otras redes, convocar otras obras y otras ficciones. Pero podría haber seguido, claro.

 

- T: En la movilidad, decís, el arte y la literatura del continente encuentra formas errantes con las que traducir la percepción de un mundo globalizado a una realidad singular pero siempre cambiante desdibujando límites y fronteras ¿Se trata de una demostración del carácter elusivo de la identidad? ¿De su contingencia?


- S: Exactamente. No hay mejor demostración de esa contingencia que la experiencia del viaje absurdo del belga-mexicano Francis Alÿs por 16 ciudades y tres continentes para atravesar una frontera, o los mapas siempre personalísimos de Guillermo Kuitca abiertos al mundo entero, o las sagas transatlánticas del chileno Roberto Bolaño, que no hibridan culturas sino que conservan la tensión de sus polaridades.

 

Pero esa contingencia ya estaba clara en ese artefacto prodigioso que Cortázar creó en Rayuela para reunir París y Buenos Aires, y también en Borges, que abrió nuestra tradición a todas las tradiciones.


- T: La trama de montaje que vos proponés en el libro nunca es concluyente, deja ver las diferencias, permite superposiciones, mantiene la tensión, pero también propone un fuera de campo, que no está en el discurso ni en las imágenes. ¿Era esa la idea?


- S: Precisamente. El montaje, gran lección del arte del siglo XX y de Warburg, no muestra sino que dispone, no las cosas mismas sino sus diferencias, sus analogías, sus tensiones. Es en esos intervalos donde el pensamiento se vuelve dinámico. Lo heterogéneo no trae respuestas firmes y consoladoras. Inquieta, sacude nuestras certezas, y pone el pensamiento en marcha.


- T:"La historia del arte es anacrónica por definición y se reescribe en el presente", es algo que vos subrayás en distintos momentos del libro, ¿Por qué la historia del arte y no el arte mismo es anacrónico?


- S: Es la gran lección de Warbug, como lo demuestra Didi-Huberman. En los paneles de imágenes del Atlas de Warbug la historia del arte empieza de nuevo, atendiendo a migraciones y supervivencias, más que a líneas cronológicas, genéricas o canónicas.
Pero Borges lo resumió con una economía insuperable en "Pierre Menard, autor del Quijote" o en "Kafka y sus precursores". He ahí una condensación clarísima del anacronismo con que funciona la historia del arte. El Quijote es otro, leído en el siglo XX y, en ese sentido, todo el arte es arte contemporáneo.


- T: ¿Pensás que es posible que el arte latinoamericano adquiera una visibilidad distinta a la impuesta por el mercado? De hecho artistas y escritores dan cuenta en sus obras de otra realidad, de otras memorias y de un presente que solo toma encarnadura con el Atlas de Borges en la vitrina de una muestra en el Reina Sofia...


- T: Creo que es eso precisamente lo que están haciendo hoy muchos artistas de América Latina: redefinir su lugar sin entregarse dócilmente al lugar que les asigna una globalización que anula las fricciones o, en todo caso, los acoge con nuevas formas de la condescendencia o el exotismo. Hay un arte del continente que no necesita mostrar pasaportes pero tampoco perder su singularidad para encontrar su lugar y ampliar el horizonte del mundo.

 

© Mora Cordeu, Télam