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Reseña crítica novela "El insólito peregrinaje de Harold Fry"

Periodista:
Nicolás Chiesa
Publicada en:
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Maureen mira las olas que concluyen en la orilla, apenas una espumita tras haber atravesado el ancho mar. Sin ese final, su recorrido sería incompleto.

Tras una larga carrera como actriz de teatro y televisión, la debutante Rachel Joyce enseña una auténtica parábola con su novela El insólito peregrinaje de Harold Fry: literatura de profundas revelaciones humanas, pero también parábola cuasi gráfica, una historia que inicia en un sitio, avanza hacia otros y regresa a un lugar que es similar al punto de partida, pero no es aquél. De viaje, que es un recorrido, se trata esta particular epopeya de Harold Fry.

El matrimonio de Harold y Maureen trascurre entre silencio, retiro de jubilación, rutina, e incluso un aire de irrealidad: parece imposible que una pareja que comenzó con las euforias de la juventud haya llegado a esta distancia. Parece imposible pero ha sucedido. Pero una carta llega para sacudir la humilde casa. Queennie Hennessy, una vieja compañera de trabajo de Harold, se halla internada al otro lado del país, muriendo de cáncer. Harold sale a tirar la respuesta al buzón del correo pero no regresará a casa: sin pensarlo demasiado inicia una caminata que, piensa él, lo depositará junto a Queenie, a quien le salvará la vida. Ella sólo debe esperarlo.
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Con una prosa exagerada en sencillez, por momentos casi torpe en su inicio, Rachel Joyce da comienzo al recorrido de Harold Fry. La propia estructura del relato debe comprenderse así: “recorrido”, es decir, una historia de viaje, que, como todo viaje en la representación artística, representa un cambio. Los personajes habrán cambiado cuando todo termine.

Pero el gran hallazgo de la novela Joyce se encuentra en una decisión que es imposible pasar por alto. En el umbral de la vejez, Harold no comienza un viaje iniciático, sitial común en tanta novela de carretera o, para mencionar un vecino desde el mundo del cine, road movie. El personaje inicia un recorrido que lo llevará a revisar el pasado. La estructura narrativa, que entremezcla presente y pasado a lo largo de todas las páginas, causa un peculiar efecto transformador: está claro que no se trata de Volver al futuro, pero cada reconciliación de Harold con su pasado modificará la vida.
¿Y de cuáles cuentas pendientes se trata? De la naturaleza de su infancia, como hijo abandonado por padres que jamás lo quisieron; de la relación con su hijo David, que por algún motivo continuó el trato con Maureen pero ya nunca más se comunicó con él; de la historia con Queennie, que desapareció de su vida de un momento a otro. Cada día de peregrinaje traerá comprensión en ese pasado de Harold, cosas que, por imposible que fuera, fueron quedando enterradas por la subsistencia, cuando eso no debe ser así.

En sus poco más de trescientas páginas, El insólito peregrinaje de Harold Fry atraviesa por bastantes puntos, algunos de estos que parecen, inclusive, incompatibles: un libro rosado de fe y perseverancia de lucha contra la enfermedad, a cuyo sentido ayuda la prosa y la simplificación de metáforas básicas en las descripciones; una oscura travesía por lo más prohibido de la existencia humana, a cuyo sentido ayuda la intrincada trama del pasado de Fry que se ira revelando con el correr de la lectura (y que, narrativamente hablando, mantiene la tensión intacta a lo largo de la novela) ¿Extremos demasiado opuestos? ¿Desarrollo abrupto? Por momentos. Sí. Pero para que esto no moleste a la lectura se encuentra el (hasta ahora) desconocido talento de Rachel Joyce, quien se las ingenia para seguir con sinceridad los días de Harold, los personajes que conoce, las verdades que ignoraba.

Un punto negativo de la edición que Salamandra presenta de la novela: apenas terminar la lectura el lector se encuentra con el mapa del recorrido, que bien lo habría ayudado a seguir los pasos de Harold. Una tontería. Su ubicación al final. Para quienes lean esta reseña vale la advertencia: en las últimas hojas hay un plano. Y es muy útil.
Reseña crítica de El insólito peregrinaje de Harold Fry

Resulta sorprendente que una novela debut alcance las cumbres dramáticas a las que llega Joyce. Sin manipular ni engañar al lector, la novelista ha tejido la trama de tal modo que las tensiones continúan hasta las mismísimas hojas finales. Cuando el recorrido llega a su final. Cuando la ola muere en la arena. Sin esta comunión, el agua no sería mar, la arena no sería playa, la literatura no tendría gracia, ni la vida, sentido.