Una tragedia brasileña
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- Patricio Zunini
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Aún cuando Andrea Del Fuego reconozca que no haber pensado en esa estructura, Los Malaquías está construida como tragedia griega, con protagonistas que no pueden evitar el destino y otros personajes que actúan como un coro.
Un rayo cae en la casita de Adolfo y Donana y deja huérfanos a Nico, Antônio y Júlia (los padres estaban en sístole, los hijos en diástole). El futuro los verá crecer por separado: Nico, el mayor, se quedará trabajando para el capataz con el que trabajaba su padre, Júlia será admitida por una familia árabe como sirvienta, Antônio se quedará en el hospicio de las monjas francesas porque nadie quiere adoptar a un enano. Con breves intromisiones del mundo fantástico en una novela realista y con un tono poético y melancólico que sin embargo no desprecia el melodrama, Andrea Del Fuego construye una novela de época siguiendo la vida de cada hermano al tiempo que da cuenta del paso del Brasil rural al moderno.
—La historia de Los Malaquías es verdadera: Nico era mi abuelo, Julia mi tía, mi tío abuelo Antonio era enano— dice la autora.
Entonces uno vuelve a la dedicatoria y lee “A los personajes de esta historia”.
—Casi toda la historia es verdadera —continúa—; incluso aquellos hechos que parecen más increíbles fueron reales. Yo crecí en un suburbio industrial de San Pablo, vivía en el complejo habitacional de los operarios de las fábricas, pero pasé muchos días en aquella finca tan fellinesca de mi abuelo. Mi tío Antonio se metía entre los maizales y desaparecía por horas y todo era “normal”. Aquellos días me marcaron de una manera muy profunda; era un tiempo diferente. Y en algún momento supe que iba a escribir esta historia comenzando con ese rayo, aunque el plan era escribirla a los cincuenta o sesenta años y no a los treinta.
—¿Por qué?
—Porque quería tener autoridad emocional. Quería haber visto morir más personas, haber enterrado más gente, quería haber atravesado más lutos: ser mayor. Como trata de una historia familiar me atravesaba mucha emoción y entiendo que la literatura es un trabajo racional y frío. El mayor esfuerzo consciente fue oscilar en ello. La escritura del libro fue iniciática: yo aprendí a escribir escribiendo Los Malaquías. Mis trabajos anteriores eran de microficción, una prosa poética (“proesía” como dice Nelson de Oliveira), pedacitos de texto indefinido. Los Malaquías fue un trabajo de siete años: considero que un libro precisa de un trabajo de pulido, no puede ser bueno si está desbordado.
—Entiendo el punto: desbordado emocionalmente. Los Malaquías parecería haber sido filtrado. Abundan historias, tramas, personajes pero se narra con lo que queda luego de pasar un tamiz.
—Sí: es como si tuviera muchísimas más páginas de lo quedó publicado finalmente. Tengo consciencia de aquello que corté, de los excesos que saqué. Me gusta mucho escribir con control, saber a dónde voy, cómo voy a llegar. Me gusta saber qué voy a hacer en el capítulo siguiente.
—Siendo una historia familiar, ¿por qué no te incluiste en la historia?
—En la primera versión el libro estaba en tercera persona pero el último capítulo pasaba a primera y me encontraba con Geraldina dentro de un acuario como un caballito de mar. ¡Un exceso!
La indefensión de los protagonistas se vuelve más profunda en tanto son tratados como objetos sobre los que aquellos que detenta el poder pueden decidir qué hacer con sus vidas y sus bienes. El patrón de Nico le da trabajo a cambio de casa y comida, reclama la casa de sus padres como propia y se la entrega a una amante; la familia árabe para la que trabaja Júlia no la deja asistir a la boda de su hermano por miedo a que ya no vuelva.
—¿Persigue la novela una intención política?
—Soy muy voyeur de la política. No soy una militante que levanta banderas, pero sí estoy al tanto de lo que sucede. Con el libro ya terminado encontré que hay un transfondo político. Es interesante la pregunta porque, aunque en el texto no haya ninguna señal explícita de denuncia y aunque los escritores intentemos trascender a través de la literatura, estamos muy aferrados a nuestro tiempo.
Andrea Del Fuego dice que por estar tan íntimamente ligada a la historia de Los Malaquías le cuesta pensarla en relación a otros escritores brasileños. Recuerda para excusarse una frase de Evandro Affonso Ferreira: “yo no soy ornitólogo, soy un pájaro”. Pero dice que siempre regresa a Machado de Assis y Guimaraes Rosa:
—Son mis lecturas de cabecera —dice—. Son mis oráculos, son mis astrólogos.
—¿Tenés alguna otra historia reservada para escribir cuando llegues a los sesenta?
—No. Era esta la que me hubiera gustado haber escrito mejor. Pero ahora me siento liberada.