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La violencia en el origen de la literatura argentina, revisitada por el arte de hoy

Periodista:
Julián López
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Siempre es bueno saber que se reedita uno de los libros que inauguraron el relato nacional, que una nueva edición viene a generar más lecturas y que la posibilidad de revisar el mito, por más sangriento que sea, podría eventualmente alejar a los fantasmas de una nación asolada por la repetición. Es bueno saber que vuelve el libro que David Viñas y Ricardo Piglia señalaron como uno de los hitos de comienzo de la literatura nacional y reflejo fidedigno de la violencia política y hasta la humillación sexual que ensarta la historia argentina.

Y mejor es anoticiarse que Edhasa publicó a fines del año pasado El matadero, de Esteban Echeverría, y que viene cruzado de la obra de dos artistas fundamentales de la plástica argentina contemporánea: nada menos que Marcia Schvartz y Fernando “Coco” Bedoya.

El matadero cuenta la historia de un unitario que, distraído, decide pasearse por un antro federal: el lugar donde se matan y se faenan las vacas que serán consumidas en la ciudad. En ese entorno de enorme violencia –en el intento de atrapar un toro terminan decapitando a un nene– la aparición del unitario libera los más bajos instintos de los matarifes que son, por supuesto –Echeverría mismo era unitario– mazorqueros.

“Hace 20 años que trabajamos juntos y hacía un tiempo que queríamos meternos con un libro histórico” –cuenta Schvartz– “y cuando nos propusieron El matadero empezamos una búsqueda muy intensa de todo el material histórico que rodea a un libro que tiene casi 150 años.” ¿Cómo fue meterse con semejante ícono de la tradición? Fernando Bedoya: -La historia de El matadero es tan bestial que nos interesó trabajar en el sentido de la desilustración: alejarnos de una intención de lectura lineal. Tomamos todo lo que se había hecho hasta ahora, las intervenciones de Carlos Alonso, Adolfo Bellocq, Duilio Pierrini, Alberto Breccia, Juan Carlos Castagnino, Enrique Pellegrini, y montamos una especie de parodia del grabado, trabajamos con fotocopias que replican esa especie de pulsión expresionista, esa fiebre esperpéntica.

Resulta inquietante el trabajo sobre las imágenes históricas y la aparición de personajes de la vida actual como Gabriel Storni, ex obispo de Santa Fe acusado de abuso sexual, o el dirigente rural Alfredo de Angelli.

Marcia Schvartz: –Echamos mano a todo lo que nos ayudara a generar lo que llamamos “trans-grafías”, puesto en un mismo plano que grafica esa irrupción violenta.

La violencia es la clave.

MS: –Sí y es algo que sigue funcionando y que hoy parece haberse instalado como el gran negocio de la TV. Después se rasgan las vestiduras por el crecimiento alucinante del femicidio pero el nivel de violencia machista que se ve hoy en la tele es alarmante.

Perturba que uno de los libros fundadores se llame “El matadero”.

FB: –Sí, hay todo un diseño de producción de sujetos violentos del que no puede olvidarse el genocidio de la dictadura. Hay algo referido al aspecto más carnívoro de la cultura, hay algo con el contacto con los fluidos corporales. Sin ir más lejos, es cada vez más difícil caminar por Buenos Aires y esquivar las deposiciones de los perros, esa especie de ‘refalosa’ ordinaria también es violencia.

Cuando dice “refalosa”, Bedoya se refiere a La Refalosa , un poema, también fundacional de la literatura nacional, de Hilario Ascasubi: un gaucho cuenta cómo, después de degollarlo, él y sus compañeros se divierten viendo “resfalar” al unitario en su propia sangre.

Violencia, en fin.