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"Un libro fascinante"

Periodista:
Valeria Manferto de Fabianis
Publicada en:
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País de la publicación:
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Hace siete años que se están separando. En la historia del amor en Occidente de finales de siglo XX y principios del XXI, es tal vez la ruptura más larga que jamás se haya registrado. Después de Faire l’amour (2002) y de Huir (2005, y editado en la Argentina por Beatriz Viterbo dos años más tarde en traducción de Diego Vecchio), Jean-Philippe Toussaint nos entrega la parte más deslumbrante de su tríptico sobre el amor complicado, La verdad sobre Marie, un relato estructurado por un suspenso infrecuente para este tipo de historias: ¿Marie y el narrador van a reconciliarse o no? Toussaint: “El final del libro es extremadamente abierto. Después de todo, para ellos, hacer el amor no significa necesariamente que van a volver a vivir juntos. Lo que viven es una ruptura con momentos de amor. Entonces nada está cerrado, todavía hay material, y habrá todavía, probablemente, otros libros que escribiré alrededor de ellos”.

 

 

Larga silueta vestida de negro, pequeña sonrisa maliciosa, el belga más famoso de la literatura francesa mantiene, a los cincuenta y cuatro años, toda su gracia juvenil y su humor lúdico. Aquel que, desde el éxito de su primera novela, El cuarto de baño, en 1985, trasladaba el estilo “línea clara” de Hergé a la literatura, parece haber avanzado en cierta dirección: adiós al objetivismo recalcitrante de sus textos del que hizo gala en La televisión y La cámara fotográfica, en los que esos objetos solo remitían a sí mismos. Bienvenidos la emoción, los sentimientos, el sentido y la posibilidad de que el lector dé finalmente con una interpretación posible. “El trabajo con el tiempo es sin embargo el mismo que en El cuarto de baño. La inmovilidad y el movimiento son temas que siempre trabajé. Acá, el tiempo pasa, están siempre separándose, pero también están haciendo el amor: hay entonces algo que falla, y eso es lo que crea la tensión narrativa. Una pareja establecida no me habría interesado para nada.”


Una tensión narrativa porque se trata de una tensión erótica tan inflamable que desencadena catástrofes alrededor de Marie y del narrador, como si nos sumergiéramos en la amenaza permanente propia de los thrillers. El libro comienza con una noche calurosa y tormentosa en París. El narrador pasa la noche con una mujer mientras que Marie, al mismo tiempo, hace el amor en su casa con un tal Jean-Christophe de G., quien rápidamente tiene un ataque cardíaco. Enloquecida, Marie llama a su ex para que la ayude; él llega justo cuando el servicio de atención médica de urgencia se lleva al enfermo. Al narrador le alcanza con subir a lo de Marie, imaginarla desnuda por debajo de su remera y mover con ella un mueble, para que el deseo vuelva a aparecer entre ellos dos, electrice toda la novela y desordene todos los elementos alrededor de ellos (tormentas, aguaceros, incendios) y la vida de los que los estorban: muertes súbitas o desapariciones, es sorprendente cuán predispuesto está Jean-Philippe Toussaint al asesinato con tal de reunir a sus protagonistas.

 

No solo el amante de Marie muere sino que, también, la joven con la que el narrador pasaba la noche desaparece cuando él regresa, dejando sangre en la sábana; quizás estaba indispuesta, se nos explica. Pero ¿no la habrá asesinado o herido? “Me permito no explicar todo, hacer que falten algunas escenas, como me permitiré, sin duda, volver y desarrollar tal o cual punto en alguno de mis libros futuros. Comparto la teoría de Alain Robbe-Grillet según la cual lo más importante de una novela es lo que falta.”


Soltó el nombre: Alain Robbe-Grillet es quizás la influencia en la que más se piensa a la hora de hablar de Toussaint, y mucho más sobre todo al leer La verdad sobre Marie que con sus novelas anteriores. Ningún detalle falta en las descripciones; de hecho, se caracterizó a la escritura de Toussaint como visual y resueltamente cinematográfica –algo con lo que no está para nada de acuerdo. “El cine hace imágenes con la película y la luz; en literatura, hacemos imágenes con las palabras. Por eso no me gusta que se califique a mi escritura de cinematográfica. En cambio, sí, Robbe-Grillet es una verdadera influencia para mí. Estoy de acuerdo con todas sus teorías de la novela excepto con la del personaje.” ¿Es que hacen falta, acaso, elementos novelescos que le inyecten vitalidad al texto? Aunque pueda sonar algo ingenuo o romántico tratándose de un duro de la teoría como el belga, por ahí viene un poco la impugnación. “La manera que Robbe-Grillet tenía de deshumanizar al personaje no me parece interesante. Se pierde una relación sensual, emotiva, algo que pasa entre el escritor y el lector. La literatura no tiene que ser abstracta. Una vez dicho esto, estoy en contra de la idea de que el nouveau roman le hizo mal a la literatura francesa porque se desentendió de contar historias. Todo verdadero escritor sabe que la historia solo es uno de los elementos de su libro. Y además Beckett, Marguerite Duras, Alain Robbe-Grillet, Claude Simon son los mayores escritores franceses de la segunda mitad del siglo XX. Para mí, las vanguardias no fueron para nada un peso: más bien, un estímulo.”

 

Un estímulo que lo ayuda a realizar lo que pocos se permitirían. Como ese capítulo osado, en el que el narrador cuenta como si hubiera habido una escena a la que él no pudo asistir: el regreso de Marie de Japón con Jean-Christophe de G. (un nombre à la Duras, otra influencia de Toussaint), coleccionista de arte y de caballos de carrera. Ambos toman el avión con el pura sangre negro de J.C.G., acompañados por dos guardas japoneses (lookeados como yakuzas). Es una de las escenas más fantasmagóricas, de las más potentes de los últimos años, de antología. Al salir, el caballo enloquecido se escapa, se lastima, lastima a uno de los japoneses, todo de noche y bajo una lluvia fuerte; luego, Toussaint provocará un incendio y enloquecerá a otros caballos, heridos o muertos calcinados, cuestión de que sus dos personajes se echen cada uno en los brazos del otro. Una escena tan salvaje, con una belleza convulsiva, que uno se pregunta si no es la frustración del deseo de Marie por su ex, fríamente abandonado, lo que la desencadena, lo que se encarna allí.


Esta escena que el narrador no vivió, entonces, es descripta sin embargo con una gran cantidad de detalles maníacos, que recuerdan el estilo de Robbe-Grillet. Y uno se acuerda de que el viejo barbudo escribió libros llamados La celosía y El mirón; la “celosía” designa también una ventana, esa abertura por la que se puede mirar, vigilar incluso, sin ser visto. Hay algo de celos en la voz del narrador de Toussaint, y en la escritura de Toussaint misma: como si el escritor pusiera todo su know-how literario al servicio de su narrador para ayudarlo a ver lo que a él se le escapa. Ahora bien, la única cosa que queremos ver y que se nos escapa, es el otro. El otro cuando ya no posee al que lo ama. El otro con un otro. El otro cuando uno se separó y ya no está ahí.

 

Así, el título de la novela, y su definición, son ilusiones de los que los celosos se sirven para tranquilizarse: “Quizás me equivocaba a veces respecto de Jean-Christophe de G., pero jamás me equivocaba respecto de Marie, yo sabía en cualquier circunstancia cómo se comportaba Marie, sabía cómo reaccionaba Marie, conocía instintivamente a Marie, tenía sobre ella un conocimiento intuitivo, un saber innato, la inteligencia absoluta: yo sabía la verdad sobre Marie”.


Pero la verdad sobre un ser no existe. Solo el escritor maneja la verdad, no sobre los seres de carne y hueso, sino sobre los personajes. El narrador celoso de La verdad sobre Marie quizás sea el mismo Toussaint en su relación con sus protagonistas, demiurgo que reina como maestro absoluto de su literatura: “Este libro es, también, de todas mis novelas, la más referencial y la que más trata de la literatura. Es la primera vez que escribo un texto basado hasta tal punto en temas de teoría literaria, aunque eso no se vea. Y felizmente no se ve. Lo esencial es, antes que nada, lograr un buen libro. La teoría en un libro fallido no sirve de nada. Pero a su vez, un libro bien logrado que no se hace ninguna pregunta teórica es bastante pobre”. La verdad sobre Marie es, en esto, un logro. Un libro fascinante que une inextricablemente el deseo erótico de ver y de escribir como parte de una misma pulsión.

© Nelly Kaprielian, Los Inrocks