La travesía de una familia: la épica de la libertad
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- Fabricio Welschen
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De esta manera, Libertad (Salamandra, 2011) de Franzen ha llegado al mercado hispano precedida por un sinfín de valoraciones y críticas que, en su mayoría, le son favorables. No es para menos si se tiene en cuenta que la obra de Franzen es considerada la primera Gran Novela Americana del siglo XXI; años anteriores hubo, por supuesto, intentos por parte de otras novelas de llegar a esa categoría, como el caso de Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay (2000) de Michael Chabon, pero ninguna logró provocar la aceptación que ha tenido Libertad.
Se sabe que la Gran Novela Americana es una vieja obsesión estadounidense. El anhelo de valorizar una obra literaria que sea capaz de componer ficcionalmente el espíritu nacional y de época es algo en lo que la crítica estadounidense no ha cejado aún. Moby-Dick, Las aventuras de Huckleberry Finn (1884) de Mark Twain y El gran Gatsby (1925) de Francis Scott Fitzgerald, son el prototipo de Gran Novela Americana. A estos tres casos emblemáticos le siguen otras grandes novelas nacionales que también han ostentado semejante rótulo: es el caso de El ruido y la furia (1929) y ¡Absalón, Absalón! (1936) de William Faulkner, Las uvas de la ira (1939) de John Steinbeck, El guardián entre el centeno (1951) de J. D. Salinger, Lolita (1955) de Vladimir Nabokov, La subasta del lote 49 (1965-6) de Thomas Pynchon y algunas otras pocas privilegiadas más.
A esta lista vendría a sumarse ahora Libertad, obra que, encuadrada en un realismo prácticamente lineal, sin retrocesos temporales bruscos y con una escritura cuasi decimonónica, narra la travesía que lleva a cabo una familia asentada a caballo entre el Medio Oeste estadounidense y las ciudades de New York y Washington. De la misma manera que en Las uvas de la ira la familia Joad emprendía su travesía a lo largo de la mítica Ruta 66 durante la Gran Depresión, la familia Berglund, núcleo familiar protagonista de la novela de Franzen, emprende una travesía “épica” durante cuatro décadas (aproximadamente un periodo de tiempo que comienza en 1970 y concluye en el 2010), donde entre encuentros y desencuentros, aciertos y errores, van conformando una trama en la cual el concepto de la libertad (en todas las esferas en que se manifiesta) tiene una presencia de la mayor trascendencia. No es casual el título de la novela; la libertad es una de las nociones pilares de los Estados Unidos, una de sus proclamas fundamentales en el plano individual, político y económico, y es la libertad a fin de cuenta el concepto siempre subyacente en las acciones que emprenden cada uno de los miembros de la familia Berglund.
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Jonathan Franzen. Foto: Télam
Franzen parte de un caso particular del ámbito de lo privado, en este caso el de la familia Berglund, en donde por ejemplo el padre de familia, Walter, quien fuera durante mucho tiempo un ferviente activista ecologista, preocupado por las aves en vía de extinción y por el problema demográfico de la superpoblación, traiciona sus principios al aceptar negociar con las grandes empresas mineras que llevan a cabo una explotación a cielo abierto a cambio de preservar una cierta cantidad de hectáreas en las cuales pueda habitar la especie reinita cerúlea, o el hecho de que la madre, Patty, mantenga una relación amorosa secreta con Richard Katz, reconocido músico que además es amigo intimo de la familia, para luego llegar a un caso más general y de carácter público como el libre mercado (los intereses de las grandes empresas en detrimento de la naturaleza o de las poblaciones) o la democracia; el ámbito particular y privado se encuentra en estrecha relación con el ámbito general y público. No es casual que el desmembramiento de la familia Berglund ocurra poco antes del 11-S (atentado a las Torres Gemelas o “la gran tragedia nacional”) durante la gestión presidencial del republicano Bush, puesto que el desmembramiento de la familia Berglund, y las acciones que cada uno de sus integrantes lleva a cabo a expensas de sus libertades individuales es el reflejo de un país en el cual todo comienza a trastocarse bajo una gestión presidencial conservadora, justificando en nombre de la libertad los excesos propios del capitalismo y la intervención militar del país en Medio Oriente.
Y si bien la novela de Franzen podría comenzar con la conocida frase acerca de las familias felices y las familias infelices con la que se abre Ana Karenina de León Tolstoi, el autor estadounidense prefiere hacer mención a la otra gran obra maestra del escritor ruso: la monumental Guerra y Paz (la misma a la que Patty Berglund se refiere como el mejor libro que ha leído en su vida). La mención no es azarosa; Franzen hace lo mismo que el escritor soviético Vasili Grossman en Vida y destino: mencionar la monumental novela de Tolstoi para equipararla con la propia. Las menciones a Guerra y Paz dan cuenta explícitamente de la consciencia que tiene el autor acerca de la composición de una obra que tiene pretensiones de monumentalidad. Eso es lo que ha anhelado Franzen con Libertad, por eso es la primera Gran Novela Americana del presente siglo; a lo largo de la narración Franzen desperdiga varias menciones a la obra de Tolstoi para rendir cuenta ante el lector de la dimensión de sus ambiciones en cuanto a su propia novela.
Finalmente, cabe señalar que el autor ha logrado sus tolstoianas pretensiones de dimensión monumental con su “épica” de la libertad. Probablemente en los años que vendrán se les dará la razón a los pronósticos actuales acerca de la obra y Libertad de Jonathan Franzen sea considerada una Gran Novela Americana. No una Gran Novela Americana como Moby-Dick (ya que Moby-Dick además de ser una Gran Novela Americana es a la vez un Gran Clásico de la Literatura Universal junto con Guerra y Paz, el Quijote, El rey Lear, La Divina Comedia y otras grandes obras más) sino de la talla de Las uvas de la ira, incluso puede que mejor que ésta (sin desmerecer la prosa de quien fuera Nobel de Literatura en 1962).