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LA LITERATURA COMO UN PUENTE DE APROXIMACION A LA MEMORIA

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"Diario de invierno", de Paul Auster; "Los pasajeros del Anna C", de Laura Alcoba; "La última noche", de Leopoldo Brizuela; "Nada se opone a la noche", de Delphine de Vigan y "La muerte del padre", de Kark Ove Knausgarde (primero de una saga de seis titulada "Mi lucha", al igual que el texto de Adolf Hitler), nos confrontan con esa idea de la literatura como un puente de aproximación a la memoria sin las certezas de la crónica histórica.
Auster relata lo que ha sido vivir en el interior de su cuerpo durante 65 años, y lo hace en segunda persona, parecen memorias de otro, en ese poner el propio cuerpo en la escritura, de forma literal y a la vez literaria.

A la muerte de su madre, el escritor estadounidense tiene un ataque de pánico y describe en "Diario de invierno" (Anagrama): "Lo que pueda contarse habrá de decirse desde dentro, desde tu interior, del cúmulo de recuerdos y percepciones que sigues llevando en el cuerpo contigo; y que por motivos que jamás se conocerán por completo, casi te dejaron sin respiración en el suelo del comedor, convencido de que ibas a morir".
También se escribe para exorcizar la memoria, el caso del argentino Leopoldo Brizuela, ganador del Premio Alfaguara de Novela (dotado con 175.000 euros), cuyo protagonista es testigo de un asalto y esa imagen le recuerda algo ocurrido en la dictadura militar cuando una patota entró de prepo en la casa de sus padres.

"Lo único verdadero de lo que escribo, es que yo toqué el piano y un tipo con una Itaka al lado, con mi vieja en la vereda y mi papá por ahí. No me la acordaba para nada y de golpe me vino a la cabeza y pienso que a lo mejor la literatura sirve para establecer esa relación con la memoria", considera en una entrevista.
Tras las huellas de un recuerdo obturado, de ese pasado que había querido olvidar, aparece la trama que desovilla una y otra vez lo ocurrido esa noche, para volverlo a incrustar en su memoria.

La escritora Laura Alcoba nació en Cuba, un dato de la realidad oculto durante años: hasta hace poco si alguien le preguntaba `dónde naciste` siempre decía `viví hasta los diez años en Argentina y después me exilié con mi madre en Francia`.
Algo real pero que encubre una historia develada en la novela "Los pasajeros del Anna C" (publicado en francés por Gallimard y luego por Edhasa en Argentina) acerca del viaje de sus padres a la isla en 1966 para recibir instrucción militar y reunirse con el Che en Bolivia, una experiencia trunca que trata de recuperar la experiencia revolucionaria de toda una generación.

"Mi padre tenía una nebulosa sobre el pasado, fue como asir pedazos de una memoria que él no había podido juntar", recordó en una nota.
En "La muerte del padre" (Anagrama), el primer libro traducido al castellano del noruego Knausgard -que ha sido comparado con Marcel Proust- comienza con una descripción de la muerte física, que no ahorra detalles para centrarse en la relación con su padre.

Acerca de esta saga, donde vomita todo lo que recuerda, el noruego precisa en un reportaje: "Simplemente escribía sobre mi propia vida. Tiene que ver lo que se encuentra en el interior de las personas. Y la literatura es algo íntimo. Sólo es un lector y un escritor".
Para la francesa Delphine de Vigan, el suicidio de su madre fue el disparador de "Nada se opone a la noche", una novela (en Francia vendió 500.000 ejemplares) en la que reconstruye la vida de su progenitora: bucea en el pasado por medio de grabaciones en casettes tomadas por su abuelo a diario, filmaciones de las vacaciones familiares, fotos y charlas con sus hermanos.

Desde su perspectiva, la memoria se nutre de muchas versiones y el acto de narrar implica elegir una de ellas, así como la forma de contarla. Es clara en su decisión de no ir tras una verdad única. Busca construir una mirada, la suya, sobre su madre.
"¿Qué me había imaginado? ¿Que podría contar la infancia de Lucile mediante una narración objetiva, omnisciente y todopoderosa? (...) Quizá esperaba que, de esa extraña sustancia, se desprendiese una verdad. Pero la verdad no existe. No tenía más que fragmentos dispersos y el mismo hecho de ordenarlos constituía ya una ficción", apunta la autora en el libro.

"¿Qué buscaba en el fondo, si no era acercarme al dolor de mi madre, explorar sus contornos, sus pliegues secretos, la sombra que arrastraba?", dice sobre los modos de interrogar a la memoria.

Fragmentaria, autoreferencial, incontenible, la memoria encuentra otras maneras de articularse en los entresijos de la literatura. Tal como escribió el colombiano Gabriel García Márquez en el epígrafe de sus memorias: "La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla".