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Pepe Grillo en el camino de la seda

Periodista:
Martha Swift
Publicada en:
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País de la publicación:
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Cuando me iba,  me topé con un Alessandro Baricco. Hay libros que uno los elige por el autor, sin importarle nada más. “Un Baricco nuevo”, pensé entusiasmado y llevé un ejemplar al mostrador. Mientras pagaba, la cajera me preguntó: ¿Será tan bueno cómo Seda? No supe que contestarle.



La verdad es que nunca  tuve la pretensión de encontrar algo parecido a Seda al leer  Emaús, Océano mar, Homero, Ilíada, Novecento, City, Tierra de Cristal, Esta historia, o Sin sangre.

 

Es que hay libros con personajes inolvidables, hay libros con tramas que provocan insomnio, hay libros con frases que aprendemos para llevarlas siempre con nosotros, hay libros que logran generar emociones, hay libros, como dije, de autores. También hay libros mágicos y singulares, que en su lectura van generando a nuestro alrededor  luz. Seda envuelve a su lector en esa luminosidad titubeante y cálida de los pábilos encendidos.


Por eso no leí el último Baricco con la expectativa de la cajera: y tuve razón: No es Seda, pero al final de cada capítulo el lector está obligado a detenerse porque siempre hay algo en lo que reflexionar.
 

Jasper Gwyn es novelista desde hace doce años. Es bien considerado por la crítica y se beneficia de devotos lectores. Un día hace publicar en el periódico The Guardian un listado de cosas que no quiere volver a hacer. El punto cincuenta y dos es dejar de escribir libros. No decide dejar de escribir, sino, repito, dejar de escribir libros. Tras un tiempo de no hacer nada, de pasear por Londres, de lavar ropa, mientras visita una galería de arte, Gwyn resuelve dedicarse a un oficio innovador: ser copista, crear retratos narrados de persona. Hasta el próximo párrafo, no voy a decir nada más sobre la trama de la novela. Si voy a agregar que la escritura de Mr Gwyn es elegante, que su lectura es fluida y aunque los personajes, Jasper y Rebecca, son acartonados, algo brumosos, quizá hasta previsibles en sus excentricidades, este es, sin dudas, un auténtico Baricco. Ya lo dije: no es Seda, pero no hay culpa en ello.

 

Ahora quisiera detenerme en un personaje secundario de la novela: la señora del fular impermeable, ya que  es en este personaje donde Baricco muestra su virtuosismo literario.
 

Gwyn conoce a la señora del fular impermeable en la sala de espera de unos consultorios y tiene con la anciana un diálogo que le resulta revelador. Días después, cuando vuelve a buscarla para pedirle un consejo, se entera que falleció. Y es ahí, en ese período de espera, donde Baricco hace que la mujer cargue la novela en su changuito y la lleve hacia adelante: la convierte en la voz de la conciencia de Jasper Gwyn. Todo lo que sucede hasta que Gwyn abre su estudio de copista, es por consejo de la mujer.  Por ejemplo:
 

“-Es sorprendente hasta qué punto resulta inútil todo esto en ausencia de un modelo, observó la señora del fular impermeable. ¿O es que yo no lo he visto?, añadió mirando a su alrededor como quien busca la sección de salsas en un supermercado.
-No, nada de modelos, por ahora, dijo Jasper Gwyn.
-Me imagino que no estarán haciendo cola afuera, en la puerta.
-Aún no.
-¿Tiene ya pensado cómo resolver el asunto, o pretende ir posponiéndolo hasta que se le termine el contrato de alquiler?
De vez en cuando, a la anciana se le escapaba el tono de maestra de escuela. Ese modo huraño de implicarse en las cosas.
“Las resoluciones definitivas se toman siempre y solamente en un estado de ánimo que no está destinado a durar.”Marcel Proust-No, si planeado ya lo tengo, respondió Jasper Gwyn.
-Le escucho.”
 

Gwyn, escudándose en los diálogos con la anciana, aceptando sus consejos, esos consejos extravagantes pensados por Gwyn, pero, claro, enunciados por ella, su Pepe Grillo, deja de ser madera y se hace carne. Alguna vez, Viktor Frankl pensó que una situación tiene un sentido único, que está fuera de las generalidades de la ley y que, en consecuencia, el pensamiento racional por sí solo no puede ayudar en la búsqueda de dicho sentido. En la página treinta y uno, la mujer del fular impermeable cita a Proust: “Las resoluciones definitivas se toman siempre y solamente en un estado de ánimo que no está destinado a durar.”


Y es en esa frase donde anida la novela.

 

© Leonardo Huebe, Télam