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Una sola viuda para dos fantasmas muy pesados

Periodista:
Malena Winer
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En la larga lista de frases del saber popular, una de las más conocidas es aquella que afirma que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Pero, en este caso, la novela La viuda de los Van Gogh (Camilo Sánchez, Edhasa) rompe con esta tradición o, mejor dicho, encuentra en la historia una vuelta de tuerca que enriquece la narración. En este relato, Johanna Van Gogh-Bonger es una mujer detrás de dos hombres que tienen un apellido inseparable de la historia de la plática universal: Van Gogh. Lejos de pensar en un triángulo amoroso, la historia se centra en ella, mujer de Théo, testigo de la decadencia de su esposo después del suicidio de su cuñado Vincent. “Una sombra pesada en cada peldaño de la escalera fue el anuncio: Théo Van Gogh entró con el fantasma de la muerte pisándole los zapatos. Johanna lo miró. En tres días había envejecido diez años. Casi no reparó en su esposa y apenas si saludó al niño. Con una parsimonia extrema, colocó bajo la cama los últimos trabajos de su hermano, una serie de rollos con lienzos de pintura aún reciente. Después, en el baúl de roble de las cartas dejó una última que Vincent Van Gogh tenía entre sus ropas cuando se pegó el balazo y se acostó a dormir.”
Esta pesadumbre, la figura fantasmagórica, rayana con la con la locura, en la que se convirtió su marido y la drástica decisión de su cuñado seis meses antes empiezan a inquietar a Johanna y la impulsan a tratar de traducir cómo fue la relación entre ellos. En este recorrido, lo primero que encuentra es el intercambio epistolar que han sostenido los hermanos: en estas cartas se revela una relación fraternal problemática e intensa que nunca había sospechado. Pero lejos de abandonar la tarea, este descubrimiento retroalimenta su voluntad de avanzar en las averiguaciones sobre quién fue realmente su cuñado e, indirectamente, su marido a quien admite desconocer. Y aunque parece un trabajo arduo y desgastante, a Johanna la fortalece. Busca las telas que Vincent tenía en París y se anima a organizar la primera muestra que inaugura el camino de reconocimiento que, post mortem, hizo de Vincent Van Gogh un pintor ineludible.
A pesar de que muchos de los datos que construyen la trama de esta novela son conocidos, principalmente por la edición de las cartas entre Vincent y Théo, Sánchez reinventa la historia desde la ficción de una forma que vuelve a fundarla. Logra que olvidemos al dúo fraternal y que, luego de la lectura, pensemos en un trío y a Johanna Van Gogh-Bonger enviudando por los dos hermanos.«