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Motivaciones para la crítica

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El periodista y productor de documentales Ignacio Montes de Oca, en "Historia de la Argentina olvidada, 1810-1955", sostiene que la hipótesis que organiza su libro es el grado de intolerancia contra la diversidad cultural que, sin ser propia de la Argentina, se enseñoreó en nuestro país durante larguísimos períodos.

"El motivo para escribir este libro es muy sencillo: soy argentino, y siento que a lo largo de la historia del país hubo mucha intolerancia. Se trataba de conjurar esa intolerancia, poniendo en claro sus razones", dice el autor.

El libro, publicado por Edhasa, explora las tachaduras o negaciones que los vencedores político-militares y culturales han sometido a los vencidos en esas batallas materiales y simbólicas por establecer relatos hegemónicos sobre la historia de un país.

Montes de Oca comenzó su carrera como periodista gráfico especializado en temas internacionales y conflictos bélicos. Participó en una docena de trabajos de investigación académica para organismos nacionales e internacionales.

Además, trabajó en documentales para las señales The History Channel, National Geographic y Discovery Channel, entre otros. Y publicó el libro "Tierra de nadie" en 2006, con relatos poco conocidos sobre los episodios de 1982 en las islas Malvinas.

El cree que la singularidad es la sumatoria de lo colectivo: "Cuando uno toma posición en el campo de la cultura, hay que reconocer que existe una batalla cultural que ha desatado el gobierno y que está muy bien que así haya sido".

"Esa batalla -continúa- está orientada a conocer el pasado integral de la Argentina, porque la militancia también tiene que ver con escribir otras historias que hagan que la gente piense, y así la singularidad se convierta en colectiva".

Y agrega que "en el libro trato esa cuestión. El lector encontrará que hubo cosas -en todos los movimientos políticos- que no fueron buenas, desde la independencia hasta 1955, y después ni hablar, por supuesto".

SIN TOLERANCIA

Para el periodista, "lo colectivo tiene como punto de representación a la cultura, y la cultura va más allá de las ideologías; la cultura nos une, la ideología separa. Creo que en ese punto hay que operar para acabar con la intolerancia".

La intolerancia y la violencia son dos de las invariantes que el autor del libro aísla con el objetivo de proponer un nuevo relato del presente; que explique el presente como un momento purgado de esos males del pasado.

En ese sentido, "éste no es sólo un libro de historia sino también sobre el presente. Sabemos que todavía existen brotes de intolerancia, xenofobia. Eso viene de algún lado. Eso es el libro".

-¿Qué cosa, estrictamente?

-Un modesto intento por tratar de que la gente se interrogue acerca de por qué actúa como actúa, con el inmigrante, el aborigen, con el otro en general.

Montes de Oca se presenta escéptico: "No creo que lo que yo haga vaya a cambiar demasiado las cosas, pero vale la pena intentarlo. La locura no es propiedad de la Argentina. Todas las sociedades cultivan cierto grado de locura. Pero lo importante es calibrar cuánta locura anida en los pueblos y qué hace uno con eso".

-¿Si hubiera cambiado algo en el país de haber sido sometido por potencias anglosajonas?

-Ese es el viejo problema de la historia contrafáctica: qué hubiera pasado si...y sin embargo... los países anglosajones arrastran enormes problemas de intolerancia religiosa, étnica, sexual, etcétera. El Ku Klux Klan, para el caso, crece en un país conquistado por los sajones. O Jean-Marie Le Pen, en Francia, que es un país latino, pero no de raíz latina, donde la Inquisición no era tan fuerte, tiene hoy un movimiento de ultraderecha fortísimo. Y ni hablar de Africa, con las matanzas entre los hutus y los tutsis.

CASTIGO Y MEMORIA

La violencia sería inherente a la condición humana, sostiene Montes de Oca. Pero "la particularidad de nuestra inquisición es que trató de acabar con la diversidad cultural", aclara.

Así las cosas, "esa es la herencia más pesada que tenemos. Si nosotros llegáramos a desembarazarnos de ver lo diverso como algo negativo, daríamos un paso enorme".

E insiste: "Si nos han metido que dios y la inquisición son el orden, bien vale que levantemos la cabeza y miremos alrededor, que apreciemos la diversidad. Esa es la hipótesis central del libro".

Y también ejemplifica: "Si se analiza lo que hizo el (mal llamado) Proceso (de Reorganización Nacional), se cambia la palabra demonio por izquierda, el resultado es el mismo; si durante la Patagonia trágica cambiás demonio por anarquistas y comunistas, el resultado es el mismo".

Porque, dice, "en nombre de la religión, en este país se ha hecho cualquier cosa. ¿O acaso (Alfredo) Astiz y (Jorge Rafael) Videla no eran católicos fervientes?".

"Si los argentinos hubiéramos entendido que en aquel momento, Astiz y Videla eran la forma moderna de la Inquisición, sería más fácil entender por qué tanta gente, entonces, los apoyó".

"Pero soy católico, a pesar de todo; soy argentino, a pesar de todo, y me siento cada vez más argentino porque estamos en una fase superadora de aquel horror: con juicio, castigo y memoria", concluye Montes de Oca con voz segura.