Pauls explora imaginario económico de los 70 en "Historia del dinero"
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- Gabriela Mayer
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Los 70 suelen ser pensados básicamente como años de pasión política. "Pero me parece que la intensidad de esa pasión eclipsó un poco algo que para mí es importante, que es el desarrollo de la imposición de una cierta cultura de vida económica que creo que también sigue pesando hoy", afirma Pauls en entrevista con dpa.
"No sólo por la cuestión del dólar que vuelve a resucitar, como ciertos comportamientos económicos muy argentinos, sino que hay todo un imaginario de qué hacer con el dinero, cómo relacionarse con el dinero, que para mí se instala en los años 70 de una manera muy fuerte. Los años 70 no sólo nos enseñaron a veces de la peor manera posible a comportarnos políticamente, sino también a comportarnos económicamente", analiza el narrador y ensayista argentino que ganó proyección internacional con "El pasado" (Premio Herralde 2003).
A Pauls le interesaba pensar la "cuestión de intimidad y política" para acometer esta década clave y turbulenta que padeció el horror de la dictadura militar (1976-1983). La trilogía se abrió con "Historia del llanto" (2007) y siguió con "Historia del pelo" (2010). "Sobre todo no quería usar las puertas principales, quería elegir accesos muy oblicuos. Y creo que el llanto, el pelo y el dinero funcionaron como caballitos de Troya", señala.
"Aún hoy que el dinero se ha virtualizado, desmaterializado y se ha resimbolizado infinitamente, todavía en la Argentina lo único que tiene valor para nosotros es el dinero, la plata, los billetes. Y esa es un poco la dimensión porno que hay para mí en la novela, que se habla todo el tiempo del billete", considera el crítico y periodista nacido en Buenos Aires en 1959.
El protagonista de "Historia del dinero" (Anagrama) tiene un padre jugador, habitué de casinos y conocedor de las cuevas de la especulación financiera, y una madre que vuelve a casarse y dilapida una herencia. "Son relaciones en las que el dinero funciona un poco como comodín de todo. En los 70 se decía que era el 'equivalente general', lo que puede estar en lugar de cualquier otra cosa, en lugar del afecto, del sexo, del lenguaje".
El hijo observa distante las operaciones clandestinas e inversiones alocadas de sus progenitores. "En general los personajes principales de mis libros son un poco así, son como esa mezcla de discapacitados y prodigios, gente que medio no sirve para nada, pero en esa inservibilidad desarrollan unas capacidades que permiten –espero- entender algo de lo que pasa".
A Pauls siempre le interesaron los 70 por "su peso histórico y su fuerza de irradiación" y cree que el país sigue flotando un poco en la órbita de esa década. "No sólo porque hay una repatriación evidente del discurso de los años 70, de la actitud de los años 70, de la retórica política de los años 70 a nivel gubernamental, sino también porque muchos de los fenómenos que pasan hoy en la sociedad argentina tienen que ver con conflictos, apuestas, heridas, proyectos, contraproyectos que se pusieron en juego en los años 70. Y además porque para mí la década de los 70 es la de mi formación en todo sentido".
"El gran género que estalló como único género verdaderamente autorizado para revisitar esa época es el de la crónica periodística, el libro de investigación periodística", indica. "Creo que la literatura tardó mucho en encontrar una perspectiva y no sé tampoco si la encontró en general. Me parece que hay intentos más bien individuales, escritores que tratan de trabajar sobre eso. Supongo que es un baile en el que seguiremos estando por mucho tiempo".
Entretanto se registra una "cierta lucha generacional alrededor de cuál es la 'buena manera' de contar los años 70". Y entre los enfoques más interesantes, destaca los de "los hijos de los sujetos activos de los años 70, la generación de (la cineasta) Albertina Carri, de (el escritor) Félix Bruzzone". "Lo que es interesante de eso es por un lado cómo reivindican la potencia de un cierto olvido y por otro lado cómo empiezan a convertir los años 70 en objeto de un imaginario que tiene más que ver con el delirio, la risa y con el disparate, que con el tributo a una verdad histórica insoportable".
Pauls, traducido a diversas lenguas, también incursionó en el cine como crítico, guionista y más recientemente como actor. "La relación más productiva con el cine siempre fue como crítico. La experiencia de guionista no fue muy afortunada, no creo que sea yo muy buen guionista, y además por una razón generacional quedé en un lugar un poco ingrato, como a mitad de camino entre dos generaciones", traza su balance.
Meterse en la piel de actor significó "una especie de travesura, algo que hice con mucho placer para directores que me llamaron para actuar. Fue una experiencia muy divertida, supercompleja, me gustó mucho participar fugazmente de ese mundo. Pero no veo para mí un camino de actor, para nada", resume su paso por los sets cinematográficos.
Sus ficciones también llegaron a la pantalla grande: "El pasado" fue filmada por el argentino-brasileño Héctor Babenco en 2007, con un elenco encabezado por el mexicano Gael García Bernal, experiencia que no lo dejó del todo satisfecho. "Hubiera preferido que la película fuera más personal, más de Babenco, menos obediente". Y al mismo tiempo rescata: "Tiene algo en el tono que me gustó mucho".
Finalizada la trilogía que le llevó seis años, Pauls trabaja en un ensayo biográfico sobre el cineasta chileno Raúl Ruiz, al que califica de perfecto "como libro de cruce". Y adelanta: "Tengo ya planes de una novela, pero por ahora estoy abocado a Ruiz".
© Gabriela Mayer, DPA