Jeffrey Eugenides: "Envidio a Jane Austen"
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- Lisa Thomas
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-¿Sirve su protagonista, Madeleine, como catalizador del arquetipo de la novela romántica?
-El libro comenzó para mí con la ironía central de una joven que cursa una asignatura de Teoría de la Literatura y lee «El discurso de los enamorados» de Roland Barthes. Madeleine intenta ser muy intelectual sobre las relaciones e inocularse contra la enfermedad del amor. Pero al mismo tiempo se enamora de Leonard, quien asiste a la misma clase. Mi intención era reflejar la ironía de esa situación: que por más que intentemos ser inteligentes y analíticos sobre el amor, siempre acabamos cayendo presos de nuestras pasiones. Creo en Madeleine como una persona real, un personaje real; así que mi intención fue siempre ser sincero y genuino sobre lo que le sucedía. Lo que dinamita por completo el arquetipo de la trama nupcial es que la historia está narrada desde tres puntos de vista y que Madeleine es tan pretendiente de Leonard, como Leonard lo es de ella, porque estamos en 1980 y no en 1780. La vida de Madeleine no va a estar determinada por la persona con la que se case del mismo modo que sucedería con la heroína de una novela del siglo XVIII o XIX.
-¿Qué autor o autores le inspiran más a la hora de trabajar?
-Admiro a muchos de los escritores y novelas que menciono en el libro, como «Ana Karenina» de Tolstoi, Henry James... Es inútil no reconocer que admiro a todos los autores que engrosan el paseo de la fama de la literatura. No tengo muchos desacuerdos con los clásicos. Sin embargo, hay algunos autores que gozan actualmente de gran popularidad, como Bolaño, a los que no tengo tanta admiración. No me entusiasma tampoco Thomas Mann, pero eso no significa que aquellos a los que les gusta no puedan sacar algo maravilloso de su lectura.
-Usted nació en Detroit, ciudad que en las últimas décadas ha sufrido inmensamente. ¿Cómo le afecta el estado actual de su ciudad?
-Detroit lleva sufriendo desde los años 60. Ha sido así la mayor parte de mi vida. La mayoría de mis libros hablaron de ello mucho antes de que se convirtiera en un asunto de interés internacional. «Las vírgenes suicidas» trata en gran parte sobre los suburbios de una ciudad moribunda. En los últimos meses se le ha dado mucha publicidad a que algunos artistas han comenzado a mudarse allí, que se han abierto varias granjas. Noto un cierto espíritu de optimismo para el futuro. Aunque no querría echar un jarro de agua fría sobre ese positivismo, si miro a la situación de la ciudad con claridad y sin emocionalismo, los problemas que confronta son vastos y casi irresolubles. Que esté en bancarrota y el Estado tenga que hacerse cargo de ella es una mala señal. Creo que las cosas no pueden empeorar, lo que deja lugar a que mejoren; pero no va a ser un trabajo rápido ni sencillo. Lo que es seguro es que la ciudad nunca volverá a ser lo que fue: la cuarta ciudad más grande de EE.UU., un motor increíble de industria y cultura. No creo que jamás recupere su gloria pasada.
-¿La teoría de la trama nupcial perdura en las novelas de nuestra era?
-No lo creo. De alguna manera este libro nace de mi lamento de que ese tipo de novelas ya no se puedan escribir. Envidio a Jane Austen por haber podido escribir novelas que se basaban en ese mundo tan ordenado en el que las reglas religiosas y sociales eran estrictas y conocidas por todos. Lo que aprendí escribiendo «La trama nupcial» fue que esas novelas siguen afectando a nuestros cerebros, a nuestro entendimiento y esperanzas sobre el amor. Todo el mundo busca su alma gemela y sueña con una pareja que les complete. Nos tenemos que preguntar de dónde vienen esas ideas, porque muchas proceden de leer esas novelas.
-Un profesor de Madeleine declara que la novela alcanzó su apogeo con la trama nupcial y que el divorcio y la igualdad sexual fueron pésimos para la novela. ¿Está de acuerdo?
-Incluí ese argumento en la voz de un profesor mayor porque es una forma de ver la novela. Si yo pensase eso, no sería novelista porque creería que la novela está agotada. Pero en cierto sentido puedo pensar que las novelas del siglo XIX nunca serán superadas, que la trama nupcial era un gran tema.
-¿Qué tipo de lector tiene en mente cuando escribe?
-No visualizo a un tipo de lector específico. Quizá trato de escribir pensando en el que podría ser mi amigo más inteligente porque espero que quien me lea sea instruido, que tenga buen sentido del humor y que esté en mi misma frecuencia para que pueda entender lo que trato de hacer.
-Entre sus libros ha transcurrido un gran lapso de tiempo. ¿Cómo ha evolucionado su forma de escribir?
-Es extraño porque eres consciente de que estás ganando control y entendimiento sobre lo que escribes, pero al mismo tiempo la sensación de que no sabes por completo lo que haces y de que estás trabajando en la oscuridad es constante. Antes solía escribir más por instinto, más intuitivamente. Ahora soy más consciente de cómo van a salir las cosas y puedo controlarlas o comprenderlas mejor.
-¿En qué proyectos está trabajando actualmente?
-Estoy coadaptando «La trama nupcial» a un guión de cine y escribiendo una colección de historias breves. Cuando esos dos proyectos estén completados, planeo escribir otra novela.
© María G. Picatoste, ABC Cultural