Ese extraño objeto de intercambio
- Periodista:
- Miguel Zeballos
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Al igual que el tiempo, el dinero va y viene escurriéndose caóticamente en la breve línea de la palma de nuestras manos. Tiempo y dinero: testamentos que fluyen y varían según su propia idiosincrasia, negados a la manipulación y al capricho humanos.
En esa negación anárquica en que los billetes pasan de mano en mano –moviéndose de manera ingobernable entre acreedores y casas de cambios por carriles legales y otros que no tanto– emergen algunas historias: la más conspicua; la familiar, la historia de un mundo privado de Herencia, Derroche y Ruina; un triángulo vicioso sostenido por un padre adicto al casino, una madre a la espera de que llueva dinero y un hijo, claro, que crece insomne por el muerto que ve por primera vez, que aparece flotando en el río sin la valija llena de dólares que lo acompañaba.
Son adictos, como los adictos al alcohol o a las drogas. Adictos al carácter más puro y obsceno del dinero. Un espejismo que rápidamente se convierte en un monstruo ciego y torpe. Un monstruo que pierde el equilibrio y cae sobre el deseo de los que lo persiguen.
Dinero, dinero y más dinero, el vil y vacuo papel asediándolo todo. Y en el extremo de la frialdad, los extenuantes y densos párrafos construyen el pantano donde los personajes terminan por hundirse.