Una marca imperceptible que nos insta al silencio
- Periodista:
- Laura Garaglia
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Resulta extraño reseñar como "novedad" una novela publicada en el año 1998. Pero La huella del ángel de Nancy Huston tuvo su edición en español luego de que la autora arrasara con el suceso de su última novela Marcas de nacimiento, en 2008. Nancy Huston es una escritora canadiense, nacida en 1953, criada en Estados Unidos, estudiante y residente en París, Francia. Alumna de Roland Barthes y casada con Tvetzan Todorov, ella es un cóctel sugestivo, inteligente y mansamente provocador.
La huella del ángel es una novela dura, que transcurre en París entre 1957 y 1964 en plena guerra de Argelia. Las historias privadas de las vidas de los personajes se cruzan con el escenario que la autora despliega constantemente: una suerte de "mientras tanto" plagado de datos históricos, esas huellas que marcan a toda la humanidad, a toda una época y que "insistimos en llamar noticias".
La narración es clara y sin ornamentos vanos e interpela al lector, lo coloca frente a frente en la complejidad de sus opiniones y sus conocimientos, mientras la historia avanza.
Saffie es una joven alemana que transita sin mirar a los costados, con una mirada congelada y un cuerpo rígido por esa París convulsionada, llega por un aviso a la puerta de Raphael, un flautista con una carrera prometedora, que vive solo en un departamento lujoso de la calle del Sena y necesita una criada.
Pronto esa situación arribará al cliché patrón-mucama, pero desde un lugar muy poco cliché: para Huston, los lugares comunes no lo son tanto, ella sabe mostrar la otra cara de las cosas, indagar la otra manera de verlas, convocar a su lector a ver desde otro lado.
A través de la profesión de Raphael, Saffie llega a conocer a András, un húngaro que se encuentra en París luego de huir de Budapest tras la revolución fallida contra los soviéticos. Esta mujer alemana, que fuera una niña durante la Gran Guerra, en ese Berlín helado y cruel, que como todos los que vivieron esa pesadilla, no puede sino guardar secretos y recuerdos terribles, va a transitar sus días entre dos hombres, tendiendo entre ellos, tan diferentes, tan diametralmente opuestos, un puente invisible y patético, que de algún modo los va a unir para siempre.
La huella del ángel es esa marquita que todos tenemos bajo la nariz y sobre el labio, esa que un ángel hace con su dedo para que nadie pueda contar lo que vio antes de llegar a este mundo, ese silencio impuesto por el más dulce de los seres inventados, un silencio padre de otros tan terribles, tan solitarios. «