Laura Alcoba, la clandestina platense
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- Alejandro Nuñez
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De algo no hay dudas: Laura Alcoba es una escritora. Por el resto, todo se complica. Después de haber publicado dos novelas, las ediciones Edhasa preparan hoy la salida de una tercera, Los pasajeros del Anna C., catalogada en literatura hispánica: ironía de la actualidad, Leopoldo Brizuela, su traductor, acaba de ganar el premio Alfaguara.
Poco importa si en Francia la autora argentina es considerada como "escritora francesa", publicando en la prestigiosa colección Blanche de las ediciones Gallimard (dedicada a las letras francesas). Su última novela –que la autora presentará próximamente en la Feria del libro de Buenos Aires– sale en Argentina solamente tres meses después de la publicación francesa. .
En las cortas biografías de sus editores, Laura Alcoba nace en 1968 y vive hasta sus diez años en Argentina. También de eso estamos seguros. Se suele destacar además su formación académica: Alcoba es normalienne, es decir, alumna de la École normale supérieure, la aristocracia de la élite republicana francesa. No se cuentan más los ministros, presidentes o escritores egresados de la famosa institución fundada en el año III del calendario revolucionario francés (1794-1795). El mismo Jean-Paul Sartre rechazó toda su vida las insignias honoríficas –incluso la del Premio Nobel– salvo su título de normalien.
De lo académico Laura Alcoba conservó el uniforme, pero el de profesora de literatura hispánica especialista del Siglo de Oro español en la universidad de Nanterre. Hasta ahora la biografía anunciada de una escritora "Nacida tal año, en tal lugar…" Y si, ¿en qué lugar ? En La Plata, la ciudad donde transcurre la acción de la primera novela La casa de los conejos, en la que la autora reconstruye su infancia clandestina en la tristemente conocida Casa Mariani-Teruggi: "Voy a evocar al fin toda aquella locura argentina, todos aquellos seres arrebatados por la violencia. Me he decidido, porque muy a menudo pienso en los muertos, pero también porque ahora sé que no hay que olvidarse de los vivos. Más aún: estoy convencida de que es imprescindible pensar en ellos. Esforzarse por hacerles, también a ellos un lugar". La escritura tenía que empezar por ahí, como una promesa hecha al fantasma de Diana Teruggi.
Hoy en París, con su tercera novela Laura Alcoba nos cita en un barrio que de popular se transformó en uno de moda de la capital, cerca de su casa, en el histórico Marché des enfants rouges (ver vIdeo).
Si bien precisa que "mi nacimiento no es el objeto del libro", se trata de la historia de una cierta juventud de izquierda en aquellos años 70, guiada por el "seamos realistas y hagamos lo imposible", con el único deseo de integrar la columna del Che. Soledad y Manuel son los falsos nombres de los protagonistas de la novela y verdaderos padres de la autora. Con ellos, dos testimonios y la voz del filósofo pero también actor y teórico de la guerrilla cubana, Régis Debray, se teje un viaje intimista e histórico.
A pesar del escepticismo de Debray, autor de las páginas más sinceras que se escribieron sobre las esperanzas perdidas, Laura Alcoba decide explorar la selva cubana porque son demasiadas las preguntas sin respuesta, demasiado grande el culto del secreto. Alcoba quiere romper el principio de silencio fundamental para la sobrevida de las fuerzas revolucionarias y desafiar el misterio de su nacimiento en la Habana. La mentira administrativa que la hizo nacer en La Plata queda sin embargo como única verdad: "La pregunta sobre mi identidad al nacer que sigo sin conocer…ahí se gesta lo que se va a vivir posteriormente, que empecé a contar en la Casa de los conejos. En estos cambios de identidad múltiples, a veces es como si la memoria de unos y otros se hubiese perdido, y yo trato de encontrar un camino y trazar una historia con muchas dudas. Las dudas tienen un lugar en el libro, para mí son importantes, dicen mucho de esa generación, de esa época… Finalmente no tenía ninguna fotografía, ningún documento impreso, sólo tenía relatos, hay algo también ahí de cuento, de cuentos contradictorios".
Para Laura Alcoba la diferencia entre las dos grandes familias de armas no tienen secreto: por un lado las americanas, por el otro las soviéticas, siempre más pesadas. Kalachnikov con la celebre AK-47, AK-59 y la ametralladora liviana RPD, ideal para la guerrilla dice el oficial cubano. Esa fue la primera lección que aprendieron sus padres, en el coqueto barrio de Miramar en La Habana, vestigio de un pasado reciente… Los adolescentes sueñan de Revolución con una R mayuscula.
Con la certeza que la literatura de Laura Alcoba es más fuerte y seguramente más liviana que un AK-47 partimos con la última generación lírica, en un viaje iniciático de La Plata a Cuba, pasando por París y Praga. Sin juzgar, sin buscar heroes, revivimos gran parte de una reciente y dolorosa historia latinoamericana donde el diálogo entre los vivos y los muertos todavía no terminó.