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El olor de la infancia

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En su último libro, Philippe Claudel realiza un viaje proustiano de los sentidos a la memoria. Pero en este caso el que dirige es el olfato. Desde el olor a ajo que le recuerda a su abuela hasta el del cigarrillo que le evoca a su tío, el aftershave a su padre y la salsa de tomate a su madre, Aromas es un retorno a la infancia y adolescencia del autor acompañado por el paisaje de su Lorena natal.

 

Sólo con unas pocas palabras esta suerte de relato autobiográfico transporta al gimnasio de la pubertad, signado por el olor a sudor y pies, y a los primeros sentimientos de atracción sexual del narrador frente sus compañeras que saltan de las anillas a las colchonetas. ¿A qué olía su primer beso? Recuerda sus frustrados intentos por conquistar a las chicas con poemas, las preguntas a los amigos más experimentados y su debut en un baile a los doce años con los labios de Christine, perfume a golosina, pastelería, tallos y grandes prados.

 

El olfato es uno de los primeros sentidos que se desarrolla y se procesa en el mismo lugar del cerebro que almacena la memoria. Sobre esta base se sustenta la construcción del texto. Los aromas disparan diferentes recuerdos que, asociados libremente a otros, conforman el relato. A partir del jabón de una habitación de hotel, la memoria de Phillipe Claudel se activa, como con la magdalena proustiana, desde las vacaciones en su infancia hasta las posibles historias que encierra un chicle debajo de la cama. Sin embargo, algunas son difíciles de seguir, como el pasaje de la imagen de unos caballos en la niebla hasta la Guerra de los Treinta Años.

 

Aromas se estructura en un índice alfabético que no sigue un orden cronológico. Cada uno de los 36 capítulos recupera un olor, un lugar, unos personajes, una historia. Hay aromas identificables como el del "alquitrán" y otros difíciles de imaginar, como el de la "arenisca rosa". Las páginas del libro son un conjunto de rememoraciones de tono sepia que van construyendo, a modo de rompecabezas, la vida del narrador. Aunque, por momentos, se vuelve demasiado fragmentario y pierde intensidad.

 

Muy cercano al relato autobiográfico, resulta difícil encasillar Aromas en un único género literario. Suerte de memoria, poesía en prosa, libro de relatos, índice de aromas, la narración es atrapante. La rememoración de las sensaciones conduce a una lectura sumamente placentera y onanista. La descripción del "Despertar" matutino engloba no sólo aromas, texturas y sabores entrañables, sino también reflexiones sobre la vida y la muerte, el amor, la vigilia y el sueño. De este modo, en los intersticios de la narración también se cuela un conjunto de meditaciones existenciales que se repiten en las distintas historias y llevan al narrador a desnudar su subjetividad. La noción poco cartesiana de que el sentimiento precede a la existencia flota sobre toda la obra e incluso es fundamental para el procedimiento narrativo.

 

El libro, además, es una búsqueda introspectiva que da un vistazo de la intimidad del autor. Escenas de la vida cotidiana, particulares y universales al mismo tiempo. En su reconstrucción, Aromas se constituye como una defensa de la felicidad que está en las pequeñas cosas de todos los días. El escritor francés logra trazar, con una pluma ágil y fresca, postales de la infancia impresas para siempre en la memoria asociadas a distintos aromas.

 

Claudel expone su habilidad de guionista para construir imágenes cinematográficas al describir con maestría pequeñas escenas que perduran como fotografías. "El mismo cuchillo que mi abuela -apodada la Pulga, aunque sea bastante corpulenta- hunde ante mis ojos con un movimiento, sin piedad, en el cuello de los conejos para que se desangren", dibuja el narrador.

 

Así como cada uno de los personajes está asociado a un perfume particular, la pérdida de éstos está cargada de profunda significación. Luego de la muerte de su padre, la casa de su infancia ya no posee ninguna fragancia. Tal vez por eso, Claudel, ganador del premio Gouncourt de Nouvelle por Petites mécaniques , elige ese lugar para comenzar a escribir un libro en el que el poder evocativo de los aromas sea el motor del relato: allí reside su mayor virtud.

 

Philippe Claudel, autor de La nieta del señor Linh y Almas grises , demuestra una vez más de que la brevedad y la sencillez son elementos esenciales para lograr un libro bello y sensible. La belleza es fundamental para definir Aromas . Porque la primera sensación que queda tras leerlo es el haber presenciado un acto poético.