La edad de la inocencia
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La historia de un poema puede contener la historia de la literatura, sus mitos, su genética. Este libro así lo demuestra en un enigma que se despliega no sin complicidades y pasillos falsos. Un solo poema, rastreado y defendido de las acusaciones de falsedad, sirve de hilo para pasear por una cultura inocente y mágica, lejana en el espacio y el tiempo, pero a la vez reconocible.
El enigma de Qaf, publicada por primera vez en Brasil en 2004 y traducida por Teresa Arijon, es también un homenaje a la cultura árabe preislámica. De esa época conocida por la cultura de Medio Oriente como la edad de la ignorancia, se conservan siete poemas venerados como testimonio previo a lo que denominan sabiduría: la creación de la religión mahometana basada en el judeocristianismo y sincretizada con la devoción a la piedra negra que se adoraba hasta el momento.
La aparición de un octavo poema, reivindicado por el narrador, quien lo heredó de su abuelo árabe emigrado al Brasil, desencadena la investigación con resultados ambiguos y divergentes. La historia central de la novela está dividida en 28 capítulos, titulados según 28 letras del alfabeto árabe. Entre ellos hay capítulos denominados Parámetros y Excursos. Los Parámetros son leyendas de héroes y poetas árabes; actividades indisolubles por entonces. El autor aclara al comienzo que quien quiera divertirse solo debe leer la historia central, lineal, sin perder tiempo en los capítulos intermedios, pero para tener un conocimiento más profundo de la cultura árabe, es recomendable leerlos. Finalmente, el prólogo deviene en recomendaciones insinuando la imposible de escapar a la lectura total del libro.
Alberto Mussa (Rio de Janeiro, 1961) realizó estudios sobre diversas culturas primitivas y debutó con Elegbara (1997), libro de cuentos inspirado por la mitología de los nagôs, etnia africana responsable por traer el candomblé a su país. Poco después, fascinado por la poesía preislámica, estudió árabe clásico y se dedicó durante ocho años a un proyecto de traducción e investigación sobre el mundo árabe. De allí surge esta novela que le valió entre otros el Premio Casa de las Américas.
La escritura de Mussa (mejor dicho lo que la traducción deja sospechar) posee la limpieza y certeza de la fábula. Una prosa que practica estocadas de sentido a través de personajes y metáforas tan universales como poderosas. Enriquece conocer una cultura previa a la árabe actual aunque sea mostrada por el sesgo literario, mítico, borgeano. Mussa no vacila en dejar fluir su propia historia en la historia de su abuelo, las migraciones, lo que se pierde en la traducción (como en cualquier viaje). Algo de autobiográfico nos poersigue como lectores también, si llevamos la metáfora hasta las más retorcidas consecuencias. Mussa viaja al antiguo Medio Oriente para traernos a la verdadera Sherezade y sentarla en el living de casa. Una mujer diferente a lo que nos contaron, al igual que Aladino, Alí Babá y sus cuarenta ladrones, y algún que otro mito bíblico posterior. Mussa ejemplifica así como nuestra cultura puede moldearse a imagen de una reflexión e inflexión de las lenguas que le dan vida.