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Roberto Bolaño: el escritor detrás de los mitos

Periodista:
Maximiliano Tomas
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Su obra tenía lectores, y críticos señalándola como una de las más destacadas de hispanoamérica, e incluso había obtenido premios como el Herralde y el Rómulo Gallegos; pero el verdadero salto llegó, como suele ocurrir, con su muerte. Desde entonces, los lectores se multiplicaron por decenas de miles en países como España, México o la Argentina, y él se transformó en el autor contemporáneo en castellano más difundido del exclusivo mercado editorial de los Estados Unidos. Ahora han pasado diez años, y las cosas cambiaron radicalmente. Tanto, que el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), un espacio dedicado por lo general a dar cabida a las expresiones artísticas de vanguardia, le dedicó una muestra titulada "Archivo Bolaño: 1977-2003", que exhibe objetos, fotografías y un extenso muestrario de manuscritos (de sus libros más conocidos, y de muchos inéditos) que cierra el próximo domingo, y que desde entonces viajará por distintas ciudades del mundo.

 


El origen de esta exhibición fue el acercamiento de su viuda, Carolina López, a uno de los curadores del CCCB, el argentino Juan Insua, a finales de 2011. Bolaño había dejado a su muerte muchos cuadernos y manuscritos (de los que fueron saliendo algunos libros póstumos), y López, que los había estado ordenando, quería ver si había algo ahí que tuviera interés para ser mostrado en público en Barcelona, lugar donde el escritor había decidido vivir desde 1977 (primero en la ciudad, después en Gerona y más tarde en Blanes). Cuando Insua, que había leído sus libros, accedió al material, se dio cuenta de que todos esos papeles, garrapateados con una caligrafía de prolijidad extrema, y celosamente guardados desde hacía décadas por el autor, tenían un valor excepcional. Y no se equivocó: más allá de cualquier fetichismo, los lectores de Bolaño que accedan al recorrido propuesto por el CCCB disfrutarán de una propuesta planteada con devoción, seriedad y respeto; una verdadera invitación a descubrir la manera en que escribía y pensaba el escritor chileno. Un recorrido lejos de la hagiografía o la mitología, y lleno de sorpresas.

 

En "Archivo Bolaño" hay fotos, videos y objetos (la máquina de escribir del autor de Estrella distante, las revistas que editó en su juventud, los originales de las antologías donde publicó sus primeros poemas y cuentos, las cartas que se cruzaba con Enrique Lihn o el editor Jorge Herralde), pero sobre todo hay cuadernos y más cuadernos, decenas de libretas y papeles que evidencian que Bolaño escribía desde siempre, y que no dejaba de hacerlo nunca. Dividida en tres períodos creativos y existenciales (Barcelona, Gerona y Blanes), si hay algo que queda claro al ver el montaje de la muestra es la hiperconciencia que Bolaño tenía de su propia escritura, de su vida de escritor, y del futuro que más tarde o más temprano le esperaba. Guardaba todo, y llevaba una especie de arqueo de su producción que linda con la obsesión patológica. Pero si de algo sirve descubrir los esquemas y dibujos donde proyectaba las tramas de sus historias y bosquejaba a sus personajes, la meticulosidad general con que trabajaba estos planes, a veces con años de antelación, es porque así aparece un sentido hasta hoy vedado para sus lectores: la convicción que parecía tener de que su obra era en realidad un gran conjunto, un libro casi infinito compuesto de poemas, ensayos, cuentos y novelas. No son todas las novedades: al parecer se conservan alrededor de quince libros inéditos aún. El primero en ver la luz sería una novela llamada El espíritu de la ciencia ficción, escrita en 1984.

 

No hay mitificación posible: Bolaño vivía para escribir, y lo hizo a mano, sobre cualquier superficie en blanco, hasta muy avanzada su producción, mientras se mantenía como podía, de manera austera y trabajando de cualquier cosa. Aunque se definiera como "Poeta y vago" (en la muestra se conserva una de las tarjetas personales que repartió hasta su muerte y que lleva esa leyenda), lo cierto es que parecía tomárselo muy en serio, y que pensaba al detalle cada uno de sus libros. Casi no hay tachaduras o correcciones a lo largo de cientos de páginas, y en la solapa de los cuadernos anotaba ya la dedicatoria y los epígrafes que llevarían sus libros una vez editados. La muestra es, en este sentido, reveladora, y de ella se desprende una ética de la escritura que bien harían en captar muchos escritores que recién comienzan.

 

Ahora que los homenajes y los recordatorios se multiplicarán (Anagrama está lanzando reediciones de El gaucho insufrible, Llamadas telefónicas y El Tercer Reich, y la librería El Ateneo realizará durante julio una serie de mesas en las que escritores y críticos analizarán parte de su obra), la exhibición cierra sus puertas en Barcelona. Tendrá paradas en Santiago de Chile, Madrid y Nueva York. La buena noticia es que existe la posibilidad de que, antes que en todas esas ciudades, recale primero en Buenos Aires. Sería a fines de 2013. A Bolaño, lector voraz de la literatura argentina y admirador confeso de autores como Macedonio Fernández, Borges, Arlt y Cortázar, sería algo que seguramente le agradaría.

 

© Maximiliano Tomas, La Nación