Pio XII y su defensa a los judíos
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- Mora Cordeu
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Publicado por Edhasa, el libro que lleva por subtítulo "El plan secreto del Vaticano para salvar a los judíos de los nazis" rescata del olvido una inmensa red subterránea de sacerdotes, monjas y ciudadanos católicos que arriesgaron sus vidas con el aval del Papa, quien sin embargo evitó cualquier pronunciamiento público y eligió el silencio como estrategia de su labor pastoral.
Este hecho fue duramente cuestionado, incluso muchos lo apodaron el Papa de Hitler, pero con el tiempo aparecieron voces a su favor de la mano de Benedicto XVl, dispuesto a dar los primeros pasos para su canonización.
En la primera parte, el autor de El Espía del Mossad, Semillas de Odio y Las Armas Secretas de la CIA, entre otros títulos, enumera los investigadores que participaron en esta investigación, provenientes de Roma, el Vaticano, Israel, el Reino Unido y los Estados Unidos, además de detallar a los personajes claves de ese período crítico.
Como si fuera un thriller de suspenso, el galés va entramando un conjunto de personas y las acciones que se desarrollaron en Roma, con la salida de Mussolini y la ocupación de los nazis, donde ocurrieron hechos siniestros como el secuestro de los judíos en el gueto —y su posterior traslado a Auschwitz— y la masacre en las Fosas Ardeatinas (donde murieron 335 personas).
Según Gordon, el día de la masacre "el número de judíos refugiados en el Vaticano ascendía a 477. Otros 4.238 habían encontrado amparo en los monasterios y conventos de Roma".
De manera precisa, el investigador describe las personas que se movían entonces en el Vaticano: miembros de la comunidad judía, socorristas, diplomáticos, propagadores de rumores, fascistas, ocupantes alemanes; integrantes de la resistencia, espías, bandas criminales y la red de rescate secreta, sumada a la nobleza negra.
El silencio de Pío XII en esa época, atribuido por muchos a su temor por el comunismo soviético y por otros para no provocar represalias, ha llevado a fundamentar desde distintas perspectivas un antisemitismo, que en todo el libro Gordon se preocupa por desmontar aunque la cantidad de datos parece no ser suficiente para borrar esa imagen de neutralidad transmitida por el Papa.
El autor hace la exegesis de sus discursos —"cuarenta denunciaban aspectos de la ideología nazi emergente"—, repasa los registros oficiales, memorandos, una amplia variedad de material privado y publicado, diarios personales, cartas, catastros e informes pero su fuente principal, "han sido las personas", afirma.
El libro hace foco en la relación entre el Vaticano y sus vecinos, los judíos del gueto de Roma, así como también con la gran cantidad de soldados aliados que lograron escapar de los campos de prisioneros de guerra italianos y esconderse bajo el manto del Vaticano.
El 20 de noviembre de 1945 el papa Pío XII recibió en audiencia a ochenta representantes liberados de distintos campos de concentración en el Tercer Reich, que habían ido a agradecerle por haber ayudado a salvar vidas judías, mientras Settimia Spizzichino —la única mujer de los diecisiete judíos sobrevivientes de la redada del gueto— acababa de regresar a Roma desde Auschwitz.
Años después, en una entrevista dada a la BBC, Settimia cuenta: "Volví sola de Auschwitz. Allí perdí a mi madre y a dos hermanas, un hermano y una sobrina. Pío XII podría habernos advertido que estaba por ocurrir. Podríamos haber huido de Roma y habernos unidos a los partisanos. (...) No hizo absolutamente nada".
Salvo doscientos setenta y cuatro `Mischlinge` (hijos de padres de religión mixta) que fueron puestos en libertad por una gestión del Papa, un total de 1.007 hombres, mujeres y niños del gueto fueron deportados en tren -tras una orden del capitan de las SS, Theodor Dannecher-, de los cuales todos menos 196 fueron gaseados apenas llegaron al campo de concentración.
Desfilan por esta investigación personajes como la hermana Pascalina, ama de llaves del Papa y que conoció de primera mano las decisiones tomadas por Pío XII y el controvertido Israel Zolli, el gran rabino de Roma, que dejó a su comunidad ante de la llegada de los nazis al gueto para refugiarse dentro del escudo vaticano y luego de la guerra se convirtió al catolicismo.
También, el sacerdote irlandés Hugh Joseh O`Flaherty al frente de una red de rescate en los campos de prisioneros y encargado de conseguir alojamiento a los judíos en Roma; la princesa Nina Pallavicini, colaboradora de la resistencia o Vittorio Sacerdoti, médico del hospital judío, inventor de una enfermedad para tener aislados a los internados y evitar su traslado.
A estos se suman el obispo Alois Hudal, que ayudó a criminales de guerra nazis a escapar de la justicia, monseñor Enrico Pucci, "un fascista y un antisemita redomado", y una serie de delincuentes urbanos, que primero actuaron para Mussolini y luego denunciaron a la gente que huía de los nazis a cambio de dinero.
Este mosaico de profusa información que en forma detallada se despliega en el libro contextualiza el accionar de Pío Xll, deja al descubierto las acciones emprendidas por el Vaticano bajo su mandato en defensa de los judíos, pero todos los hechos mencionados no alcanzan para mellar la contundencia de su silencio público en torno al Holocausto.