El legado salvaje
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- Javier Mattio
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El 15 de julio de 2003 Roberto Bolaño moría a la madrugada en el hospital barcelonés Valle de Hebrón con el oportunismo fatal de una estrella de rock, sin atisbar lo que su obra desataría a lo largo de la década siguiente: traducciones a casi 40 idiomas y un suceso de culto en Estados Unidos, en donde ha sido elogiado por Paul Auster, Patti Smith o Nicole Krauss; muestras internacionales, charlas, homenajes, tesis académicas, ediciones póstumas, reediciones en el aniversario de su muerte y una reciente biografía (El hijo de míster Playa); cameos de sus libros en películas (la portada de la versión anglosajona de Los detectives salvajes en Nada es lo que parece), documentales, adaptaciones teatrales y fílmicas (la flamante El futuro, de la chilena Alicia Scherson, basada en Una novelita lumpen); escritores jóvenes que siguen su estela, que lo hacen aparecer en sus relatos, que lo tienen como referente solitario, y hasta una librería en Pekín que lleva el nombre de una de sus novelas; todas expansiones de un fenómeno que puede definirse como un nuevo boom, pero de un solo escritor.
Y también un boom trágico, por su naturaleza post mortem: si bien su nombre ya era conocido en los años cercanos a su muerte más que nada por el éxito de crítica, público y premios (el Herralde y el Rómulo Gallegos) que había obtenido su novela más popular, Los detectives salvajes (1998), puede decirse que lo que acabó por disparar a Bolaño al altar de la literatura latinoamericana y global y universal fue la monstruosa, increíble y aún inclasificable 2666 editada en 2004, poco más de un año después de la muerte de su autor, un faro oscuro que hace de recapitulación de la tradición literaria latinoamericana anterior y que a la vez rige como piedra basal para la narrativa del siglo 21. Otros libros póstumos, algunos destacables como la antología poética La universidad desconocida y las novelas primerizas El Tercer Reich y Los sinsabores del verdadero policía, y otros prescindibles como los relatos rescatados de El secreto del mal, no sumaron mucho a un legado sellado por las ya mencionadas Los detectives salvajes y 2666, obras maestras que junto a la extraordinaria nouvelle Estrella distante y los cuentos de Llamadas telefónicas y Putas asesinas configuran el sustento literario del “fenómeno” Bolaño.
Y, después, las razones de que el autor chileno que vivió su juventud en México y murió prematuramente en España a los 50 años haya generado tal devoción, todas ya mencionadas en otras oportunidades y de diversas formas: el contagio boca a boca que despiertan sus libros entre los lectores, las renacidas ganas de escribir que desencadena en los escritores; la literatura como forma de vida y la vida entendida como literatura, postulados románticos que Bolaño actualizó en carne propia y que a su vez trasplantó a sus personajes marginales, ya sean poetas, gánsters, putas, actores porno o escritores malditos; la renovada pregunta por la realidad, que emerge en los rayuelianos diagramas de Cesárea Tinajero y que sintetizan una búsqueda y una lucidez inesperada y necesaria que va de los presocráticos a las vanguardias históricas; la revisión de las desventuras políticas de su generación y el retrato de un presente-futuro abismal y yuxtapuesto que se hace particularmente vívido en el “horror” mejicano de 2666, el africano en Los detectives salvajes y el de la India en el relato “El Ojo Silva”; el humor, el absurdo, la carcajada luminosa e irreverente; la osadía de instalar un nuevo canon de autores latinoamericanos como deja ver la lista premonitoria de Entre paréntesis; la naturalidad para levantar de la nada una mitología autobiográfica y a la vez ficcional, coronada en el primer caso por los redescubiertos infrarraelistas y en el segundo por nombres difíciles de olvidar como El Gusano, Lalo Cura, el Rey de los Putos, William Burns, Piel Divina, Amalfitano, el Ojo Silva, las hermanas Font o el alter ego Arturo Belano, aunque muchos de sus cuentos tengan como protagonistas a unos kafkianos A o B; la realidad alucinada, los sueños, las pesadillas y las visiones evocadas en una arriesgada y muy personal prosa plástica, líquida y expresionista de origen poético; la fabulación, la desmesura, la ambición en tiempos grises.
“Bolaño, al revés de Borges, no intimida, da la sensación de que escribir es fácil”, dice Gonzalo Garcés, escritor y periodista invitado a disertar sobre Estrella distante en las charlas sobre Bolaño que se harán este mes en Buenos Aires. Y continúa: “Lo mejor de su influencia es que da permiso para hablar desde cierta melancolía, muy estoica por otro lado, que a los escritores argentinos parece que nos cuesta. Cuentos como ‘Sensini’ te limpian, te desafían a escribir sobre cosas íntimas sin las convenciones formales que han vuelto tan aburrido al cuento. Y 2666 es un libro inconcluso. No sólo porque Bolaño no terminó de corregirlo, sino porque su forma es intrínsecamente abierta. Eso la hace muy distinta a las novelas del boom, que clausuraban mundos. La de Bolaño es una catedral a la que todos podemos agregar algo”.
Mentor, fantasma
Una pista para seguir la influencia del escritor chileno en autores jóvenes está dada por su invocación en distintos relatos, ya sea como un mentor o un fantasma (o ambas cosas). Así sucede en “La visita al maestro” de Patricio Pron y en “Poco después de abandonarlo todo”, incluido en el debut El último joven de Juan Ignacio Boido. “Uno de los temas, o quizá el tema de ese relato, es cómo escribir en un mundo como el actual, dónde encontrar la belleza sin dejar de ser conscientes de la realidad en la que vivimos –expresa Boido–. Cuando descubrí a Bolaño sentí que leía a alguien a quien le importaban como a pocos esas cosas. Me impactó que pudiera ser tan vital y literario a la vez, tan lírico y tan infernalmente terrenal al mismo tiempo. En el relato su fantasma no aparece con nombre, pero me alegra que más de uno lo haya reconocido: mientras lo escribía, al llegar a ese punto, me pareció natural que apareciera su fantasma para discutir cosas que, en general, uno habla a solas. Eso también es la literatura, ¿no? Dialogar con gente inteligente y sensible que no está pero que uno necesita seguir escuchando”.
Y sigue: “La influencia continental de Bolaño es muy difícil de medir. A algunos les gustará, a otros no, y otros simularán esquivarlo. Lo cierto es que Bolaño planta bandera en muchos temas y territorios todavía actuales. Si alguien quisiera escribir sobre el conflicto que desangra a México, se encontraría con el problema de que ya existe 2666. Si quisiera escribir sobre el arte de derecha y las dictaduras, ahí está Estrella distante. Si alguien se propusiera revisitar a Borges desde la Latinoamérica contemporánea, ahí lo espera La literatura nazi en América. Si intentara escribir la gran novela de iniciación literaria latinoamericana, ahí está Los detectives salvajes. Temáticamente, sus libros son contundentes y cercanos. Hacen falta tiempo y distancia para reescribirlos. Y a su obra le queda mucho por delante: le falta ser discutida, ignorada, canonizada, plagiada, filmada. El aniversario, con suerte, revitalizará las ventas, y eso permitirá que sus libros lleguen a manos de nuevos jóvenes. Y es ahí, creo, que Bolaño puede tener un efecto inspirador similar al que tuvo (y todavía tiene) Cortázar: despertar la sensación de que escribir es posible y vale la pena”.
Alejandro Zambra, uno de los escritores chilenos más reconocidos, opina sobre Bolaño: “Para mi generación fue una presencia imprevista e importantísima, sus libros abrieron un espacio. Cuando empezaron a llegar sus novelas, en 1996 ó 1997, me pareció que su prosa estaba próxima a la intensidad de la poesía. Sus principales referentes chilenos –Enrique Lihn y Nicanor Parra– eran también los autores que más nos interesaban a quienes intentábamos, entonces, escribir. Supongo que la generación posterior a la mía, muchos de los escritores que hoy tienen 20 ó 30 años, crecieron leyéndolo, y algunos incluso se hicieron escritores o quisieron serlo a raíz de esa influencia que a mí me parece provechosa, porque sus libros no se agotan en una o dos lecturas. Ni el mercado ni la academia ni la prensa han podido aún colgarle a Bolaño una etiqueta inmovilizadora. Al mismo tiempo, su obra visibilizó la de escritores afines como Horacio Castellanos Moya o Rodrigo Rey Rosa o Alan Pauls. Puso por delante una literatura que indaga en el interior de sí misma, indócil a las directrices del mercado”.
Diez años después, Bolaño sigue extendiendo sus prolíficos y ominosos tentáculos, y lo seguirá haciendo durante un buen rato: desde su parte, en ese archivo de 14.374 páginas póstumas que incluye casi tres decenas de cuentos, cuatro novelas y borradores, poesías, cartas y escritos y que llevará años desenfundar del todo; y desde sus lectores, que reproducirán y multiplicarán su obra como un estandarte del futuro. Tal vez 2666 sirva como fecha icónica para examinar su herencia y su lugar en una remota y sofisticada Wikipedia. Pero falta mucho para eso.
Reedición. En consonancia con el aniversario por los 10 años de la muerte de Roberto Bolaño, Anagrama edita este mes en la colección Compactos la novela El Tercer Reich, y los libros de relatos El gaucho insufrible y Llamadas telefónicas.
© Redacción La voz del interior