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Sordos deseos

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Islandia es una isla que limita con la nada y con el frío. Ubicada al extremo norte del planeta, en sus apenas 103 km2 viven algo más de 300.000 personas entre cuyos hábitos más difundidos se cuentan la lectura, el sexo y el fútbol. Pero no es que se trate de cifras más o menos especulativas; no en vano en 2011 Islandia fue el país invitado de la Feria del Libro de Fráncfort, la mayor del mundo. Con 170 editoriales que publican anualmente alrededor de 1500 títulos, el país tiene una de las tasas de lectura más altas del planeta: ocho libros por persona por año. Y a pesar de lo intrincado y distante de su idioma, lentamente vienen siendo traducidos al castellano. Jón Kalman Stefánsson (Reikiavik, 1963) es uno de esos escritores que ha comenzado a cruzar los límites del islandés.

 

Entre cielo y tierra es una historia ubicada a comienzos del siglo XX y que narra la peripecia de un joven que busca con desesperación y desesperanza la forma de entender las diferencias entre el futuro y la nada. Él y su compañero llegan a una posada desde la que saldrá en la madrugada un barco a pescar bacalao. Ambos están interesados en la literatura, y uno de ellos lee apasionadamente El paraíso perdido, de Milton. Memoriza esos poemas ("...para mí tú eres todo cuanto existe bajo el Cielo"), fascinado por lo que dicen pero también por la mujer que evocan. Su perseverancia ante esas páginas le hace olvidar su abrigo, y así se hace a la mar sin sospechar que en mitad de la faena se verán atrapados por una feroz tormenta de nieve.

 

Un narrador mayestático, que fluctúa entre la primera persona del singular y la primera del plural, al estilo de algunas de las historias de William Faulkner -que pesa sobre la mano de Stefánsson-, acompaña luego al sobreviviente y lo transporta a través de un puñado de personajes entre los que destacan un viejo capitán ciego dueño de cuatrocientos libros, y un enorme y entristecido capitán que, entre botellas de cerveza que bebe con ferocidad, no logra recordar el nombre de su esposa a la que alguna vez amó apasionadamente. Con un ajustado lenguaje poético, Stefánsson se adentra en la psicología de sus personajes, los define morosamente, ausculta sus sordos deseos, sus lentas pérdidas, y va rodeando de una afectividad sincera y densa lo que podría ser una simple aventura naturalista, hasta transformar su novela en un notable ejercicio introspectivo y conmovedor.