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Una historia de amor de hoy con estilo victoriano

Periodista:
Daniela Pasik
Publicada en:
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País de la publicación:
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  Cada paso en la carrera de Jeffrey Eugenides es contundente. Las vírgenes suicidas fue un debut impecable (1993) que Sofía Coppola llevó al cine (1999), con Middlesex (2002) ganó el Pulitzer y ahora vuelve con La trama nupcial (2011), recién publicada en castellano por Anagrama. Si primero exploró la decadencia humana a través de la fragilidad de las hermanas Lisbon y después recorrió 80 años de una saga familiar para contar su Gran Novela Americana en la voz de un hermafrodita, con su tercera novela da un salto evolutivo inesperado, y a la vez evidente.  La trama nupcial es una historia de amor al estilo victoriano en la actualidad. Eugenides logra un traspaso en el tiempo perfecto, como si hubiera dejado que Jane Austen le lleve la pluma para hablar del conflicto sentimental, pero del modo en el que viene sucediendo desde fines del siglo XX.  Madeleine Hanna, una enamorada de la idea del amor, reparte su corazón entre el maníaco depresivo Leonard Bankhead (muy parecido a David Foster Wallace) y el místico Mitchell Grammaticus (similar al autor). La protagonista trata de elegir al esposo adecuado como una Elizabeth Bennet, pero en escenarios ochentosos con Tainted Love como soundtrack, chicos que usan anteojos a la Elvis Costelo y muchachas de pelo rosa.  Así es como Eugenides aborda su propio dilema al trabajar, deliberadamente, una trama de novela romántica clásica en una actualidad que ya no lo es. A lo largo de la historia, el autor dialoga con la crítica y cuestiona el rol del lector, al que sumerge en debates metafísicos y literarios tan atrapantes como las anécdotas puntuales que le dan sentido al relato. Es un libro largo de 544 páginas que se lee con facilidad (y felicidad) desde una realidad en la que se viene declarando la muerte de la novela. Sólo desde su extensión y calidad el autor toma postura y dice que no sólo existe el amor a la literatura, sino también a pasar las páginas que con el tiempo se ponen amarillas, con olor a amarettis. De plus, demuestra empíricamente que todavía es posible involucrarse con un argumento –trama, nupcial o no- como en la juventud, cuando todo era nuevo, atrapante, y todo era un misterio a descubrir sin Internet ni ayudas distractivas de por medio.  Eugenides, como John Irving, Stephen King o Jonnathan Frazen, encuentra el modo de hacer que el lector vuelva atrás en el tiempo y devore su libro como un veinteañero sediento, que quiere más y más. Porque el amor existe aunque a veces se frustre, y todavía es posible enamorarse. De otros, de los libros, de la literatura. Como en una novela romántica del siglo XIX, pero hoy.