Vida, historia y fantasmas en las profundidades de Londres
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- Mora Cordeu
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Este libro, recién publicado por Edhasa, ilustrado con fotografías y dibujos en blanco y negro, completa "Londres, una biografía", una obra que describe esta ciudad a través del tiempo, de forma exhaustiva y cautivante.
Pero este descenso abrupto lleva al lector a conocer un mundo desconocido, donde el presente convive con las huellas del pasado aun visibles, a pesar de la niebla y de la oscuridad.
El autor recorre tramo a tramo las entrañas de la ciudad en un itinerario caprichoso donde es difícil establecer una cartografía precisa. "Por supuesto que hay mapas de conducciones de gas, de líneas de telecomunicaciones, de cables de la luz y de la red de saneamiento, pero, por razones de seguridad, y para evitar un más que posible sabotaje, no están a disposición del público en general", comenta el autor.
Y advierte que el subsuelo de Londres es un lugar "doblemente recóndito, una zona restringida y prohibida" y también es un sitio que "puede parecernos atractivo y aterrador a un tiempo".
Ackroyd alterna con destreza la descripción dura, con citas literarias, o recuerdos del pasado próximo y remoto. "Recordemos lo que le dice el señor Topo al señor Tejón en `El viento en los sauces` (1908): "Sólo cuando tocamos fondo, sabemos perfectamente el terreno que pisamos. Nada más puede pasarte, nada ya puede acecharte".
Uno de los lugares más siniestros de Londres -cuenta- es la prisión subterranea de Clerkenwell Green "una serie de túneles húmedos y fríos dan paso a angostos calabozos". Esos muros de ladrillo sirvieron como cárcel durante más de 250 años hasta su clausura en 1877: "Mucha gente piensa que se trata de un lugar poblado de fantasmas sobre el que pesa una maldición".
"Pero el mundo subterráneo -apunta- puede verse también como un lugar para soñar, un sitio para dar rienda suelta, por ejemplo, a esa querencia por esconderse tan propia de todos los niños del mundo" (...) ¿Y si nadie da con nosotros? ¿Y si nos quedamos allí solos, mientras nuestros compañeros de juego salen al exterior", se pregunta juntando al unísono el placer y la inquietud.
Desmoronamientos en el entubamiento de afluentes del Támesis, así como las bombas de la Segunda Guerra Mundial o un hecho fortuito han dejado al descubierto ruinas romanas, vajillas, frisos, vestigios sajones y todo tipo de tesoros ocultos desde tiempos inmemoriales y también las catacumbas londinenses, a su juicio "arrabaleras y prácticas".
El relato no deja afuera al más importante de los ríos que discurre bajo la superficie, el Fleet, dueño de una mitología propia. "Incluso le han dedicado poemas". Arroyos olvidados y manantiales de agua conviven con las vulgares alcantarillas, en las que van a parar todas las inmundicias de sus habitantes.
A esto se suma el circuito de abastecimiento de agua potable, las tuberías de gas, hasta una enorme central eléctrica debajo de Leicester Square y "a la velocidad de la luz , bajo nuestros pies, los cables de fibra óptica llevan nuestras, palabras, nuestros susurros".
El libro no se olvida de los hombres topos, empeñados en ir cada vez más al fondo, como Marc Isambard Brunel, "cuyo sueño de construir un túnel bajo el Támesis sólo llegó a concluirse tras cuantiosas inversiones y no pocas penalidades".
El propósito de horadar la ciudad para dejar paso al London Underground se remonta a 1863, pero anteriormente se intentaron popularizar otros medios de transporte bajo tierra, con resultados desiguales. En el camino quedaron estaciones abandonadas de las cuales algunas, pocas, "disfrutan del privilegio de contar con sus propios fantasmas o apariciones", desliza el escritor.
"A lo largo de los siglos XIX y XX, no han faltado las ocasiones en que la literatura recurriese a aquello que, en su día, diera en llamarse relatos `ambientados` en el metro".
Para Ackroyd "las características geológicas del terreno en el que se asienta la ciudad son la mejor forma de conocer un poco más a fondo el laberinto que discurre bajo nuestros pies". Arena, grava, arcilla y creta se apoyan en rocas del período paleozoico asentadas hace cientos de millones de años, y que nadie ha llegado a ver nunca.
Esta condición, anticipa el autor, hace que "los londinenses nos hundimos de forma paulatina en la arcilla y el agua, los viejos componentes más elementales de la ciudad. "Ellos son el principio, y quién sabe si no habrán de ser también el fin".
Las alimañas no están ausentes en este universo, en el que se enseñorean ratas, anguilas, ratones y ranas en medio de un mapa irregular donde se superponen varias capas de la ciudad que perduran y se retroalimentan desde hace siglos.
"No hay oscuridad comparable a la que reina bajo tierra, una oscuridad más negra que boca de lobo, donde no vemos ni la palma de la mano delante de nuestras narices (...) no hay noche tan oscura como la negrura que reina bajo tierra. Nos deja paralizados: no sabemos cómo escapar y dejarla atrás", afirma el autor de famosas biografías como la de Shakespeare o Dickens.
"Los confines del reino de las profundidades son un lugar más que propicio para urdir fantasías y sueños. Sus parajes ofrecen posibilidades ilimitadas", dice Acroyd en el último capítulo.
Desde Chaucer hasta hoy, "no son pocos los que han apuntado que hay otra ciudad por debajo del Londres que vemos". Esos mitos -analiza- "conservan la rara cualidad de hacernos una idea de lo que pueda pasar", si la ciudad sigue creciendo "al ritmo actual (...) y quien sabe sin en un futuro remoto a sus habitantes no les quedará otra que volver a las profundidades".