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"Entre hombres", de Germán Maggiori. La ferocidad

Periodista:
Carlos Roberto Morán
Publicada en:
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País de la publicación:
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Digo esto porque “Entre hombres” es un texto sólido, de considerable valor literario (más allá de sus altibajos) y –también- terriblemente violento. En él Maggiori habla de la inestabilidad de todo orden que se “instalara” en la Argentina (y con particularidad en la periferia de la ciudad de Buenos Aires, el llamado conurbano) durante la crisis de 2001-2002, que fue de verdad enorme y cuyos ecos aún persisten.

Es pertinente situarla en época (aunque, conviene aclararlo, el autor no entrega una crónica periodística, circunstancial), porque determinados comportamientos se corresponden a dicho contexto y cobran un sentido concreto. Es un mundo criminal, contaminado en todas las capas sociales, y en el que la droga se muestra omnipresente.

Bien se puede decir que cada página de “Entre hombres” destila ferocidad y decadencia. Maggiori habla de un mundo marginal, retorcido, más que perverso, en el que las mentes parecen enfermas, contaminadas por lo criminal. En esta novela casi no se puede respirar, desahogarse, debido a la fetidez que despide.

Sin exageraciones

Maggiori no incurre en exageraciones al relatar una historia de antihéroes, en el que la “verdad” se muestra lábil y la justicia brilla por su ausencia. Estamos –como bien nos dice- ante ”una epopeya sin época, donde no hay valores”. Aunque la acción comienza en la zona céntrica de la capital argentina, se desarrolla en el tantas veces inhóspito Gran Buenos Aires (foto).

En la novela todo es trampa y nadie tiene la vida comprada. En el comienzo de la historia un personaje de la noche conocido como el Tucumano Cortez, busca a un par de travestis y a una joven prostituta para que participen de una orgía, en la que están involucrados políticos y personajes del poder. El drama comienza cuando la prostituta muere a causa de un paro cardíaco y esos personajes necesitan que eso no trascienda.

De ahí que el Tucumano es convocado de urgencia para que se deshaga del cuerpo. Y, en simultáneo, lo que no saben los protagonistas es que los han filmado con el propósito de chantajearlos, especialmente al renombrado político. Al poco tiempo dos policías, el inspector Sergio Almada y el sargento Alberto Garmendia (con la mitad de su rostro desfigurado por una quemadura), deberán encontrar la filmación comprometedora que –entre tanto- alguien logró birlar.

Lo harán a su modo, esto es con violencia, contraviniendo todas las leyes, atentos antes que nada a lo que les reclama el poder de turno (en su caso un jefe policial absolutamente corrompido). Ambos policías están verdaderamente enfermos, por la violencia, el alcohol y la droga, y lo único que saben es incumplir la ley (cualquier ley) y llevarse a todo el mundo por delante.

“Todo texto es político”

Lo afirma Maggiori, quien señaló al respecto que lo que intentó contar en “Entre hombres” fue lo que dejaron como “herencia” maldita los años ’90 del siglo pasado en la Argentina y que eclosionaron en los hechos del 2001 (foto). “En esa época se percibía un clima de tensión y de inminente derrumbe”, señala.

Dentista de profesión, Maggiori conoció de cerca a los marginales que pueblan sus páginas, de ahí que haya retratos fidedignos de una forma de encarar la vida, casi podría decirse de una cultura: “Manejé un registro acotado para no exagerar con el color local”, por lo que debió apropiarse de jergas, costumbres, códigos.

Nadie en la historia es trigo limpio. Quizás los personajes más interesantes terminen siendo los ladrones Mosca y Zurdo, quienes preparan un golpe imposible. Porque ni ellos, ni el resto, terminará ganando puesto que el derrumbe apuntado acompaña a las patéticas criaturas que pueblan “Entre hombres”.

Quizás, al final, el autor les acuerde una leve esperanza a otros marginales: El Muerto, el Gordo Kingo, Brando y Camaleón, pobres tipos que se ven entreverados en situaciones que nunca logran controlar, pero que conservan algunos valores, entre ellos el de la amistad. No es poco, en un mundo hecho trizas, donde la muerte golpea en forma reiterada, donde todo es ferocidad.