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Un juego peligroso

Periodista:
Sin Autor
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Una vez más, como ya es tradición, con septiembre llega nuestra Feria del Libro. Así que hablemos de una buena novela. Hay muchas, por supuesto, pero tengo que elegir una: La búsqueda del tesoro (Salamandra, 2013), del italiano Andrea Camilleri.

 

La crisis europea ha llegado a la Vigàta del comisario Salvo Montalbano de una manera extraña: nadie comete el más mínimo crimen; los días pasan sin novedades. Vigàta, para quien no lo sepa, es una pequeña ciudad siciliana de ficción, una probable e imaginaria representación de Porto Empedocle, donde nació Camilleri, especialmente creada para la serie policial protagonizada por Montalbano, que se inició hace casi 20 años con La forma del agua y que ya lleva unos 25 títulos, entre novelas y cuentos.

 

¿Por qué no pasa nada en Vigàta? Según Catarella, uno de los pintorescos colaboradores del comisario, “los que roban en las casas de la pobre gente o los bolsos de las mujeres, están avergonzados”. ¿De qué?, pregunta Montalbano. “De sus colegas más importantes. De los industriales que llevan a la quiebra a la empresa después de haber hecho que desaparezca el dinero de los ahorradores, de los bancos que encuentran la manera de joder a los clientes, de las grandes empresas que roban el dinero público. Mientras que ellos, pobrecillos, tienen que conformarse con 10 euros, un televisor roto, un ordenador que no funciona”.

 

En ese marco, alguien aprovecha la oportunidad para desafiar a Montalbano con una búsqueda del tesoro, ese juego donde hay que resolver un enigma para saber dónde se debe buscar el siguiente enigma, que, una vez resuelto, entregará la dirección adonde hay que buscar el siguiente enigma, y así hasta el final. Por lo tanto, no hace falta sólo ingenio sino también mucho conocimiento del terreno. En las búsquedas del tesoro, se juega en equipos y se inscriben muchos competidores; pero aquí, el anónimo que formula el desafío le hace saber a Montalbano, casi de inmediato, que es el único participante. De modo que se trata de una especie de duelo.

 

Pues bien, como estamos frente a una novela policial, en un momento clave, ese inocente juego se asociará con la desaparición de una joven y se convertirá en uno de los casos más espeluznantes que le ha tocado resolver al comisario. Pero cuando Montalbano se da cuenta de lo que ha pasado, es demasiado tarde: ha caído en la trampa y su propia vida está en peligro.

 

“Si las cosas estaban realmente como las veía ahora, ya desde la primera carta el jugador tenía en mente poner sobre la mesa una apuesta, un premio para erizar el vello, y él no había sido capaz de verlo como habría debido”. Para él, por el contrario, el juego no había sido más que “un pasatiempo, una broma, y por eso había infravalorado todo lo que su adversario quería transmitirle entre líneas”, cada vez que le entregaba el enigma a descifrar.

 

Acaso aquí esté uno de los motivos por los cuales Camilleri se ha granjeado millones de seguidores de esta saga en todo el mundo: a veces, el crimen se produce porque el policía, por más honesto y experimentado que sea, se equivoca.