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El misterioso caso de Germán Maggiori

Periodista:
Gonzalo Garcés
Publicada en:
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El trabajo promete: una partuza con un banquero, un juez y un senador. Les han prometido un fajo importante de dólares. Los dos travestis, Marilú y Dalila, saben que hay algo peligroso en la propuesta, pero no pueden dejarla pasar. La joven Yiyí, en cambio, está nerviosa. Apenas la partuza empieza, superada por la cocaína, muere de un infarto. Una prostituta veinteañera muerta en una orgía con tres prohombres: la situación es comprometedora. Hay que deshacerse de los testigos. El Tucumano Cortez mata a tiros a los dos travestis. Los pechos de Marilú “explotan como pìñatas”. Cuando está por descuartizar a machetazos los cuerpos, el Pájaro —amigo del Tucumano— se excita con la cara infantil de Yiyí, con la “hendedura calva” de su entrepierna. Se dirige al cuerpo sin vida mientras le introduce los dedos en la vagina: “Te gusta, guachita, te gusta como a todas...” Está violando al cadáver cuando el Tucumano lo sorprende y lo hace volar de una patada en el culo. Proceden a trozar los cadáveres, aplastan los cráneos, le dan de comer los restos a unos chanchos.

 

Las escenas que acabo de parafrasear, y que abren la novela Entre hombres , de Germán Maggiori, contienen más enigmas literarios de los que podría suponerse. El libro se publicó originalmente en 2001 y tuvo un derrotero curioso: aunque venía avalado por un premio de prestigio, desapareció pronto de las librerías, pero se convirtió en una obra de culto. En algunos blogs, como La lectora provisoria, se veneraba a Maggiori. Elsa Drucaroff estuvo entre sus defensores tempranos; más tarde, también Ricardo Piglia. Yo mismo recibí mi ejemplar de manera casi clandestina. Ahora la novela acaba de reeditarse y Maggiori es un poco menos maldito: en Internet empieza a haber una cantidad respetable de entrevistas y notas sobre él. Pero la perplejidad que produjo la novela, en vez de decrecer con el tiempo, ha aumentado. ¿Cómo un relato que, al menos en los hechos, combina la truculencia con los lugares comunes llega a convertirse en una suerte de clásico contemporáneo y en una de las novelas más vitales de la Argentina? Sobre la truculencia supongo que las escenas que cité no dejan mayores dudas. En cuanto a los lugares comunes: en Entre hombres , jueces y políticos son drogadictos y prostituyentes; las investigaciones policiales sólo se ponen en marcha cuando se trata de proteger a un político; un agente de la SIDE tiene retratos de Hitler y Mussolini. Cuando entra en escena un detective, es cocainómano. Cuando entra en escena un linyera sin piernas, es un veterano de Malvinas. Siempre sospeché que la novela negra es un género ingrato que nos avenimos a leer a cambio de sentir que espiamos un mundo inaccesible. Pero cuando todo lo que nos dicen sobre ese mundo es más o menos lo que ya pensábamos de antemano, ¿en qué queda el trueque? Sin embargo, Entre hombres cautiva. En realidad, uno siente que la verdad que late en el libro tiene poco que ver con su aspecto documental. Importa poco que haya lugares comunes porque esos lugares comunes son la materia con la que Maggiori va a construir su canción. Las salipicaduras de sangre, de semen, de droga se suceden sin descanso; promediando el libro, me pareció encontrar una clave.

 

Un mensaje anónimo procura intimidar al senador (uno de los involucrados en la partuza) con estos versos: “Senador, nada dador / Achabala, se come la bala.” Esa rima infantilmente obscena me pareció un emblema de todo el libro. Hay una alegría en Entre hombres que no tiene nada que ver con el bienestar. Una alegría feroz que solemos intuir en la infancia, cuando golpeamos a otro chico o quemamos un hormiguero. La misma alegría lívida que siente Silvio Astier al final de El juguete rabioso : “No sé si la gente sentirá la fuerza de la vida como la siento yo, pero en mí hay una alegría... Yo no soy un perverso: soy un curioso de esta fuerza que está en mí”. Somos agentes de una vida oscura y brutal; si en vez de resistirla nos dejamos llevar por ella, empezamos a percibir en los machetazos, las golpizas y los tiros el ritmo de la naturaleza misma. Ese himno secreto, esa celebración arcaica, que partiendo de un mundo angosto y sórdido termina por conectarnos con algo muy vasto, es una de las sorpresas de Entre hombres . No es la única.