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El efecto Kierkegaard en la literatura universal

Periodista:
Juan Rapacioli
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Jensen (Marstal, Dinamarca, 1952), escritor, periodista y autor de Nosotros, los ahogados (2006) -considerada como la mejor novela danesa de los últimos 25 años-, señaló que "cuando uno analiza la trayectoria provincial en el siglo XIX entiende que el mensaje de Kierkegaard no pudo haber sido más radical".

"Lo que dijo fue contundente: que la tradición había colapsado, y que ahora empezaba a surgir el individualismo, pero no lo celebraba como el nacimiento de algo maravilloso, sino como el auge de una condición muy atemorizante: la soledad, el temor, la desesperación, el descubrimiento terrible de la individualidad", describió.

Søren Aabye Kierkegaard (1813-1855) fue un prolífico filósofo y teólogo danés del siglo XIX, considerado padre del existencialismo. Su vasta obra, centrada en el individuo, la subjetividad, la libertad, la responsabilidad, la desesperación y la angustia, ha dado títulos fundamentales como: O lo uno o lo otro (1843), Temor y temblor (1843), Migajas filosóficas (1844), El Concepto de la Angustia (1844) y Tratado de la desesperación (1849).

En su corta pero intensa vida, Kierkegaard se destacó como filósofo, teólogo, crítico literario, humorista, psicólogo y poeta. Fue, además, un gran crítico del hegelianismo de su época y de la Iglesia danesa. La mitad de su obra fue escrita utilizando diversos seudónimos creados para representar distintas formas de pensar, lo que él llamó "comunicación indirecta". 

Algunos de los seudónimos utilizados por Kierkegaard en sus obras son: Victor Eremita, Judge William, Johannes de Silentio, Constantin Constantius, Young Man, Vigilius Haufniensis y Nicolaus Notabene.

"La tradición no nos dice quiénes somos, uno tiene que inventar de cero la identidad propia, tomar las elecciones", dijo el autor de Yo he visto empezar el mundo (1996).

En ese sentido, Jensen hizo una comparación con otro danés, Hans Christian Andersen (1805-1875), autor de los célebres cuentos infantiles "El patito feo" o "La sirenita": "Andersen y Kierkegaard fueron muy controvertidos".

"Quizás no lo crean tanto de Andersen, porque era un cuentista inocente, pero hizo una crítica muy impresionante sobre la cultura provincial de Dinamarca. Fue muy inteligente, porque bajo el disfraz de los cuentos para niños se hizo muy popular fuera del país", explicó Jensen.

"La respuesta de Kierkegaard es, finalmente, que uno tiene que poder establecer una relación individual con un dios que no necesariamente se entienda, porque la vida no tiene un significado que uno pueda descubrir. Dios es el significado, pero es un dios incomprensible. Uno tiene que abrazar la incertidumbre, la creencia es incierta", dijo el autor de "He oído una estrella fugaz" (1997).

Y apuntó: "otra cosa que siempre me interesó de Kierkegaard es su voz, o sus muchas voces, porque de tantas maneras nos recuerda, en sus ensayos, sus metáforas y paradojas, al gran Pessoa, que hacía lo mismo, jugaba con las identidades. Kierkegaard fue alguien con estilo literario además de conceptos filosóficos, y ahí también fue muy radical".

Jensen, que leyó toda la obra de Jorge Luis Borges (quien estudió mucho a Kierkegaard) y expresó su "fascinación" por el descubrimiento de otro argentino, César Aira, dijo que "el punto de partida de la filosofía es el opuesto al de un idealista, porque el punto de vista del filósofo es no solamente crear conceptos abstractos, sino también proporcionar respuestas".

"Mientras que el punto de partida de, supongamos, un novelista es observar los detalles variados de la vida -explicó-. El novelista no da respuestas, sino que enuncia las preguntas lo más preciso posible".