FF.AA. último modelo
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- Rubén Pereyra
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Cuál debe ser el rol de las Fuerzas Armadas en un país desarrollado? Esta pregunta, por obvia que parezca, no está aún debidamente contestada en la Argentina. Está claro que el rol principal debe ser el de la defensa, eso no está en discusión, pero para un país que aún debe recuperarse de las heridas de una guerra y de una dictadura en la cual esas mismas Fuerzas Armadas jugaron un rol fundamental, no es una discusión menor. ¿Pueden, de una vez por todas, el Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea superar la crisis derivada de ese lastre, integrarse a la vida democrática y reinsertarse con un nuevo rol en la sociedad civil? Hoy parecería que esa pregunta tiene una respuesta, y es positiva. Al menos es lo que sostiene el gobierno nacional (ver aparte entrevista con el ministro de Defensa, Agustín Rossi) y las políticas de Estado que se vienen implementando desde 2003.
Algunos números, expuestos en un trabajo realizado por Máximo Badaró en el libro Historias del Ejército Argentino. 1990-2010: democracia política y sociedad, indican que tras la crítica salida del poder, que había usurpado en 1976, el Ejército contaba en 1983 con 103.123 efectivos, y cayó a su nivel más bajo en 1999, cuando tocó el piso de 38.983 efectivos. Claro que, en el medio, se reemplazó el servicio militar obligatorio por un servicio militar voluntario, sistema que rige hasta la actualidad. La tendencia se comenzó a revertir a partir del año 2000 y experimentó un lento crecimiento de efectivos que se profundizó durante el gobierno kirchnerista, según Badaró. Algo parecido sucedió con la cantidad de aspirantes a ingresar al Colegio Militar de la Nación. Tras el auge de los años de dictadura, comenzó a decrecer la tasa de aspirantes a partir de 1984, para experimentar años después un leve repunte y estabilizarse en un promedio que se mantiene hasta hoy.
Estos datos parciales, únicamente referidos al Ejército, sirven, no obstante, para ejemplificar que, más allá de los vaivenes políticos, las Fuerzas Armadas reflejan, aunque distorsionadamente, la situación económica y social del país.
Para Badaró, en el Ejército actual hay tensiones internas entre quienes pretenden mantener una idea de “ámbito especial y exclusivo en términos morales, casi trascendental, diferente y alejado del orden mundano de la vida social, y muchos otros militares que buscan que el Ejército actual esté en sintonía con las transformaciones de la sociedad argentina”.
Para el ministro de Defensa, Agustín Rossi, existe “un imperativo histórico, de darles un horizonte, un rol a las Fuerzas Armadas, dentro de la democracia y dentro del proyecto de nación. No queremos que las Fuerzas Armadas estén ubicadas marginalmente. Queremos que participen de la construcción de un modelo de nación”. Para el Gobierno, además de la función principal, la de defensa, los militares deben ser parte del proyecto industrialista de país.
Para ello, desde el ministerio se apunta a fortalecer este rol y revertir, a la vez, la destrucción neoliberal de los ’90. “En 1991, con Menem y Dromi –apunta Rossi–, se privatizaron 27 empresas que dependían del Ministerio de Defensa. Muchas de esas empresas se compraron y se cerraron. Ese modelo de país tenía una mirada sobre las Fuerzas Armadas diferente a la nuestra. Nosotros tenemos un perfil fuertemente industrialista y en ese marco jerarquizamos el desarrollo científico y tecnológico”.
En ese sentido, desde el ministerio informan de algunos datos alentadores. Hace algunos días se informó que el 90% del espacio aéreo argentino está radarizado, cuando en 2004 solamente se encontraba cubierto el 14%. Y se calcula que en dos años se llegará al 100% de radarización.
El desafío, entonces, es que las Fuerzas Armadas terminen de revertir su crisis y vayan en el camino que se plantea, con mucha convicción, desde el Ministerio de Defensa. Para Badaró, los integrantes del Ejército “son actores plenos de la vida democrática”, y así se dedica a demostrarlo en su libro. Para Defensa, además, los militares deben estar indisolublemente ligados al desarrollo y la industrialización de la Argentina. Como sea, lo que sí está claro es que de una vez y para siempre debe terminarse el partido militar que tanto daño le hizo a nuestro país.