1000 dessous

• Autor: Néret Gilles
• Editor: Taschen
• Colección: 1000

Una exploración íntima de la utilería de nuestro teatro del deseo

"Este libro es justo lo que he estado buscando toda mi vida y me acompañará a mi isla desierta." - Fetish Times, Reino Unido

Desde los comienzos de la civilización, las mujeres han vestido ropa interior. Justificada como protección o una necesidad higiénica, esta "segunda piel" fue ideada para satisfacer instintos eróticos perversos. Una "trampa tendida por Venus" para entretener y estimular tanto las fantasías de la mujer que la viste como las del hombre que la descubre. Los corsés, los sujetadores y las medias no son artículos utilitarios: son elementos de un ritual místico que vincula al hombre y la mujer. Actúan como un foco obsesivo de fantasía, pues el sexo que ocultan carece de poder sin los adornos y seducciones que nos separan de él. El placer perecería sin la censura.

Las mujeres siempre han sabido cómo estimular el fetichismo latente de los hombres a su alrededor. Bajo su vestido, una chica griega del período clásico llevaría un cinturón en torno a sus caderas que no tenía un uso práctico, excepto el de llamar la atención sobre su femineidad. Del mismo modo, las mujeres de Roma ya vestían ligas ciñendo sus muslos aunque las medias aún no hubieran sido inventadas. En nuestra propia época, las vampiresas, aspirantes a estrellas, pin-ups y modelos han colmado nuestras pantallas de cine, nuestras vallas publicitarias, nuestros calendarios de oficina y nuestras imaginaciones con la ingeniería erótica del portaligas y el susurro furtivo de las medias de nylon.

1000 Dessous traza la evolución de esta mitología viva desde sus primeros pasos en los albores de la civilización hasta su apoteosis en las películas y campañas publicitarias del mundo moderno. Lujosamente ilustrado, demuestra cómo el conflicto entre la necesidad de ocultar y la voluntad de revelar ha suministrado a las mujeres los medios para explorar su propia sexualidad y ejercer ascendencia erótica sobre los hombres. El resultado es una meditación fastuosamente afrodisíaca, una exploración íntima de la utilería de nuestro teatro del deseo.