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La lógica de la intolerancia

Periodista:
Rogelio Demarchi
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 mes pasado, la Iglesia señalaba que “Argentina está enferma de violencia” y diputados del Gobierno retrucaban que eso sucedió en otros tiempos, no ahora. La violencia política, en realidad, es una constante entre nosotros, e Ignacio Montes de Oca así la aborda en Historia de la Argentina olvidada. Tomo II. De la Revolución Libertadora al Kirchnerismo (1955-2013) (Edhasa, 2014).

El primer tomo (Edhasa, 2011) demostraba “el modo en que la violencia fue moldeando un tipo de cultura política en el que se justificaba el ataque contra el otro a partir de la revancha, las ideologías fanáticas y el uso del pasado como cantera retórica para alegar a favor del uso del terror”.

Este segundo se abre en 1955, un punto de inflexión, según Montes de Oca, por dos motivos: “Por un lado dio inicio al período de violencia que más influye en el presente y, por el otro, porque a partir de entonces quedaron delineados los bandos que en la actualidad siguen disputándose el liderazgo dentro del nacionalismo, la ideología hegemónica que con pocas interrupciones ha gobernado hasta el presente a la Argentina bajo diferentes emblemas políticos”.

El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina bombardearon Plaza de Mayo y Casa Rosada con el objetivo de asesinar al presidente Juan Perón. Llevaban pintada la consigna “Cristo Vence”. Fracasaron, pero mataron una cantidad nunca precisada de ciudadanos; algunas estimaciones indican 400 muertos y mil heridos. Al caer la noche, manifestantes peronistas quemaron unas 10 iglesias porteñas, y al menos un sacerdote fue muerto a golpes.

Perón, finalmente, fue derrocado tres meses después, y él y su fuerza política estuvieron proscriptos hasta 1973. Su regreso definitivo, el 20 de junio, también estuvo marcado por la violencia: el enfrentamiento armado entre la derecha y la izquierda peronista impidió que su avión descendiera en Ezeiza.

La transición democrática también fue violenta. Están los levantamientos de los militares “carapintadas” y el copamiento del cuartel de La Tablada como ejemplos. A esa lista, Montes de Oca agrega, sin dudar, “el derrocamiento de Alfonsín”.

Menem también tuvo levantamientos carapintadas, más los atentados contra la Embajada de Israel y la Amia; Pino Solanas fue baleado en las piernas para que “no jodiera más”; el fiscal Pablo Lanusse fue secuestrado y torturado; dos periodistas fueron asesinados (Mario Bonino y José Luis Cabezas) y un tercero, secuestrado y brutalmente golpeado (Hernán López Echagüe). En la década de 1990, la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional registró que “al menos 2.000 personas fueron asesinadas por las fuerzas policiales” en “enfrentamientos fraguados o sencillamente desaparecieron”. La represión de los piquetes dejó muchos muertos.

De la Rúa, para Montes de Oca, sufrió un golpe civil: a los directores de los principales bancos de la Argentina, en agosto de 2000, ?Duhalde “les anunció el retiro anticipado del presidente”.

Y el kirchnerismo ha practicado una clara violencia verbal y económica contra los “enemigos”, al mismo tiempo que ha sufrido la violencia verbal de los opositores. Pero el oficialismo ha llegado más lejos: ha proclamado el fin de la política. Ya no hace falta buscar un proyecto que rescate al país, para eso están ellos.

La lógica de la intolerancia es el primer capítulo en el manual del violento.