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El final de la inocencia

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Dentro de poco van a saltar los que digan “Yo a Carrère lo leía desde que hacía ficción”. Lo cierto es que el escritor y guionista de cine francés tuvo una pre-historia como escritor de novelas antes de consagrarse definitivamente al non-fiction y a la narración en una primera persona casi impúdica con El adversario, De vidas ajenas, Una novela rusa o el más reciente Limónov, la historia del poeta y agitador político ruso Eduard Limónov.

Una semana en la nieve, el libro que nos compete, es el quinto de Carrère (fue publicado en 1995 y recibió el premio Femina) y el último que escribió antes de cambiar de género y renacer como escritor con El adversario. De hecho, en varias entrevistas contó que fue luego de leer esta nouvelle que Jean-Claude Romand finalmente aceptó hablar con él. Romand es el protagonista de El adversario y también el hombre, el impostor, el “monstruo”- como lo llamaron los medios- que en 1993 asesinó a su mujer, a sus padres ya ancianos y a sus dos hijos pequeños cuando la mentira que sorprendentemente había podido sostener durante veinte años -que era un prestigioso y viajado médico de la OMS, aunque ni siquiera había terminado el segundo año de la carrera- estaba a punto de descubrirse.

¿Qué vio de familiar Romand en Una semana en la nieve? Es bueno preguntárselo. La nouvelle de 168 páginas y estructurada en 31 capítulos muy cortos es una historia que va ganando en oscuridad y espesor siniestro conforme avanza la trama. Hay un grupo de compañeros de escuela pasando su semana blanca –unas vacaciones de ski- en un hotel en la montaña, hay un niño esmirriado y temeroso que a los 8 años todavía se hace pis en la cama (Nicolás, el protagonista de la historia) y tiene una familia gris: una madre anodina y con poco carácter y un padre al que mira con recelo, entre el miedo y la vergüenza. Hay también un instructor de ski que cumple el rol del hermano mayor canchero y admirado, y varios personajes más. Mientras los chicos están en la montaña, René, un chico de un pueblo vecino desaparece y poco después se revela que fue violado y asesinado. Hasta ahí lo que se puede contar, sin restarle fuerza y sorpresa al relato.

En Una semana la nieve la tragedia está latente y habita en cada uno de los personajes. Lo callado, lo oculto, la verdad camuflada detrás de persianas bajas y mudanzas a última hora, pugna por salir. Y lo hará. La maestra que los acompaña había dicho que la experiencia les serviría para “aprender a volar con sus propias alas”, pero los chicos –y sobre todo Nicolás- volverán con las alas rotas. Es el peor final de la inocencia.