Tres personajes en busca de terminar el desarraigo
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- Maximo Soto
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«Ser latino en Estados Unidos marca profundamente, provoca tensiones a diario», comenta la escritora brasileña Adriana Lisboa, desde hace años instalada en Denver, quien en «Azul cuervo», la novela que vino a presentar (Edhasa), trata el tema del arraigo, desarraigo, de la búsqueda de identidad de tres latinos en esa ciudad del estado de Colorado.
Lisboa, que se doctoró en Literaturas Comparadas, ha residido anteriormente en Francia y Japón, lleva publicados nueve libros, entre ellos cinco novelas que le han valido entre otros premios el «Premio Saramago». En el Festival Internacional de Literatura en Buenos Aires (FILBA), Lisboa participó en el segmento «Blocco Brasil», que buscó intensificar las relaciones literarias entre hispano y lusoparlantes. Dialogamos con ella.
Periodista: ¿Qué buscaba en su novela?
Adriana Lisboa: Quería escribir una novela sobre la amistad improbable entre personas de edades distintas: una niña de 13 años, un hombre de casi 60 y un chico de 9. Desde hace 5 años vivo en Denver, donde transcurre la novela. Había estado con anterioridad en Francia y en Japón, pero fueron experiencias distintas. Ser un inmigrante latino en los Estados Unidos marca profundamente; aunque uno no sea residente ilegal se vive en una cierta tensión. Me interesaba explorar ficcionalmente una relación que no fuera obvia. Muchos autores escribieron sobre la experiencia del latino ilegal, y no quería eso, porque aún contando otra asunto saltaría a la vista. Eso es algo que le pasa al latino que llega a barrios de Estados Unidos donde todo está escrito en español, donde nadie o casi nadie habla en inglés, y ahí se palpa un cierto sufrimiento. Hay tensión de la generación de latinos que lograron instalarse con sus hijos que niegan sus orígenes, y se quieren más estadounidenses que los estadounidenses. Hay gente, como mi personaje Carlos, el chico salvadoreño, que vive temiendo que descubran que es ilegal, que desearía que se la vea como a nativos, el perfecto contrapunto a los dos personajes brasileños. Me interesaba hablar de individuos con intereses distintos que se juntan, en lo que para ellos es una patria imposible, para buscar una identidad, un lugar, revisar cuestiones del pasado.
P.: En su novela, por momentos, fusiona español, inglés y portugués para establecer el clima de los latinos en Estados Unidos. La sintaxis elegida remite de forma envolvente a esos idiomas. ¿Cómo construyó ese estilo?
A.L.: La primera vez que estuve en Nueva México, invitada por la Universidad de Albuquerque, escuché a unas chicas que hablaban un spanglish perfecto. Era otro idioma. El escritor Junot Díaz a veces empieza a hablar en español, cambia a inglés, vuelve al español, y creo que no se da cuenta, es algo muy natural en él. En mi caso, como tengo amigos argentinos, puertorriqueños, el español pasó a ser parte de mi vida.
P.: ¿Qué buscó contar en «Azul cuervo»?
A.L.: La historia de una niña de 13 años. Su edad fue muy importante para mí porque me dio el tono del libro, con todas sus críticas, sus ironías frente al mundo. Vanja, pierde a su mamá, Suzana, que muere joven, y se va a Estados Unidos en busca de su padre biológico, un hombre que nunca conoció, y que, a su vez, no sabe que tiene una hija. Vanja sabe que la única persona con quien cuenta allá, la única que la puede ayudar en su búsqueda, es Fernando, el ex marido de su madre. Fernando en Brasil, a comienzos de los años 70, formó parte de la guerrilla en Araguaia. Ese pasado es su gran secreto. Ahora vive en Denver, completamente desilusionado de la vida, trabajando como guardia de seguridad en una biblioteca pública.
P.: No es habitual que la narrativa brasileña cuente de la etapa en que el país tuvo un foco guerrillero.
A.L.: Es cierto, y además hoy en Brasil nadie escribe sobre la época de la dictadura. Acaso porque en los 80 ese era el único tema. Luego, la nueva generación, ya no hablaba de eso. De la guerrilla de Araguaia son pocos los que saben en Brasil. Es un tema tabú del que nadie habla, algo muy diferente de lo que ocurrió con la resistencia urbana a la dictadura. Fernando podía ser un exiliado de otro tipo, pero preferí que fuera alguien que había luchado en la Amazonia. Para mi fue importante internarme en una investigación de algo ocurrido hace 40 años, de lo que se ha tratado de no indagar demasiado. Eso le da densidad a Fernando. Y más cuando va a intentar encontrar con Vanja al padre biológico de esa chica. La amistad que se establece va a ser un descubrimiento para los dos. Van a salir en un road trip por las carreteras de Colorado, de Nueva México. Van a andar por esos impresionantes paisajes de desiertos y montañas, de un inmenso vacío.
P.: Por momentos su relato recuerda a algunas películas, en especial a «París Texas» de Wim Wenders.
A.L.: Yo también pensé en «París Texas». En esas andanzas donde Fernando se descubre como una especie de padre de Vanja y recupera una sensibilidad que creía muerta. Vanja es crítica de todo, hasta de ella misma.
P.: Siendo una escritora destacada de Brasil, recién ahora comienza a conocerse su obra entre nosotros. Esto ocurre con muchos de sus compatriotas. ¿A qué cree que se debe?
A.L.: Hay una notable distancia literaria entre Brasil y los países hispanoparlantes, y no sólo por la lengua. Brasil miró siempre hacia Europa (pero no a Portugal) y a los Estados Unidos. Estuvimos de espaldas al resto de América Latina. Eso era evidente en el pasado. En la escuela estudiábamos inglés y francés, no español; ahora se aprende español. Ahora se están publicando autores latinoamericanos y portugueses. Algo está cambiando, respecto de nuestras literaturas, en Brasil, y creo que también en los países latinoamericanos.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
A.L.: Una novela que se llama «Hanoi». Si bien he andado por Oriente, no estuve allí. Bueno, Chico Buarque escribió su novela «Budapest» y no conoce esa ciudad, ni la quiere conocer; quiere quedarse con la imágenes que le entregó su fantasía. El Hanoi del que cuento es un espacio mítico que no tiene su lugar en Vietnam. Es la fantasía de alguien que quiere ir allí, y la idea que tiene de Hanoi se parece a la de una isla. La novela trata de la búsqueda de un lugar que se idealiza.