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Limónov: una granada de mano

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Sin Autor
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Pero devenir punk con los años, ser cada vez más contestatario y duro a medida que vas creciendo y nunca ser más punk que después de los 50, es el verdadero desafío.


Esta novela es la historia del escritor Eduard Veniamínovich Savienko, alias Limónov, o sea, una versión novelada de su biografía. Pero también es la historia de la URSS desde una mirada marginal rusa. Es el relato de las aventuras de un hombre que se pasó la vida queriendo “(…) enrocarse en un juego de damas: un truco no previsto por las reglas del juego, que no ha funcionado ni funcionará nunca.” Me hace acordar a esa reflexión de Dostoievski que dice que el hecho de que frente a mí haya un muro de piedra y que yo sepa que no tengo la fuerza ni la agilidad para derribarlo o saltarlo no quiere decir que no me muera intentándolo.

 

Es un libro que sacude lo políticamente correcto porque te exige mirar la realidad a la cara, la desigualdad y la injusticia no como un problema o como un mal sino como lo real, el mundo tal como es. Porque Limónov no entiende las palabras vacías o la ideología sin acción y no tiene miedo a ser esclavo de sus palabras. Si ayer odiaba a los musulmanes y hoy ha conocido a una comunidad musulmana  a la que admira, cambia de opinión sin problemas. Se redefine una y mil veces sobre la marcha. Sin embargo, la política occidental y la izquierda de los estudiantes de universidades estadounidenses que se juntan a hablar le parecen demasiado frustrantes. Hay una anécdota que cuenta Carrère que ilustra su necesidad de compromiso real. Desilusionado por el mero compromiso teórico de los asistentes a un mitin trotskista en apoyo a palestina en Nueva York, Limónov esperaba “que vayamos a buscar armas y ataquemos a una administración. O que secuestremos un avión. O que hagamos un atentado. Bueno, no sé, algo.”
A medida que nos adentramos en este texto increíble, fácil para leer, atrapante, sumamente didáctico y lleno de anécdotas que te sacan más de una sonrisa, se va descubriendo una sabiduría que se lee entrelíneas a lo largo de toda la novela: “el hombre que se considera superior, inferior o incluso igual que otro hombre no comprende la realidad.” Esta es la idea que Carrère desarrolla con el fin de dar forma a la acción y a la mirada, o sea, como agente de cambio en sí mismo y en los otros.

 

Claro que para perder el ego nuestro personaje principal, que está vivo y en Rusia militando obviamente para su partido ilegal, ha pasado por situaciones que parece imposible conjugar en una sola vida: se ha prostituido en Nueva York, ha meditado en Asia central, ha sido un escritor famoso en Paris, ha sido preso político en Rusia, ha luchado en la guerra de Bosnia con los serbios, se ha enamorado perdidamente de una mujer y ha pasado por el más infernal desamor, ha escrito libros y tenido hijos y hasta ha sido sastre de moda.

 

Su costado de político tiene que ver con este apoyo incondicional a la minorías y cuando se da cuenta de que “el tiempo de los combates perisféricos se ha acabado para él. Ha llegado la hora de luchar en el verdadero frente (…) y vencer o morir allí”, vuelve a Moscú.

 

Limónov funda un partido político que reúne a los nasbols de Rusia. ¿qué es un nasbol? “Eres joven. No te gusta vivir en este país de mierda. No te apetece convertirte en un popov normal y corriente ni en un enculado que sólo piensa en la pasta ni en un chequista. Tienes el espíritu de la rebeldía. Tus héroes son Jim Morrison, Lenin, Mishima, Baader. Pues mira: ya eres un nasbol.”
Obviamente este partido tiene su publicación, que en ciertas maneras es la revista que nosotros quisiéramos tener: Limonka, que significa granada. “En Limonka se hablaba más de rock, de literatura y sobre todo de estilo. ¿Qué estilo? El estilo fuck you, bullshit, y el corte de mangas. La punkitud en su esplendor.”


Acabo de terminar de leer este libro y en mi ansiedad de compartir la experiencia tengo que ponerme un límite y dejar que descubran por ustedes mismos a este hombre de carne y hueso, de resentimiento y frustración, de ideales y de acción que está casi siempre equivocado. No se esperen amarlo, porque no es un ‘nene de pecho’ y hasta a Carrère le resulta desagradable por momentos.
Me quedo con la imperiosa necesidad de leer más de Carrère y de ponerme a leer ya los libros de Limónov y espero dejarlos con la intriga suficiente como para hacer una paradita en la librería amiga y dejarse seducir por este fascista, punk, underground que también fue el mayordomo de un millonario.

 

© Brandy con caramelos